Ya sabíamos que el 2025 iba por mal camino. Casi no hay región en el mundo que haya escapado a esta realidad. Ecuador logró recuperar lo perdido en el 2024 y algo más. En el mundo se descarrilaron muchas cosas y con el paso de las semanas y los meses se fue apreciando que el tamaño del daño a la organización económica derivada de la segunda guerra mundial era poco reparable. De arranque, la confianza, el corazón del sistema se quebró y, si bien el tamaño del destrozo permite recomponer algunos aspectos, otros no parecen tener posibilidad alguna de recuperarse. La incertidumbre ha hecho gala con su presencia atrayendo nubes al horizonte, aunque no se ven tormentas. Ventajosamente la formidable presencia de una incursión dramática de la inteligencia artificial y la gran defensa realizada por toda la enorme estructura de comunicación mundial, han permitido mitigar los daños y poner en acción ideas, iniciativas de reordenamiento geopolítico y de cambio en la configuración de países que puedan aunar esfuerzo para sostener los beneficios históricos obtenidos con políticas económicas complementarias o accesibles a una competencia justa y ordenada.
La temida recesión se fue diluyendo con el tiempo, pero la desaceleración no pudo escapar del entrampamiento producto de las trabas creadas al comercio mundial. Hasta ahora, los nuevos o, mejor, los viejos principios de protección que se sacaron de antiguos textos de economía del siglo XIX siguen manejándose con gran volatilidad administrativa, profundas amenazas políticas y escaso discernimiento económico. Apareció la brecha que tanto daño hace: amigo-enemigo. Que deja heridas cuya cicatrización, si se la logra, toma mucho tiempo y, en el intervalo ocasiona daños a millones de seres humanos.
Ahora, en la agenda mundial se han acumulado problemas, pues algunos ya evidenciados siguen buscando su salida y los que trajo el año elevan el grado de complejidad para su solución. La lista no es larga, pero en conjunto son amenazas serias que no pueden evadirse, aunque sus soluciones ya recibieron serias resistencias sociales producto precisamente de la configuración de una política económica llamada de bienestar que acumuló derechos y no tiene los músculos financieros suficientes para ser sostenida en un ambiente que concilie los beneficios actuales con las necesidades que demandarán las nuevas generaciones. El nuevo ciclo demográfico le dice al mundo varias cosas, entre las cuales la perseverancia de los sistemas de pensiones está en jaque con menos contribuyentes por jubilado. La estabilidad fiscal tiene mayores presiones de gasto especialmente en bienestar y salud. El ahorro tiende a declinar. Así se ve ese espejo.
El medio ambiente mirado desde el calentamiento global y la estructura de emisión de CO2 obligan a cambios onerosos de los sistemas de producción que requieren de políticas públicas muy focalizadas y demandantes de recursos. El caso de la energía es paradigmático y sólo con nuevas tecnologías tendrá un camino de salida. Las nuevas tecnologías son absorbentes incalculables de este servicio. Sin ella no hay IA. En el medio, hay toda una estructura creada que sabe que tiene que cambiar o no sobrevive y, para ello, necesita recursos (trillones de dólares) en un camino que por la intromisión de la tecnología desplazará mano de obra, cuyo destino dependerá de la capacidad de reenganche que pueda crear el nuevo sistema.
Mirado de esta forma, el panorama parece frío, distante, con dificultades de ser enfrentado, cuando en la práctica será altamente volátil precisamente por la amenaza del cambio, cuya velocidad llevará a tener una economía conductual de defensa de espacios de producción con requerimientos de altas sumas de inversión que, por otro lado, llevarán a una neuroeconomía de la conducta de los liderazgos de no retrasarse en la incorporación de los nuevos mecanismos de producción. La tecnología ya vive ese mundo dramático de desesperación por no perder el liderazgo.
El mundo ya entró a esta vorágine y si vemos la historia de los grandes cambios en el planeta, lo liderazgos sienten que su poder está amenazado si no entiende las nuevas ecuaciones del desarrollo y las utiliza con prontitud y eficiencia. Sin duda hay muchas oportunidades en este ambiente del conocimiento. El reto es entenderlo para sacar provecho de ellas y la educación nuevamente dice presente. (O)