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13 Agosto de 2025 10.58

El 27 de julio de 1656, Baruch Spinoza (1632-1667), uno de los mayores pensadores en la historia de la filosofía, es excomulgado por el ma´amad de Ámsterdam. Reseñamos ya el contexto político en que se dio el evento. En dos ensayos (El Dios de Spinoza), incluidos en nuestra obra La -irritante- decadencia del ser humano, también resumimos los conceptos religiosos del judío-neerlandés. Para Jorge Luis Borges (1899-1986), era el "más querible de todos los filósofos"; para Gilles Deleuze (1925-1995), "El Cristo de los filósofos". En el judaísmo y en la Iglesia católica, la excomunión es la máxima pena eclesiástica con que alguien puede ser sancionado. En aquel estamos frente a la exclusión del hombre de la comunidad religiosa. En el catolicismo, trae consigo el impedimento de la recepción de los sacramentos y del ejercicio de ciertos actos eclesiásticos.

Entre las ofensas sancionadas con excomunión por el Talmud encontramos tratar con ligereza cualquier precepto rabínico o mosaico; tomar el nombre de Dios en vano; hacer que otros profanen el nombre de Dios; impedir que la comunidad realice algún acto religioso; el abuso personal; y, ser objeto de escándalo, en el caso de un rabino. La modalidad más severa de excomunión es el "herem" o "cherem". Puede ser levantado si el ofensor pide perdón o realiza algún acto de enmienda.

El decreto de excomunión de Spinoza es, de hecho, el más drástico identificado por nosotros en la bibliografía consultada para este artículo. Parte de considerar que, a pesar de las advertencias hechas, sus "horribles herejías" practicadas y enseñadas fueron en aumento, en función de lo cual dicta el castigo "por decisión de los ángeles y el juicio de los santos". Así, expulsa, execra y maldice al filósofo -con aprobación del Santo Dios, ante los Santos Libros de la Ley- con la misma excomunión con que Josué excomulgó a Jericó, y maldición con que Eliseo maldijo a sus hijos.

Agrega que maldito sea de día y de noche, cuando se acueste y cuando se levente, cuando salga y cuando regrese. Pide al Señor que borre el nombre de Baruch bajo los cielos, y lo expulse de todas las tribus de Israel, "abandonándolo al Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas en el Libro de la Ley". Ordena que nadie mantenga comunicación con él, que nadie le preste ningún favor, que nadie permanezca con él bajo el mismo techo... que nadie lea nada escrito o transcrito por él. ¿Puede pensarse en algo más violento?

Semejantes términos fueron aplicados a un hombre cuya excelsa obra dista mucho del ateísmo y de ofender a cualquier religión. Baruch Spinoza fue un ser que no permaneció en superficialidades, sino que buscó y definió la existencia de Dios más allá de lucubraciones irracionales. Aun cuando el filósofo jamás se convirtió al catolicismo -ni reputaba a sí mismo como cristiano- Roma igual lo persiguió, siendo que su "doctrina" cuestionaba axiomas... aún presentes en el catolicismo, difundidas y defendidas por mentes mediocres que lo sumen en proceso de desintegración. Según Religion & Public Life, PEW Research Center, la preeminencia del cristianismo (31,4%) entre las religiones del mundo solo se mantendrá hasta 2050, en que se igualará con el islamismo en el 29,4%. La fuente sostiene que para 2070, en los Estados Unidos, los musulmanes desplazarán a los judíos del primer lugar como profesantes no cristianos. Estas realidades deberían ser preocupantes para cristianos y judíos, no por consideraciones religiosas, pero sí por lo que representan en un horizonte cultural más amplio.

La comunidad hebrea de Ámsterdam de mediados del siglo XVII identificó en la teoría spinoziana la negación del Dios tradicional judeocristiano, y de las almas separadas del cuerpo. También, repulsa de la inmortalidad del ánima y de la resurrección. En el colmo de la sinrazón -del todo alejada de los criterios de Baruch- se lo acusó de despreciar a los judíos por ignorantes y supersticiosos, imputación ridícula que cae por su propio peso. Estas acusaciones circulaban en panfletos anónimos, a los cuales rabinos y miembros del ma´amad dieron crédito sin haber, seguramente, leído la obra de Spinoza.

El filósofo sí que creía en Dios. En Uno amante de la libertad intelectual del hombre, representado por la naturaleza y por el universo. Estos funden lo eterno, lo infinito y lo perfecto que es Dios y el consiguiente amor divino. Lo paradójico está en que el rechazo a Spinoza venía de la comunidad judía más ilustrada de Europa. Lastimosamente, la colectividad, por consideraciones meta-religiosas, no supo asumir en debidos términos la erudita teorización del filósofo, como tampoco pudo la Iglesia católica en lo que le correspondía. Fiel a sus convicciones, Baruch jamás se retractó de sus pronunciamientos. A mediados del siglo XX, David Ben-Gurión (1886-1973), padre del Estado de Israel, abogó sin éxito por el levantamiento de la excomunión de Spinoza. Lo consideraba el primer sionista de la historia. (O)

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