Al Igual que Alicia
Alicia representa a todas aquellas personas que van en modo automático y que actúan sin detenerse a reflexionar sobre el rumbo que llevan y las consecuencias de sus decisiones. Y el Gato de Cheshire es su conciencia, muchas veces acallada, la voz interna que obliga a detenerse y cuestionar si realmente saben a dónde quieren ir y si ese destino es el correcto.

Alicia es la protagonista de Alicia en el país de las maravillas, la novela de Lewis Carroll publicada en 1865. En la historia, una niña curiosa cae por una madriguera y entra en un mundo extraño y caótico, donde nada es lo que parece. A medida que avanza, encuentra personajes enigmáticos que le presentan acertijos filosóficos disfrazados de juego. Uno de ellos es el Conejo Blanco, que corre frenético con un reloj en la mano, siempre preocupado por no llegar tarde. Alicia lo sigue sin saber exactamente a dónde va.

En su carrera, se encuentra con el Gato de Cheshire y le pregunta qué camino tomar. El gato, con su sonrisa enigmática, le responde:

—Depende de a dónde quieras ir.

—Me da igual —responde Alicia.

—Entonces, no importa qué camino sigas —concluye el gato.

Así están hoy muchas personas: corriendo sin dirección, acelerando sin un destino claro. Pero de nada sirve la prisa si no sabemos a dónde queremos llegar. Vivimos en un mundo donde la rapidez se ha convertido en un dogma. Nos enseñan que quien no avanza, pierde. Pero avanzar sin pensar no es progreso, es improvisación. Nos obsesionamos con métricas de corto plazo, con hacer más y más, pero sin cuestionarnos si estamos haciendo lo correcto.

Los griegos diferenciaban dos tipos de tiempo: Cronos y Kairós. Cronos es el tiempo del reloj, el de las horas que pasan, el de la productividad medida en cifras. Kairós, en cambio, es el tiempo del sentido y del propósito. Es el momento adecuado, el instante oportuno en el que las cosas realmente suceden. Quienes han trascendido no son los que solo corren detrás del Cronos, sino los que saben identificar su Kairós.

Tomemos un ejemplo: muchas empresas se obsesionan con lanzar productos cada vez más rápido, midiendo el éxito únicamente en términos de ventas y cuota de mercado (Cronos). Sin embargo, las compañías que realmente innovan no solo persiguen velocidad; esperan el momento correcto para lanzar algo que transforme el mercado (Kairós).

Para evitar caer en la trampa de la velocidad sin dirección, podríamos hacernos las siguientes preguntas: ¿Para qué hacemos lo que hacemos? ¿Estamos corriendo en la dirección correcta? ¿Estamos haciendo lo adecuado? ¿Estamos pensando lo suficiente?

Muchas veces confundimos movimiento con progreso. Como he expresado en artículos anteriores, pensar antes de actuar es la esencia de la estrategia.

Alicia representa a todas aquellas personas que van en modo automático y que actúan sin detenerse a reflexionar sobre el rumbo que llevan y las consecuencias de sus decisiones. Y el Gato de Cheshire es su conciencia, muchas veces acallada, la voz interna que obliga a detenerse y cuestionar si realmente saben a dónde quieren ir y si ese destino es el correcto.

Lo más importante para nuestras vidas, para nuestro país, no es el camino que actualmente tenemos, sino saber hacia dónde nos dirigimos. Si la respuesta no es clara o el futuro no es el que queremos entonces es el momento de hacer una pausa y replantear el rumbo. (O)