Meat Center convirtió una finca abandonada en un negocio de US$ 5 millones
Luego de dejar pasar una oportunidad laboral en Estados Unidos, Marco Guevara apostó por el campo ecuatoriano. Desde una finca que estuvo 10 años abandonada, levantó Graporec que fue el inicio para crear el grupo Meat Center, que hoy integra producción porcina, embutidos premium y tiendas digitales. Su visión: convertir la finca familiar en un modelo de sostenibilidad y autosuficiencia energética.

David Paredes Periodista

Desde que era niño, Marco Guevara tenía claro qué quería hacer de su vida. Su infancia estuvo marcada por las aventuras en el campo y la vida en la ciudad. Durante sus vacaciones escolares visitaba la finca de sus abuelos, en el Noroccidente de Pichincha.

"Desde el quinto grado sabía que quería ser agrónomo. Desde los seis años nos enviaban a la finca de mis abuelos a pasar todas las vacaciones. Mis primeros recuerdos son del ordeño, de trabajar la tierra y de una finca empírica y humilde", dice Guevara.

Esa pasión por el campo lo llevó a estudiar en la Universidad Zamorano, en Honduras. En 2007, se graduó de Ingeniero en Ciencia y Producción Agropecuaria por consejo de su padre, quien lo guio en su sueño de vivir de la agronomía. 

Con título en mano, la empresa estadounidense Murphy-Brown LLC, una de las más importantes en el sector agropecuario de Carolina del Norte y especializada en crianza de cerdos, le hizo un contrato por dos años. Aunque nunca llegó a instalarse en esa compañía. "Tenía que irme a vivir a Carolina del Norte, pero unos días antes de que me fuera mi padre falleció. Decidí regresar al país para acompañar a mi madre y a mis hermanas", recuerda el empresario, ahora de 40 años.

La decisión de quedarse en el Ecuador fue importante para el nacimiento de Graporec, la primera empresa del grupo Meat Center, que desde 2010 se dedica a la industria porcícola. 

Meat Center es la marca paraguas que acoge también a las empresas Carnevoros y Carnivery, que se dedican a la comercialización de proteína de cerdo y de otros animales de manera industrial y doméstica, respectivamente. Este grupo, en 2024, facturó US$ 5 millones.

La finca donde se enamoró de la agricultura cuando era niño lo recibió de vuelta, pero con grandes desafíos que debía afrontar. Las 80 hectáreas de su familia materna quedaron abandonadas durante 10 años. Sus tierras no eran productivas para cultivar.

"Cuando volví de la Zamorano no tenía claro cómo empezar. Me metí al mundo de la leche, del ganado de engorde y poco me interesaban los cerdos. Tuve muchos fracasos antes de arrancar la empresa. Luego analicé la zona, las condiciones climáticas y el mercado", dice Guevara.

Consuelo Ampudia, su madre, puso el capital semilla de US$ 250.000. Con ese dinero Marco se encargó de poner la finca a punto para iniciar la empresa que ahora tiene 130 hectáreas y acoge a 8.000 cerdos. Ella compró la parte que le correspondía a sus hermanos y se lo entregó a su hijo recién graduado. 

"Las adecuaciones empezaron en 2007. Fueron tres años que viví en la finca y trabajé en la construcción de caminos, de una casa y acondicionamientos de los potreros y corrales", recuerda orgulloso. La bautizaron Katukuwasi, que significa La casa del abuelo en kichwa.

En la primera etapa, cuando se estaban levantando los corrales y recuperando la tierra, la familia incursionó en el negocio de ganado de engorde. Se apalancaron en estos animales para limpiar las 80 hectáreas, que en ese momento eran solo hierba y monte. 

Este emprendedor encontró en ese campo una oportunidad de crecimiento y una visión empresarial. Actualmente, trabaja junto a su hermana, Camila, su esposa, Mishell Valarezo, y, su amigo y socio, Daniel Granda.

"Mi pasión real es la leche y la res. Pero para que la finca se volviera productiva no podía quedarme con mi pasión, sino ver lo que era más rentable".

Todo empezó con Manuela

El sueño porcino empezó con Manuela, así se llama la primera cerda reproductora que llegó a la finca. 

"Manuela era una cerda criolla. La compramos a una finca vecina. Nos daba entre siete y nueve crías anuales. Fue nuestra gran maestra, porque con ella empezamos y conocimos la dinámica del negocio. Después entendimos que esto podía ser rentable y nos tecnificamos y adquirimos una línea genética extranjera", asegura Mishell Valarezo, gerente financiera y fundadora de Meat Center. 

La intervención de los intermediarios también repercutió en la innovación y expansión de la empresa. Perdieron dinero y oportunidades de negocio.

