Son las cuatro de la tarde en Quito y las siete de la mañana del siguiente día en Adelaida, Australia, donde desde hace siete años reside Shirley Banderas. Nos conectamos por video llamada, cruzamos unas cuantas palabras mientras ella se preparaba una taza de café y empezamos la entrevista.
Mirando hacia atrás comenta que la adaptación en el país océanico implicó cinco años de lágrimas, perseverancia y tenacidad. “La gente es fría, cerrada e individualista, sobre todo donde yo vivo. Ha sido muy difícil hacer amigos. Muchas veces me di contra la pared”.
Banderas se graduó de Lenguas Aplicadas a Negocios Internacionales, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, aunque en un principio pensó ser médica. Habla inglés y francés.
Recuerda que su primer trabajo fue en Tecniseguros, donde empezó como pasante y a los dos meses ascendió a especialista de apoyo al cliente. Siete meses después renunció porque no sentía que por ahí era su camino. Corría el año 2015, cuando ingresó a trabajar en Impaqto en el área de marketing. “Descubrí mi lado creativo, de innovación, me sentía muy bien organizando eventos, aunque me pagaban poco”.
Un acontecimiento familiar le llevó a tomar una decisión determinante en ese momento. “A mi abuelita le descubrieron un cáncer terrible. Ella ha sido mi segunda mamá, vivía con ella, era mi cómplice, mi consejera, mi mejor amiga. Decidí apoyarla en ese duro caminar. Los tratamientos de quimioterapia son espantosos y yo sentía que ella me necesitaba, por lo que no dudé en dejar todo. Los seis meses que pasé a su lado para mi fueron una muestra de amor puro, bondad y entrega. Mi satisfacción más grande fue verla recuperada y vencer a la enfermedad”.
Superada esta etapa, se sentía lista para dar el siguiente paso, buscar un futuro fuera del Ecuador. Los astros le condujeron a Australia y en mayo de 2016, aterrizó en Adelaida, con una población que supera el millón de personas, para estudiar una doble maestría en Business Administration y Global Management.
Banderas, entonces con 23 años, tenía claro que debía aprender a valerse por sí misma y salir de su zona de confort. En su tiempo libre trabajaba como mesera. Recuerda que ganaba unos US$ 135 semanales, que se le iba casi todo en el arriendo. “No entendía el acento de la gente, cometía muchos errores, por lo que me hacían sentir tonta. Necesitaba trabajar y por eso aguantaba”.
En este camino de resiliencia, en 2019 sufrió un accidente y se rompió el peroné. Tuvo que regresar a Ecuador a rehabilitarse por tres meses. Al volver a Australia, mientras terminaba sus maestrías, trabajaba de barista y ganaba US$ 600 semanales.
Para esta quiteña no había barreras que no pudiera cruzar y asegura que su perseverancia le ayudó a ingresar al mundo empresarial. Las puertas se le abrieron en RAA, una empresa de servicios para vehículos, hogares y viajeros. Se enroló como como Cyber Security Program Support Officer. Esta empresa de productos y servicios facturó en 2022 US$ 809 millones. “Yo nunca había trabajado en tecnología y peor en ciberseguridad. Me dio una crisis existencial, al principio no entendía nada, me hablaban en chino. En 2021 fui promovida como Digital Services Delivery Manager y ganaba alrededor de US$ 60.000 anuales”. Bajo su responsabilidad estaban 30 personas y dirigía un portafolio con más de un centenar de minis proyectos.
Mientras su carrera profesional avanzaba, la parte personal se había estancado. “Solo trabajaba, incluso tenía jornadas de 15 horas diarias, no conocía a nadie fuera de la empresa. Me ascendieron a Project Manager, manejaba proyectos grandes de empresas que facturaban millones. Fue una época muy estresante, porque había mucha presión, no podía fallar. Casi me da un surmenage, por el exceso de trabajo. Tuve que renunciar o me moría”.
En esta nueva crisis existencial, decidió viajar a Ecuador a visitar a su familia. No descartaba la opción de quedarse. Estaba a punto de sucumbir, cuando le llegó una propuesta de Singery IQ como Change Management Consultant, también en Australia. Banderas lo tomó como una señal de que su futuro estaba en ese país de 7.741 km2, conocido por sus playas, la cultura del surf, su naturaleza y los canguros.
En 2021 obtuvo su residencia permanente y en los próximos días será ciudadana australiana. “Me siento feliz, si bien es una empresa pequeña, manejo proyectos grandes, como la minera BHP que factura US$ 22,9 billones al año y de la Universidad de Adelaide”.
Pero no sólo en lo profesional se siente realizada, también en lo personal. Hace dos años conoció a su novio, con quien planea caminar juntos. El amor venció todos sus dolores. Han pasado siete años desde que pisó por primera vez suelo australiano y recién se siente como en casa. Banderas tiene más sueños: espera en cinco años tener su empresa de Coaching Human Design. (I)