Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio (DMPS), este año a través del tema “Crear esperanza a través de la acción” se busca motivar una acción colectiva desde varios contextos y disciplinas, para abordar este problema de salud pública y así, tomar medidas para la prevención del suicidio en la región.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) cada año, más de 703 000 personas se quitan la vida tras numerosos intentos de suicidio, lo que representa a una muerte cada 40 segundos. De acuerdo con este organismo promover la prevención a través de un acercamiento con vínculos sociales, generando la toma de conciencia y ofreciendo esperanza son estrategias que junto con, la importancia de priorizar la salud mental y el bienestar podrían salvar la vida.
En Ecuador, se han reportado más de 1000 suicidios por año entre el 2015 y el 2021 las provincias con más incidencia de casos son Guayas 24%, Azuay 11%, El Oro 8% y Pichincha y Manabí con un 6%. En lo que va de este año en Quito según datos del Municipio se presentaron 36 casos de potencial riesgo suicida, cuya frecuencia ocurre en los puentes del Chiche y Gualo. Por ello, el Gobierno local emprendió la estrategia de intervención “Somos puente de vida” instalando unidades móviles en dichos puentes, con un grupo integrado por psicólogos, bomberos y agentes metropolitanos cuyo objetivo es prevenir el suicidio mediante la promoción del a salud mental y acciones de prevención de riesgo psicosocial.
En el caso de niños, niñas y adolescentes el incremento de suicidios desde 1990 hasta 2017 es alarmante. Ecuador es uno de los 10 países con las tasas más altas de suicidio en edades comprendidas entre los 10 y 14 años.
Frente a esta realidad, conviene abordar los factores de riesgo y de protección. Entre los obstáculos se encuentra las barreras de acceso a la atención de salud, los conflictos, la violencia, los intentos de suicidio anteriores y otros. Por otra parte, algunos factores de protección son las relaciones personales sólidas, las creencias religiosas o espirituales, las estrategias de afrontamiento y prácticas de bienestar positivas (OPS).
La protección por ejemplo, en el ámbito escolar podría palparse al incluir en el programa académico temas que desarrollen habilidades para la vida, como manejo y reconocimiento de emociones, marcar límites, desarrollar resiliencia e incluso reconocer cuando una broma ha cruzado la línea y se ha convertido en algo irrespetuoso para el otro, son mecanismos que a la larga se convierten en protección y prevención, porque proporcionan a la persona estrategias para crecer emocionalmente fuertes y resilientes.
En la familia también es clave promover factores de protección que, se pueden resumir en tres ideas que tomo del neuropsicólogo Álvaro Bilbao y las detallo a continuación:
- Brindar mucho amor y afecto a nuestros hijos e hijas porque esto les acompañará toda su vida. Según el experto los niños que reciben muestras de cariño y atención frecuentes tienen al menos, un 50% menos de riesgo de sufrir enfermedades mentales.
- No dejar que se hagan daño, no permitir que se pegue, se lesione, se llame tonto o se dé golpes. Como padres debemos enseñarles a controlar y contener esas expresiones de agresión hacia sí mismos. Si se fomente el respeto por ellos mismos desde pequeños, les costará mucho hacerse daño de mayores.
- Enséñales a expresar sus sentimientos con palabras.
Hay que recordar que, la expresión de sentimientos facilita que el niño y más tarde el adulto sea capaz de pedir ayuda cuando lo necesite.
Es importante recordar que, ser fuerte no significa sufrir en silencio, sino ser lo suficientemente valiente para: mostrar tus sentimientos, llorar cuando lo necesites y pedir ayuda cuando no puedas solo/a. (O)