La reiterada invocación a la guerra es una exageración metafórica a la que se acude para conseguir la movilización de respaldo político a las decisiones tomadas para la resolución de un conflicto, pero esta legitimación temporal comporta un aislamiento de los países, que agrava la situación, al desviar la atención a otros escenarios insospechados en la geometría variable del ambiente internacional.
No obstante, cuando la guerra en este caso comercial, es parte del manejo estratégico geoeconómico para reposicionar su política exterior con una agenda como la estadounidense guiada por su leitmotiv "América first", se aplica un paradigma realista en relaciones internacionales mediante el cual se recurre a los aranceles y barreras económicas en el comercio internacional, motivada por el crecimiento económico y tecnológico alcanzado por China, que ha generado gran tensión en la incuestionable perdida de la hegemonía americana en el nuevo orden internacional.
Este conflicto político, el alto déficit fiscal, la política monetaria restrictiva, la deuda pública influyen directamente en la desaceleración del crecimiento económico, e impulsan acciones violentas para cambiar la configuración del comercio internacional, a la vez que podrían provocar una catastrófica recesión mundial que, en opinión de la BBC, significaría una crisis financiera mundial como la del 2008.
Por esta razón, para poner un ejemplo, los aranceles del 34% aplicados a China subieron a 145% y solamente después de los acuerdos en Suiza se logra que Washington reduzca los aranceles sobre bienes chinos del 145% al 30%, mientras que Pekín disminuiría los gravámenes sobre productos estadounidenses del 125% al 10%.
El aparente "quid pro quo" desarrollado entre las potencias, que constituyen el epicentro de las decisiones económicas de afectación global, han seguido la senda realista desconfiando de la efectividad del derecho internacional y de las organizaciones internacionales, que se ven incapaces ante la disputa hegemónica de las potencias.
En estas circunstancias hay que considerar, además, que un tribunal comercial federal acaba de determinar que Donald Trump carece de autoridad para imponer aranceles a cualquier nación; con lo cual según Blomberg, obligara a un replanteamiento de toda la política económica estadounidense.
Xi Jinping mientras tanto en su política exterior Sur Sur para la cooperación y más aun con el Sur global que lidera y lo considera clave para la estabilidad mundial, busca acercamiento con los países aislados por la guerra arancelaria que buscan conformar nuevas organizaciones comerciales afines a sus intereses aplicando un paradigma globalista de acercamiento geoeconómico, como la Asociación de países del Sudeste Asiático ASEAN con China, con los países del Consejo de Cooperación de Golfo para una intercambio comercial activo.
La guerra de los aranceles se está transformando en un escenario de gran repercusión estratégica y geopolítica en su disputa por recuperar la hegemonía global americana.
No se puede olvidar que el Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional RCEP o de libre comercio en el Pacifico, encuentra libre el camino y el futuro económico ante el abandono de Estados Unidos de su política económica Trans Pacific Partnership TPP, con lo cual ha perdido influencia en una zona de gran expectativa y prioridad geoestratégica para Estados Unidos.
En perspectiva de las nuevas asociaciones y la ampliación de nuevos bloques geoeconómicos autónomos que no se orientan según los interese de Estados Unidos se tendrá como resultado un gran óbice para el liderazgo normativo global; es decir, se obtendrá reducida capacidad de influir y aplicar regulaciones a nivel internacional. Erosionándose la influencia económica estadounidense y acentuándose la multipolaridad, con lo cual se profundiza la inestabilidad geopolítica global. (O)