¿Evaluar para castigar o para aprender?
Uno de los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) nos recuerda que debemos ofrecer múltiples formas de evaluar. No todos aprenden igual, no todos demuestran lo aprendido de la misma forma. Entonces, ¿por qué seguir usando un solo molde para todos?

Hace unos días recibí un correo del colegio de mi hija que me dejó pensando durante horas. Nos informaban que les habían tomado una prueba de matemáticas y descubrieron que la mayoría del curso no sabía las tablas de multiplicar. La decisión de la docente fue clara: seguir evaluando uno por uno, de manera oral y escrita, hasta que las aprendan. A los padres se nos sugirió que, si los chicos aún no las sabían, las lleven impresas porque están por iniciar ejercicios con calculadora.

Mi primera reacción fue práctica: ¿no es contradictorio? Si el objetivo es que recuerden las tablas, ¿por qué llevarlas impresas? Y si lo que se busca es acceder rápidamente al resultado, ¿por qué no usar directamente la calculadora, si de todas formas la tendrán a la mano?

Pero más allá de lo técnico, algo más profundo se activó en mí: recordé mis años escolares y lo que en consulta varios padres comentan, la angustia que sienten sus hijos al no saber la respuesta frente a toda la clase, el miedo al error, la vergüenza. Sobre todo, en matemáticas, esa materia que, para muchos, fue y sigue siendo el "cuco" del sistema educativo.

Como docentes, padres, formadores, es momento de hacernos una pregunta fundamental: ¿cuál es el verdadero objetivo de nuestras evaluaciones?

¿Buscamos que memoricen sin comprender? ¿Queremos exponer errores o construir aprendizajes? ¿Evaluamos para castigar o para acompañar?

Evaluar no debería ser una emboscada. No debería ser un filtro para dejar atrás a quienes no cumplen con un criterio uniforme. Evaluar sí, es parte del proceso de enseñanza. Y como tal, debe ser formativo, justo, empático. La evaluación debe permitir conocer en qué punto está el estudiante y cómo ayudarlo a avanzar y cómo estoy enseñando. Claro que hay contenidos que deben ser aprendidos. Las tablas de multiplicar, por ejemplo, son herramientas útiles. Pero más importante aún es saber para qué sirven, cómo usarlas, cómo conectarlas con el mundo real.

La neuroeducación nos recuerda que el aprendizaje está profundamente ligado a la emoción. Un estudiante estresado, humillado o expuesto difícilmente podrá concentrarse, razonar o disfrutar el proceso de aprender.

Todos recordamos al profesor que nos hizo amar una materia. No solo porque sabía mucho, sino porque creía en nosotros. Nos motivaba. Nos desafiaba con cariño. Nos hacía sentir capaces. Y también recordamos al otro: al que nos ridiculizó por equivocarnos, al que nos hizo sentir torpes, al que convirtió el aula en un campo de batalla.

La forma en que evaluamos puede construir o destruir esa experiencia. Puede motivar o bloquear. Puede abrir caminos o cerrarlos.

Y esto no es solo una percepción. Las investigaciones en neurociencia y educación lo han demostrado: un ambiente emocionalmente seguro potencia el aprendizaje. Por el contrario, el miedo, la ansiedad o el estrés bloquean las funciones cognitivas superiores. Evaluar con presión, miedo o vergüenza no solo es injusto, es contraproducente.

Lo más probable es que aprenda que equivocarse es inaceptable. Que, si no sabe, será juzgado. Que es mejor callar o evitar intentarlo antes que fallar y con esto nos quedamos hasta que somos adultos.

Como docentes necesitamos repensar nuestras estrategias. Preguntarnos: ¿esto que hago ayuda a aprender? ¿Hace sentir bien a mis estudiantes? ¿Estoy evaluando su progreso o su capacidad para memorizar bajo presión?

Imaginemos por un momento qué pasaría si cada evaluación fuera una oportunidad para descubrir, para disfrutar, para sorprenderse. Uno de los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) nos recuerda que debemos ofrecer múltiples formas de evaluar. No todos aprenden igual, no todos demuestran lo aprendido de la misma forma. Entonces, ¿por qué seguir usando un solo molde para todos? (O)