El ingeniero quiteño que digitalizó gigantes
Con una trayectoria que abarca desde las aulas del colegio San Gabriel hasta la creación de una firma de tecnología con más de 1.000 proyectos ejecutados, Jaime Ubidia fue testigo y actor clave en la modernización operativa de grandes empresas ecuatorianas y latinoamericanas. Su historia, entretejida con aprendizajes familiares, decisiones estratégicas y visión de largo plazo, ofrece un retrato claro de cómo el conocimiento de procesos puede ser más determinante que la propia tecnología.

Esta historia comienza por el final. En 2025, Novatech cumple 30 años y Jaime Ubidia lo dice con una sonrisa que contiene memoria y proyección. Desde Querétaro, donde la empresa acaba de abrir su primera oficina en México, el equipo se prepara para competir en un mercado vasto, en las industrias automotriz y aeroespacial. La expansión al norte del continente nace de una lectura estratégica, ya que afirma que el mercado ecuatoriano está saturado. En esa frase, que parece pragmática, habita la consecuencia de décadas de trabajo en territorio local.

En 2024, Novatech cerró con una facturación cercana a los US$ 4,5 millones. Superó el golpe de la pandemia, reconstruyó su estructura y se estabilizó en una plantilla de 75 a 80 personas. Varios de sus clientes, como Pronaca, NovoPan o La Fabril, digitalizaron procesos gracias a sus servicios y reorganizaron su manera de operar. En muchos casos, durante décadas.

Jaime lo resume con una imagen simple: "Paso todos los días frente a la planta de Pronaca y pienso cómo ahorrarles un centavo más por pollo". Esa obsesión por el proceso y por el cliente no apareció de la nada, ya que se construyó capa sobre capa, desde una infancia rodeada de pasión por el conocimiento.

LA PRIMERA ECUACIÓN 

Nacido en Quito en 1958, hijo de un odontólogo apasionado por la naturaleza y una profesora de artes e historia, Jaime Ubidia creció en una casa donde la conversación era tan importante como la técnica. "Siempre me gustó de todo", dice. Esa vocación por múltiples intereses se canalizó en las aulas del colegio San Gabriel, un bastión jesuita conocido por su exigencia y su enfoque social.

Allí, el joven Ubidia descubrió una afinidad profunda por las matemáticas, la física, la química y también por la historia. Esa mezcla entre ciencias duras y humanidades configuró un perfil poco común. En 1976, ingresó a la Escuela Politécnica Nacional, y eligió ingeniería química por una razón que lo acompaña hasta hoy, la fascinación por los procesos industriales.

"Me interesaba entender cómo se producían las cosas", explica. "Cómo funcionaba una refinería, cómo se preparaban alimentos para zonas de guerra, cómo operaba una planta". Durante su paso por la universidad, participó en campañas humanitarias de producción de enlatados para la guerra de Paquisha. Cuando presentó su tesis, ya había desarrollado un simulador computacional para la refinería de Esmeraldas. Era 1981 y la digitalización apenas comenzaba.

Después de trabajar en Proquim, una compañía de detergentes, y en LIFE, una farmacéutica clave del sector, Ubidia obtuvo una beca de la Fundación Rotaria del Ecuador para estudiar en Oklahoma State University. La experiencia lo transformó. Llegó sin hablar inglés con fluidez, con una familia joven y con la intuición de que el futuro no estaba en la química tradicional, sino en la integración tecnológica.

"Venía de un entorno donde todo era manual. Allá descubrí herramientas de software que mejoraban los procesos empresariales", recuerda. Su formación como ingeniero químico le permitió entender desde dentro cómo funcionaban los sistemas de manufactura, pero la ingeniería industrial le dio un lenguaje nuevo para optimizarlos. Y, sobre todo, para conectarlos.

Al regresar, aplicó a un trabajo que pedía experiencia en MRP (Materials Requirements Planning). En Ecuador, ese concepto era desconocido. Lo entrevistaron en La Internacional, la textil más grande del país. Aunque no lo contrataron, quedó claro que lo que Jaime sabía estaba por delante del mercado.

Rápidamente entró a trabajar en LIFE, donde lideró áreas como producción, compras, planificación y operaciones. Desde ahí desarrolló un software propio para gestionar la planificación empresarial. Años más tarde, en Roche, replicó la idea, liderando desde la dirección técnica otro sistema hecho a medida.

En ambos casos, Jaime no vendió tecnología, diseñó soluciones porque entendía el negocio. Esa diferencia, invisible al principio, marcó su carrera.

