Durante este tiempo he recibido algunos cursos acerca de cómo propiciar bienestar en el aula, independientemente de la asignatura que esté dictando me ha quedado claro que, un estudiante aprende mejor si, el ambiente o clima emocional del aula es adecuado. Además, debemos considera que el valor, las expectativas y el entorno interactúan produciendo una variedad de conductas en los estudiantes y que si descuidamos cualquier dimensión, la motivación puede afectarse sustancialmente (Ambrose, S.A, Dipietro, M y Brigges,M 2017).
En un artículo anterior mencioné algo referente al estado de flow y hoy quiero centrarme en otro componente importante que podemos incorporar en nuestras clases, la resiliencia.
El término resiliencia procede del latín, del verbo resilio, que significa “saltar hacia atrás, rebotar”
En psicología, la resiliencia, es la capacidad de adaptarse al estrés y a las experiencias negativas de forma saludable. No se trata de soportar las tensiones y la negatividad sin límite, sino de la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse exitosamente a la adversidad, siendo capaces de funcionar en la vida diaria, aunque esto incluya periodos de descanso y pausas para recuperarse de lo sucedido (KTE, Pi, B. M, 2023).
La resiliencia de acuerdo con Infante (2005), Rutter (1999 y 2012) está compuesta por tres elementos importantes:
- La capacidad de afrontar.
- La capacidad de continuar desarrollándose.
- La capacidad de aumentar las competencias.
Un primer paso para la resiliencia es aceptar nuestras emociones. Además, observar nuestros pensamientos y usar positivamente la imaginación, ubicándonos en el presente y saber que el pasado no podrá cambiarse y que el futuro no se puede predecir, los pensamientos inmediatos nos ayudarán a funcionar mejor. Un ejercicio es observar las reacciones y pensar en la razón por la que se reaccionó de ese modo, escribir cuál fue el pensamiento que detonó nuestro comportamiento.
A veces recordar esta negatividad se vuelve una espiral que causa consecuencias negativas. Es algo que nos sucede a todos. Nuestro cerebro busca la forma de aprender. Nuestra imaginación puede ser más positiva conforme mejor se adapta y se supera la crisis, por ello, los pensamientos inmediatos son importantes, los expertos mencionan que los debemos escribir para analizarlos. Debemos preguntarnos ¿qué es lo peor que puede suceder? ¿qué es lo mejor que puede suceder? ¿qué es lo más probable que pase? y ¿cómo lo resolvería una persona positiva?
Tomar en cuenta que no existe una respuesta correcta, pero estas preguntas nos ayudarán a tranquilizar los pensamientos, puesto que veremos la situación de otra manera (Tecmilenio, 2020).
Partiendo de estos ejercicios, preguntas e ideas, en el aula podemos pedir a nuestros estudiantes que, frente a situaciones complejas, identifiquen las dificultades que le impiden resolver el reto, animarlos a buscar diferentes caminos para resolverlo y a tomarse el tiempo para hacerlo, incluso podemos incluir que respondan por escrito a las preguntas antes planteadas. Podemos proporcionar unos minutos de nuestra clase para un ejercicio de resiliencia. Tomarte unos minutos para esta práctica podría acercarte más a tus estudiantes y con ello generar bienestar. Seguro valdrá la pena.
Finalmente, no puedo olvidar mencionar tres aspectos que se requiere para que un docente logre ser resiliente en el aula:
- Conocer cómo gestionar sus emociones ante la adversidad.
- Ser capaz de identificar sus fortalezas y las de los otros, durante las dificultades.
- Plantear la situación adversa como un reto.
Aunque todo esto suene para muchos un tema desconocido, lo positivo es que podemos aprender a ser resilientes a lo largo de nuestra vida. (O)