"El mercado y las circunstancias te llevan a tomar otros caminos y decisiones. En el caso de Graporec fueron los intermediarios. Ellos me pedían 40 cerdos a un precio establecido y ya con los animales en el camión me ponían otras condiciones económicas y nos tocaba aceptar", recuerda. 

Guevara explica que por bioseguridad no se puede devolver un cerdo de un camión a la granja, porque se contaminan los demás. Por eso, le tocaba aceptar la oferta de los intermediarios para no perder tanto dinero. 

Años después, encontraron la fórmula para comercializar directamente sus animales y posteriormente vender su carne al consumidor final. Fueron fracasos tras fracasos hasta atinar con el modelo de negocio circular desde la producción en granja hasta la mesa del comprador. 

La genética se transformó en otro giro del negocio. Con una inversión de US$ 150.000 adquirieron cinco cerdas de la línea genética Topigs, de origen neerlandés. La empresa cuenta con su propio laboratorio de producción de pajuelas porcinas. Trabajan directamente con el semen del cerdo macho para garantizar la calidad de las crías. 

Actualmente, en Graporec hay 2,4 partos al año por cada madre. Se inseminan 36 cerdas a la semana, nacen y se destetan 448 lechones en ese mismo periodo de tiempo. 

"El objetivo es entregar al mercado un producto alto en proteína y bajo en grasa. Esta genética Topigs nos permite llevar a la mesa de los ecuatorianos calidad y nutrición. A diferencia de Manuela, estos animales tienen capacidad materna", afirma Camila Guevara, quien es la gerente general de Carnivery, veterinaria y dueña del laboratorio. 

Las cerdas Topigs son capaces de parir 13 lechones y destetar 12. Además, garantiza que el porcentaje de grasa de la carne sea menor. Con esta implementación genética hubo crecimiento productivo y comercial.

La venta en línea 

En 2016, el negocio tomó otras dimensiones. Hicieron alianzas con proveedores premium de carnes de res y pollo para llevarlas hasta la mesa del consumidor final. El proyecto nació como Carnivery, con un concepto personalizado y a través de su página web.

"El concepto de Carnivery nació un día de parrillada. Llamé a mi madre, que estaba en el supermercado, para que comprara la carne de res. Le dije cuántas personas éramos y no sabía cuánta carne comprar", recuerda Marco. Esa llamada mostró una oportunidad de negocio. Así comenzó el concepto de una tienda virtual, en la que los clientes pudieran comprar sus proteínas en porciones. 

Con esa fórmula buscaban simplificar la vida de los consumidores finales. En el proceso de construcción de la marca llegó Daniel Granda, gerente comercial de Meat Center, quien desarrolló productos propios, en la línea de embutidos. Además, encontró clientes y aliados estratégicos para ampliar la oferta y llevar las carnes a otro nivel. 

De la planta a los hoteles

En 2020, en plena pandemia, abrieron la planta de tratamiento cárnicos Carnevoros con el fin de atender la línea HORECA (Hoteles, Restaurantes y Caterings). Sus productos están en cadenas de restaurantes a escala nacional. 

"Carnevoros nació cuando ya teníamos 200 madres. Queríamos darle un valor agregado a lo que hacíamos en Graporec y nos lanzamos a este mercado para proveer proteína de calidad a grandes cadenas", asegura Mishell Valarezo.

El primer paso fue entender este giro de negocio. Acudieron al camal, abrieron un código y exploraron cómo funciona. Luego decidieron enviar su primer camión para faenar. Cinco años después se han tecnificado y cuentan con su propia planta. 

"Es muy probable que una buena parte de Quito haya probado nuestra carne. Estamos en aeropuertos y en más de 50 restaurantes a nivel local y nacional", dice Guevara. 

Los dueños de Meat Center aspiran aumentar su capacidad de producción e incrementar a 1.200 madres. Además, buscan emprender en el negocio de ganado de res en sus propias tierras. 

La empresa cuenta con 60 colaboradores, entre administrativos y operativos en su planta de producción cárnica y en la granja. Generan plazas de empleo directo e indirecto para las familias aledañas a la finca Katukuwasi.

En 2025, buscan que la finca sea autosustentable, generando su propio fertilizante y energía eléctrica. El proyecto está encaminado en un 50%.

"Los desechos de los cerdos son coprocesados. Contamos con biodigestores y separadores de sólidos. Esto sirve para fertilizar los potreros con la cerdaza (mezcla de excretas y residuos de alimento de cerdos), que también se puede utilizar para alimentación de ganado de carne", asegura Marco.

La empresa ya está haciendo ensayos del biol como fertilizante en palma y flores. En el futuro quieren que el biogás, que por ahora se quema, genere electricidad a la finca y a su zona de interés. (I)