La Costa Amalfitana no es solo un destino: es un viaje que se vive con todos los sentidos. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, esta estrecha franja de tierra entre la montaña y el mar ha inspirado durante siglos a artistas, escritores y soñadores. Pero más allá de su belleza escénica, hay una manera de recorrerla que la transforma en una experiencia íntima y sofisticada: el lujo con alma, el que respeta la tradición, celebra lo auténtico y se encuentra en rincones que se sienten como secretos bien guardados.
Aquí, tres de sus pueblos más emblemáticos: Sorrento, Positano y Amalfi y tres hoteles que no solo hospedan, sino que cuentan historias.
Sorrento: el balcón al Mediterráneo donde comienza la dolce vita
Sorrento, con su mezcla sutil de tradición, diseño, elegancia y carácter costero, es ese primer suspiro profundo frente al Mediterráneo. Menos ruidosa que sus vecinas, pero igual de seductora, porque Sorrento no necesita ostentar. Su encanto se revela despacio, como la luz del atardecer sobre el Vesubio. Y si hay un lugar que encarna ese espíritu auténtico, artístico y lleno de vida, ese es La Minervetta, un hotel boutique absolutamente único.
Construido en los años 50 por Giovanni Cacace, originario de Sorrento, y su esposa danesa Wanda Schwartz, fue en 2006 cuando el actual propietario, el arquitecto y diseñador de interiores Marco De Luca, le dio un nuevo espíritu. Marco, formado en la mítica Domus Academy de Milán en los años 80, donde figuras como Ettore Sottsass, Andrea Branzi y Gaetano Pesce le marcaron profundamente, convirtió esta antigua residencia en un universo creativo y sensorial.
La Minervetta no se visita, se experimenta. Marco vive allí, y la llama con razón "una casa mediterránea". Cada rincón vibra con color, textura y armonía. Las paredes blancas dialogan con los rojos intensos, los azules marinos y los amarillos solares. La decoración es una mezcla de modernismo italiano, diseño vintage de los años 60 y 70, arte contemporáneo, esculturas inesperadas y objetos que uno quisiera tocar, coleccionar o llevarse. Hay un pincel de cerámica empotrado en una pared del baño, libros en cada sala, cerámicas pintadas a mano, y piezas firmadas por Pesce que se exhiben como en una galería viva.
Desde las habitaciones náuticas con vistas infinitas al Golfo de Nápoles y al Vesubio, pasando por la cálida cocina, auténtico corazón del hotel, donde el desayuno y brunch son una oda a los productos locales, hasta la terraza exuberante y la piscina exterior rodeada de vegetación, todo está pensado para que los sentidos se activen y la mente se relaje.
La ubicación es otra joya: a tan solo 15 minutos a pie del centro histórico de Sorrento, y con acceso privado (sí, ¡300 escalones con encanto!) al antiguo puerto de pescadores de Marina Grande, donde los restaurantes ofrecen los mejores sabores del mar en mesas con los pies casi en el agua.
Quedarse en La Minervetta significa que Sorrento ya no será solo una escala: será un lugar al que uno querrá volver. Desde ahí, recorrer Piazza Tasso, la arteria vibrante de la ciudad; perderse entre boutiques del Corso Italia; bajar por la Via Luigi de Maio hasta descubrir la Chiesa di San Francesco y su claustro silencioso cubierto de vegetación; o sentarse a contemplar la bahía desde los jardines de Villa Comunale, todo se transforma en una forma de estar en el mundo más consciente, más sensible.
Positano, un pueblo tan encantador que parece un sueño
El artista Paul Klee lo definió con precisión poética: "el único lugar del mundo concebido sobre un eje vertical en lugar de horizontal". Y basta una primera mirada para comprobarlo. Positano, con sus casas colgadas del acantilado como si desafiaran la gravedad, sus fachadas color terracota, melocotón y coral, y su vegetación perfumada de limones, parece una postal hecha realidad. Pero lo que lo hace verdaderamente inolvidable no es solo su estética, sino su capacidad de encantar, una y otra vez, a todo aquel que lo visita.
Sí, es cierto que es uno de los pueblos más fotografiados y codiciados del Mediterráneo, y con ello vienen las multitudes. Pero en Positano, como en todo lugar que ha sido tocado por la belleza verdadera, existen refugios para el alma, espacios donde aún se puede respirar su magia con calma. Uno de esos lugares es el Hotel Poseidon, un clásico que este año celebra 70 años de hospitalidad sincera y elegante.
Desde su posición elevada, alejado del bullicio, pero con el corazón bien puesto en el pueblo, el Poseidón ofrece esa perspectiva perfecta: la del viajero que observa, respira y se deja llevar. Y si uno llega al volante de un FIAT 500 con un pañuelo al estilo Audrey Hepburn, mejor aún el romanticismo está servido.