LA DÉCADA DE LA FUNDACIÓN

En 1992, cuando Roche le ofreció una posición en Brasil o Inglaterra, Ubidia tomó una decisión que sorprendió a su entorno: renunció. Había llegado al límite de lo que podía aprender en estructuras tradicionales. "No tenía nada que me retara lo suficiente", dice. Con el respaldo de su esposa, montó una oficina de consultoría y comenzó a trabajar por su cuenta. Durante tres años, asesoró empresas en la mejora de procesos, pero algo faltaba, la escala.

En 1995, junto con sus socios José Sempértegui, Pablo Ubidia, Mauricio Wirth y Gloria Landázuri, fundó Novatech. El objetivo era traer herramientas tecnológicas internacionales que ayudaran a las compañías a trabajar de manera integrada. Lo que hoy suena común, en ese momento era rupturismo. Las empresas usaban sistemas fragmentados, uno para facturación, otro para inventario, otro para contabilidad. Jaime quería vender software ERP, que centralizaba todo en una sola plataforma.

Durante meses, nadie les prestó atención. El capital inicial se agotó, hasta que el 23 de diciembre de 1995 firmaron tres contratos con empresas grandes: Ilsa, Danec y AceroPaxi (ahora Novacero). Ahí empezó todo. El equipo pasó de seis personas a 12, luego a 20, 50 y más de 120.

Con Pronaca firmaron un contrato que marcó un antes y un después. "Durante 28 años, todo el sistema operativo de Pronaca funcionó con nuestros ERP", asegura. A lo largo de su historia, Novatech ejecutó más de 1.000 proyectos en sectores como alimentos, químicos, textiles, seguros, automotriz, farmacéutico y servicios públicos. Algunos ejemplos son Alicorp (Perú), donde ayudaron a reducir la flota de 180 a 120 camiones gracias a un sistema de optimización logística; en el IESS implementaron el primer sistema contable-financiero funcional, vigente desde hace 13 años; y la automatización de procesos de ordeño con robots conectados por sensores a sistemas de mantenimiento predictivo.

Cada proyecto nació desde una necesidad concreta. En muchos casos, Novatech reemplazó procesos manuales y desconectados por estructuras integradas, analíticas y eficientes. 

EL PROCESO

Para Ubidia, la razón por la cual Novatech sigue en pie, mientras muchos competidores desaparecieron, es clara: "Ellos vendían tecnología. Nosotros vendimos procesos". Las herramientas cambian, los principios, no. Hoy Novatech ofrece inteligencia artificial, analítica avanzada, robótica y herramientas de business intelligence.

No trabajan con microempresas ni con compañías sin procesos definidos. Apuntan a clientes medianos y grandes, con facturaciones que superan los US$ 30 millones. Su estructura comercial se divide en tres segmentos: mercado medio, mercado corporativo y mercado internacional. Además de ERP, Novatech ofrece soluciones específicas en planificación de la cadena de suministro, analítica prescriptiva y automatización de procesos.

En el caso de Pronaca, por ejemplo, sus sistemas permiten monitorear en tiempo real el estado de crecimiento de los pollos, el uso de vitaminas y los ciclos de alimentación, todo integrado al ERP. La trazabilidad completa del negocio permite decisiones más rápidas, precisas y rentables.

EL FUTURO  

En los próximos 10 a 15 años, Ubidia espera ver a Novatech consolidarse en México, explorar España y ejecutar proyectos en toda América Latina, desde Ecuador. La oficina física ya no es una necesidad. La tecnología permite operar en remoto, y eso abre el mapa. "Nos encantaría trabajar en Europa y creemos que tenemos todo para hacerlo".

Su hijo, ingeniero industrial con maestría en management, se integró recientemente al equipo, después de años en la empresa agrícola familiar. Su participación renueva la apuesta por una segunda generación.

Jaime Ubidia construyó una empresa vendiendo soluciones que nadie más ofrecía porque nadie más entendía los procesos como él. En un mundo saturado de buzzwords, marketing digital y promesas vacías, Novatech operó en voz baja, transformando industrias desde adentro.

¿Y si el futuro de la innovación no se decide en Silicon Valley, sino en las decisiones que tomamos, con rigor y método, todos los días? Esa es la incógnita que deja esta historia. Cuando le preguntamos a Jaime Ubidia cuál había sido su prioridad todos estos años, no habló de utilidades ni de crecimiento. Dijo, con naturalidad: "Jamás pensamos en el dinero, sino en cómo lograr que nuestro cliente sea exitoso". (I)