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La economía circular como estilo de vida nos lleva a buscar marcas que contribuyan con la sociedad porque el poder ser recíprocos con nuestro entorno no implica renunciar a un bienestar económico en nuestros negocios.

08 Septiembre de 2021 14.01

El término de economía sostenible ha tomado fuerza en los últimos años. Este se ha convertido más que en un concepto en un estilo de vida. Como consumidores somos más exigentes no solo en términos de calidad sino también de responsabilidad social de las marcas con las que nos identificamos. Por ello, nos hemos apropiado del objetivo de este tipo de economía; buscar el bienestar social incentivando a las empresas a ser responsables con el medio ambiente y comprometidas con la sociedad.  

En Ecuador, recién tomó fuerza la economía sostenible como consecuencia de las restricciones de la pandemia, de los ajustes que hicimos a nuestras economías y de los cambios emocionales que atravesamos. Nos volvimos más críticos con lo que compramos y cómo compramos. Es por eso que empezamos a diversificar, por ejemplo, nuestras compras de alimentos. Dejamos de comprar todo en un solo supermercado por apoyar a los locales cercanos a nuestras casas. Estos cambios reactivaron la vida en comunidad y el concepto de barrio. Empezamos a movernos distancias más cortas para realizar nuestras compras y descubrimos nuevas marcas y locales comerciales. Esta cercanía con el barrio de cierta manera reduce los desperdicios porque hacemos pequeñas compras pero más frecuentes y también nos permite conocer y entablar relación con nuestros vecinos. 

Empezamos en general a cuestionar la necesidad de nuestras compras. Nacen así muchas tiendas al granel, zero waste y negocios con propósito social. Este es el caso del Café de la Granja, un emprendimiento social de la Fundación Cecilia Rivadeneira con el fin de dar trabajo a las mamás de los niños diagnosticados con cáncer y por ende mejorar la calidad de vida de este grupo vulnerable. En este espacio nos permiten disfrutar de un desayuno mientras conocemos un lugar mágico que devuelve la esperanza a muchas familias en crisis. Los intercambios justos a más de concientizar a la población sobre ciertas problemáticas que no están en nuestro día a día, también nos permiten reflexionar sobre el impacto social de nuestras acciones sea como empresarios o como consumidores. En nuestras compras disminuimos el plástico de un solo uso o rehusamos los envases para futuras compras. Las tiendas zero waste se caracterizan por tener artículos que no están envasados en plástico o en los que puedes rellenar tu propio envase con el producto.  Las fuertes consecuencias del consumo excesivo las estamos empezando a vivir a nivel ambiental, social y emocional y por eso estos pequeños cambios se están volviendo primordiales en nuestro día a día.   

En este sentido crecieron también las plataformas de venta de ropa de segunda mano. Así logramos minimizar el impacto ambiental de la industria textil, la segunda más contaminante en el mundo. Este es otro ejemplo de economía circular ya que solo el 15% de nuestra ropa se recicla o se dona.  Entonces estas plataformas permiten extender el ciclo de vida de las prendas colaborando con la sociedad y el medio ambiente. Comprando de esta manera muchas personas pueden tener acceso a prendas que antes no hubieran podido. El acceso a ciertas prendas es un factor relevante sobre el acceso a las oportunidades en una sociedad y, de esta manera, inconscientemente estamos reduciendo en algo la brecha.  De hecho, algunas empresas han optado por recibir prendas en buen estado para ser donadas a grupos vulnerables o bien para ser reusadas en la fabricación de nuevas piezas. Ahora los consumidores investigan y analizan los materiales de las prendas que compran; prefiriendo fibras que son menos invasivas con el planeta entre ellas el lino o las prendas que se han confeccionado con materiales reciclados.  (O)
 

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