Fundado por la familia Aonzo y hoy dirigido con pasión por Liliana Mascolo, tercera generación al frente del hotel, Poseidón ha conservado intacto ese espíritu de hogar mediterráneo donde todo está pensado con mimo: las 48 habitaciones, muchas con terrazas hacia el azul del Tirreno, el área de piscina, el centro de bienestar y hasta el garaje privado, un tesoro en un pueblo donde estacionar es un verdadero arte.
Pero si hay un lugar que resume el alma del hotel, ese es Il Tridente, su restaurante con terraza que ha sido elegido año tras año como uno de los mejores rooftops de Italia. Desde el desayuno buffet con vistas infinitas, hasta cenas a la luz de las velas con platos napolitanos reinterpretados con gracia, cada momento se transforma en una celebración de los sentidos. Un risotto de pimientos verdes con tomates cherry amarillos y langosta puede ser la excusa perfecta para rendir homenaje a las palabras de John Steinbeck, quien escribió: "Positano te marca". Y sí, lo hace.
A pasos del hotel, aparece la inconfundible cúpula de mayólica de la Chiesa di Santa Maria Assunta, del año 1200, que aún conserva reliquias del siglo XVIII y una enigmática Virgen Negra con el Niño en su altar. Un paseo por las calles que serpentean hacia la costa revela tiendas de cerámica artesanal, moda en lino, y terrazas donde se celebra la vida con cada sorbo de limoncello. Y en medio de todo ese encanto vertical, entre callejones que suben al cielo y balcones que se asoman al mar, Positano es ese rincón donde los sueños mediterráneos se hacen realidad.
Amalfi, sin principio y sin fin
La Costa Amalfitana tiene la extraña habilidad de quedarse impregnada en la piel, como el perfume de un limón maduro en verano. Después de recorrer Sorrento y dejarse deslumbrar por el encanto vertical de Positano, el alma pide una pausa, un espacio más allá del turismo, donde el tiempo se diluya en el horizonte. Amalfi, entonces, se convierte en ese suspiro final que no es final: un lugar sin principio ni fin. Y en su corazón, colgado literalmente de un acantilado, se encuentra uno de los hoteles más especiales del sur de Italia: Anantara Convento di Amalfi Grand Hotel.
Este antiguo convento capuchino del siglo XIII ha sido restaurado con una sensibilidad única. Lejos de los excesos, el lujo aquí es silencioso, natural, sereno. Cada detalle remite a una elegancia atemporal que celebra la autenticidad y lo esencial. Desde sus claustros ornamentados y la iglesia barroca aún en pie con altar de mármol y suelos de mayólica, hasta sus 52 habitaciones y suites que conservan los techos abovedados, los azulejos originales y una paleta de materiales nobles como cuero, lino, madera y metales preciosos.
La experiencia en Anantara es más que hospedarse; es una forma de habitar el espíritu del Mediterráneo. La Suite Del Priore, con sus frescos antiguos y vistas al claustro, y la Suite Dell'Eremita, escondida en su propio limonero privado, son apenas ejemplos del nivel de intimidad y belleza que se respira en cada rincón. Desde su exclusivo Spa, el gimnasio al aire libre y la piscina infinita tallada en la roca con vistas al mar, son una invitación a disfrutar del paisaje mientras se revitaliza el cuerpo.
En el restaurante Dei Cappuccini, el chef Claudio Lanuto rinde homenaje a la cocina conventual y mediterránea, con ingredientes frescos del jardín del hotel y menús que combinan tradición y creatividad. Y para los curiosos, la clase de cocina Spice Spoons enseña a preparar recetas locales en el mismo huerto donde crecen sus ingredientes.
Fuera del hotel, Amalfi ofrece encantos que no deben faltar: el majestuoso Duomo di Sant'Andrea, con su fachada policromada y su cripta dorada; el Chiostro del Paradiso, un remanso de arquitectura árabe-normanda y las callejuelas perfumadas de mar, historia y limones. Pero Anantara propone ir más allá, con experiencias inmersivas como recorrer el Sendero de los Dioses con vistas espectaculares hacia Capri, explorar Pompeya y Herculano en un tour privado en Mercedes, o disfrutar una clase de cocina en un limonar con degustación incluida. Y para una ocasión inolvidable, la experiencia Dining by Design permite a las parejas cenar con menú personalizado y servicio exclusivo, bajo las estrellas o frente al mar.
Aquí, el lujo no está en la opulencia, sino en la calma, en la luz, en el sonido del mar, en el arte de vivir sin prisa.
(*) Crédito foto de apertura: @positano_photographers