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Es importante optimizar los recursos y apuntar a la excelencia docente, pero para ello es clave descartar distractores que pueden estar etiquetando a nuestros alumnos con algo que no es verdad y que, además, nos esté robando el valioso tiempo de enseñanza eficaz que debemos procurar en nuestra práctica docente.

18 Noviembre de 2022 14.53

Posiblemente hemos escuchado alguna vez sobre los estilos de aprendizaje, incluso pudimos haber sido etiquetados con alguno de ellos. Los estilos de aprendizaje se basan en que las personas aprendemos mejor cuando recibimos la información en un estilo preferido que puede ser, por ejemplo: visual, auditivo o cinestésico.

Seguramente, en este punto algún lector se habrá identificado con alguno de estos estilos, porque descubrió o alguien más le dijo que aprende mejor cuando escucha, o a través de recursos visuales o cuando manipula cosas.

Algunos de mis estudiantes cuando menciono en clase este tema comentan que fue en sus propios colegios donde les dijeron qué estilo de aprendizaje tenían. En una ocasión cuando dictaba una clase dirigida a docentes una de ellas me preguntó si podría recomendarle una estrategia o test para evaluar a sus alumnos y así, poder implementar estrategias que se dirijan a cada alumno y a su estilo. La idea de aquella docente era bien intencionada porque buscaba conocer a su grupo y personalizar sus enseñanzas, pero tuve que decepcionarle con mi respuesta y generar así, una especie de disonancia cognitiva, término propuesto por el psicólogo León Festinger, que se refiere a como las personas intentan mantener la consistencia interna de sus creencias y de las ideas que han interiorizado, esto en otras palabras podría ser parecido a una sensación incómoda que rompe los esquemas de aquello que pensamos era cierto.

Y es que, aunque los estilos de aprendizaje estén muy difundidos en nuestro medio y sobre todo en el educativo, no son verdad y forman parte de uno de los tantos neuromitos del aprendizaje o conceptos erróneos entorno al cerebro.

No hay ninguna evidencia de que adaptar el estilo de enseñanza a los supuestos estilos de aprendizaje o preferencia de los estudiantes marque alguna diferencia, es decir, podemos aprender lo mismo si lo vemos, lo escuchamos o lo manipulamos.

No existe una predisposición natural a aprender de forma visual, auditiva o manipulando objetos, lo que sí sucede es que, se han desarrollado preferencias creadas por el hábito. Por tanto, no tenemos estilos de aprender predefinidos por naturaleza que nos haga mejores aprendiendo cuando recibimos la información.

Esto puede sonar un tanto decepcionante y lo entiendo, si hemos pasado toda nuestra vida creyendo que tenemos un estilo por naturaleza.

De acuerdo con un estudio denominado Mitos sobre el cerebro y la educación en el profesorado español, escrito por Marta Ferrero docente investigadora en temas educativos los neuromitos que han mostrado gran prevalencia son:

  1. Los ambientes que son ricos en estímulos mejoran el cerebro de los niños, niñas preescolares, 94% de los docentes lo consideran válido.
  2. Las personas aprenden mejor cuando reciben la información de su estilo de aprendizaje preferido, aceptado por un 91.1% del profesorado.
  3. Los ejercicios que promueven las habilidades perceptivo - motoras pueden mejorar las destrezas en lecto – escritura aceptada por un 82% del profesorado.

Todas estas afirmaciones, aunque suenen atractivas y creíbles, son falsas. La primera, por ejemplo, es una generalización de un estudio de laboratorio en el cual se privaba de estimulación sensorial a animales y esto desencadenaba déficits cognitivos, la segunda, ya la hemos explicado y la tercera sobre la creencia de que, realizar ejercicios motrices como el gateo mejora los procesos de lecto escritura fue descartada en los años 70, y se ha validado que, para un buen aprendizaje de la lectura es necesario conocer los sonidos o desarrollar la conciencia fonológica, las letras y denominar o nombrar de manera rápida objetos.

En conclusión, es importante optimizar los recursos y apuntar a la excelencia docente, pero para ello es clave descartar distractores que pueden estar etiquetando a nuestros alumnos con algo que no es verdad y que, además, nos esté robando el valioso tiempo de enseñanza eficaz que debemos procurar en nuestra práctica docente. (O)

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