En algunos momentos de la vida profesional, las decisiones no se toman con Con los ilusiones que duermen en la agenda, con los pendientes que nos roban las tardes y con los hijos que están creciendo más rápido de lo que queríamos aceptar.
Estoy ahí.
En ese momento donde el deseo de libertad, el compromiso con mi carrera, las ganas de estar más presente con mis hijos y el impulso de un proyecto familiar se cruzan en la misma mesa.
Elegir no siempre es renunciar
Después de años de trabajar en una institución que admiro, liderando programas académicos, formando profesionales brillantes y creando con equipos apasionados, me hago una pregunta que ningún framework puede responder:
¿Cómo quiero vivir mi tiempo ahora?
No se trata de dejar una carrera, ni de bajar el ritmo. Se trata de rediseñar la forma en la que quiero vivir.
Quiero libertad responsable, de evolucionar como mamá, como pareja, como profesional: para ir a una reunión del colegio sin reorganizar media semana, para acompañar a mis hijos sin culpa, para crear sin estar corriendo.
Quiero pensar con claridad. Estar con intención. Trabajar sin perderme la vida.
Un nuevo comienzo
Hoy empiezo una nueva aventura: un negocio familiar que me ilusiona profundamente.
Un proyecto que me permite usar todo lo que sé, pero desde un lugar distinto.
Con más control, con más sentido, con más presencia.
No es una decisión ligera.
Porque no solo estoy cambiando de trabajo. Estoy cambiando de lógica.
Estoy pasando del deber al deseo. De la estructura ajena a la libertad propia.
Y sobre todo, estoy eligiendo poner a mi familia al centro, no al margen.
¿Y la culpa?
Claro que hay miedo.
Miedo a que no funcione.
Miedo a soltar una identidad profesional que he construido con esfuerzo.
Miedo a no sentirme "suficiente" si no estoy en modo alta productividad todo el día.
Pero también hay otro miedo, más profundo y más real:
el de mirar atrás algún día y darme cuenta de que estuve en todas las reuniones... menos en las importantes.
Las del colegio. Las de sus historias. Las de su infancia.
Libertad no es ocio: es propósito con control
No quiero trabajar menos. Quiero trabajar mejor.
Con foco. Con impacto. Con un calendario que respete los ciclos de mi vida.
Quiero proyectos que me reten y también me cuiden.
Quiero aportar con todo lo que sé, sin tener que pedir permiso para estar presente como madre.
Porque también soy eso.
Una mujer que lidera, que enseña, que crea.
Y que también quiere estar ahí cuando sus hijos salen del colegio.
Tal vez no hay una sola respuesta correcta
Estoy entendiendo que no se trata de elegir entre familia o carrera, seguridad o libertad, estructura o flexibilidad.
Tal vez la respuesta no está dada. Tal vez hay que diseñarla.
Diseñar una vida donde no tenga que dividirme.
Una vida donde trabajar y vivir no estén en competencia.
Una vida donde quepa todo lo que soy.
Porque al final...
El éxito no es una oficina.
Es tener la libertad de decidir cómo, con quién y desde dónde construir lo que importa.
Y hoy, para mí, eso se parece mucho más a un almuerzo sin prisa, a una reunión con propósito, a un negocio familiar bien pensado... y a una madre que está donde quiere estar: presente.
Este no es un cierre. Es una apertura.
Una puerta hacia una etapa más libre, más propia, más coherente con lo que quiero ser.
Seguiré creando, enseñando, aportando.
Pero ahora, desde un nuevo lugar: más cerca de casa. Más cerca de mí.
Porque esto no es solo una decisión profesional.
Es una forma de recordarme —y de recordarnos— que la vida también merece ser vivida con intención.En algunos momentos de la vida profesional, las decisiones no se toman con una hoja de Excel.
Se toman con el cuerpo entero.
Con los ilusiones que duermen en la agenda, con los pendientes que nos roban las tardes y con los hijos que están creciendo más rápido de lo que queríamos aceptar.
Estoy ahí.
En ese momento donde el deseo de libertad, el compromiso con mi carrera, las ganas de estar más presente con mis hijos y el impulso de un proyecto familiar se cruzan en la misma mesa.
Elegir no siempre es renunciar
Después de años de trabajar en una institución que admiro, liderando programas académicos, formando profesionales brillantes y creando con equipos apasionados, me hago una pregunta que ningún framework puede responder:
¿Cómo quiero vivir mi tiempo ahora?
No se trata de dejar una carrera, ni de bajar el ritmo. Se trata de rediseñar la forma en la que quiero vivir.
Quiero libertad responsable, de evolucionar como mamá, como pareja, como profesional: para ir a una reunión del colegio sin reorganizar media semana, para acompañar a mis hijos sin culpa, para crear sin estar corriendo.
Quiero pensar con claridad. Estar con intención. Trabajar sin perderme la vida.
Un nuevo comienzo
Hoy empiezo una nueva aventura: un negocio familiar que me ilusiona profundamente.
Un proyecto que me permite usar todo lo que sé, pero desde un lugar distinto.
Con más control, con más sentido, con más presencia.
No es una decisión ligera.
Porque no solo estoy cambiando de trabajo. Estoy cambiando de lógica.
Estoy pasando del deber al deseo. De la estructura ajena a la libertad propia.
Y sobre todo, estoy eligiendo poner a mi familia al centro, no al margen.
¿Y la culpa?
Claro que hay miedo.
Miedo a que no funcione.
Miedo a soltar una identidad profesional que he construido con esfuerzo.
Miedo a no sentirme "suficiente" si no estoy en modo alta productividad todo el día.
Pero también hay otro miedo, más profundo y más real:
el de mirar atrás algún día y darme cuenta de que estuve en todas las reuniones... menos en las importantes.
Las del colegio. Las de sus historias. Las de su infancia.
Libertad no es ocio: es propósito con control
No quiero trabajar menos. Quiero trabajar mejor.
Con foco. Con impacto. Con un calendario que respete los ciclos de mi vida.
Quiero proyectos que me reten y también me cuiden.
Quiero aportar con todo lo que sé, sin tener que pedir permiso para estar presente como madre.
Porque también soy eso.
Una mujer que lidera, que enseña, que crea.
Y que también quiere estar ahí cuando sus hijos salen del colegio.
Tal vez no hay una sola respuesta correcta
Estoy entendiendo que no se trata de elegir entre familia o carrera, seguridad o libertad, estructura o flexibilidad.
Tal vez la respuesta no está dada. Tal vez hay que diseñarla.
Diseñar una vida donde no tenga que dividirme.
Una vida donde trabajar y vivir no estén en competencia.
Una vida donde quepa todo lo que soy.
Porque al final...
El éxito no es una oficina.
Es tener la libertad de decidir cómo, con quién y desde dónde construir lo que importa.
Y hoy, para mí, eso se parece mucho más a un almuerzo sin prisa, a una reunión con propósito, a un negocio familiar bien pensado... y a una madre que está donde quiere estar: presente.
Este no es un cierre. Es una apertura.
Una puerta hacia una etapa más libre, más propia, más coherente con lo que quiero ser.
Seguiré creando, enseñando, aportando.
Pero ahora, desde un nuevo lugar: más cerca de casa. Más cerca de mí.
Porque esto no es solo una decisión profesional.
Es una forma de recordarme —y de recordarnos— que la vida también merece ser vivida con intención. (O)