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Por ahora, y pese a la supuesta voluntad de proceder en esa línea que expresaron varios actores políticos en algunas reuniones que giraron en torno a la propuesta de Participación Ciudadana, parece que tendremos un escenario parecido al de 2019, con un alcalde o alcaldesa escasos de legitimidad y con un consejo fragmentado en el que la inmovilidad y el bloqueo serán la tónica.

14 Julio de 2022 08.53

Bueno, la carrera para captar la alcaldía de Quito ha empezado y, por lo visto hasta ahora, un gran acuerdo para evitar un número demasiado grande de candidaturas parece inviable, lo que tendrá algunas consecuencias.

La primera, que ya la vivimos en las elecciones seccionales anteriores, será la falta de legitimidad de quien resulte elegido. Recordemos que en ese proceso electoral, en el que hubo 18 candidatos, Jorge Yunda fue elegido con apenas el 21.3% de los votos, es decir, casi el 80% de quienes sufragaron no voto por él. Mientras que Luisa Maldonado, quien quedó segunda, recibió el 18.42% de los votos. Esta falta de legitimidad se traduce, generalmente, en un rápido deterioro de los apoyos al ganador, haciendo más complicada su gestión.

Pero no solo eso, la segunda consecuencia es la fragmentación del órgano legislativo de los municipios, el Concejo. En el caso del Concejo Metropolitano de Quito, se eligen 21 concejales que representan a sus distritos urbanos y rurales. En las elecciones de 2019, se eligieron concejales pertenecientes a 5 organizaciones políticas, lo que dejó un organismo sumamente fragmentando en el que las pugnas de poder han sido el pan de cada día, complicando la gobernabilidad y por ende, el trabajo que debe hacerse por la ciudad. El abandono en el que ha caído la ciudad es evidente para todos.

En este punto se debe recordar que para estas elecciones se utilizará una nueva fórmula para asignación de escaños. Ya no será D'Hodnt, sino Webster, que tiene la particularidad de ser más proporcional que el primero, sobre todo en circunscripciones electorales pequeñas, como las del Distrito Metropolitano de Quito. Eso, sin entrar en detalles técnicos, significa que si entran en la competencia igual o mayor número de organizaciones políticas que en las elecciones anteriores, tendremos un Consejo Metropolitano aún más fragmentado, lo que se trocará en mayor ingobernabilidad, y por ende, en un descuido aún mayor de la capital.

Frente a este escenario, la Corporación Participación Ciudadana ha venido realizando esfuerzos para que las diferentes candidaturas y sectores políticos se agrupen en alianzas por tendencias y se logren consensos mínimos en beneficio de la ciudad. La idea, expresada en un comunicado de la organización, es que se vea a Quito “por encima de las ideologías y que la capital se convierta en la primera ciudad que de una lección al país sobre la buena práctica de hacer política”, para lo cual instó a las organizaciones políticas a la construcción de candidaturas por corrientes ideológicas a fin de evitar la dispersión del voto, y por ende la fragmentación y la ingobernabilidad.

Por ahora, y pese a la supuesta voluntad de proceder en esa línea que expresaron varios actores políticos en algunas reuniones que giraron en torno a la propuesta de Participación Ciudadana, parece que tendremos un escenario parecido al de 2019, con un alcalde o alcaldesa escasos de legitimidad y con un consejo fragmentado en el que la inmovilidad y el bloqueo serán la tónica. Así, esta carrera de caballos que está empezando ahora, lo que probablemente tendrá es una parada de burro, no solo para la mayoría de los candidatos y organizaciones políticos, sino también para una ciudad que se va deteriorando rápida y visiblemente año tras año.  (O)

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