Con la llegada de diciembre las palabras como que agrandan su significado, de pronto nos encontramos que los vocablos Siempre y Nunca aparecen en una dimensión muy cercana a la añoranza, y de manera especial viajamos en el tiempo hasta ubicarnos en lo que fuimos, rodeados de quienes ya no están y con los que vivimos episodios que no volverán. Son las cosas- esas pequeñas cosas como diría Serrat- las que nos llevan de la mano a ese pasado, que con mayor fuerza asoma en el último mes de cada año… un bombillo, un villancico o quizás un pristiño bañado en miel, nos vuelven niños otra vez.
Los cuentos, las narraciones, las novelas tienen ese mismo encanto o esa misma magia: transportarnos a fantásticos mundos, a otras emociones, a conocer otros lugares, a compartir con personajes que únicamente viven en la mente de escritores y lectores. Personajes que tienen vida propia y que nos hablan de sus luchas, sus fracasos, sus triunfos o su peregrinar por un mundo imaginario lleno de letras, palabras y frases con las que relatan sus diciembres o sus navidades, a veces incluso nos revelan sus proyectos para tiempos venideros- tiempos que difícilmente llegarán- o sus alegrías y tristezas saturadas de un realismo excepcional y comprensible.
Vincular diciembre y la Navidad con obras de la Literatura Universal es un ejercicio a la par que agradable muy didáctico, leer autores clásicos, disfrutar de textos tradicionales escritos en lugares lejanos; conocer, revisar y sorprenderse de festejos o vivencias decembrinas de otras épocas o conducirse a festividades locales de las incluso fuimos – sin quererlo- protagonistas importantes, nos transporta a percibir estos días de una manera diferente.
Los cuentos clásicos
Hay quienes sostienen que la “edad de oro” del cuento de Navidad fue el extenso período victoriano (1831 a 1901) entre ellos el español Miguel Ángel Pérez Pérez, maestro, filólogo y traductor que de una manera meticulosa y acertada publicó en el año 2017 una magnífica antología a la que denominó “Cuentos victorianos de Navidad”. Con mucha paciencia y conocimientos logró reunir el trabajo de notables escritores europeos como Charles Dickens (autor inglés que en 1843 publicara su celebrada Canción de Navidad), Juliana Ewing, Anthony Trollope, Wilkie Collins, Charlotte Ridell, y Arthur Conan Doyle, que pone a su máxima creación literaria, el famoso Sherlock Holmes, como protagonista de una de las aventuras decembrinas que merecen ser leídas y disfrutadas.
No constan en el libro de Miguel Ángel Pérez Pérez, pero durante ese mismo período entre 1844 y 1845, el danés Hans Christian Andersen entrega a la posteridad tres magníficos relatos: La Reina de las Nieves,El Abeto y La pequeña cerillera o la niña de los fósforos. En 1857 se hacen presente los alemanes Grimm (Jacob y Wilhelm) con un cuento llamado Los táleros de las estrellas y para 1882 el reconocido escritor francés Guy de Maupassant dejó a la humanidad una narración maravillosa a la que llamó Cuento de Navidad.
Generaciones de lectores de todas las épocas han disfrutado de esas composiciones navideñas hasta convertirlas en auténticos clásicos, mientras editoriales del mundo entero -con un marcado tinte mercantilista- responden a la demanda, con formatos que van desde ediciones “de bolsillo” hasta libros de lujo con sofisticadas tapas, diseños elegantes o artísticos grabados. Varios de estos cuentos fueron y son adaptados al teatro y su difusión alcanza niveles importantes, pero con el advenimiento y desarrollo de los medios de comunicación masiva como la prensa, la radio, el cine, la televisión y desde hace algunas décadas el internet, se popularizan de una manera que esos tradicionales autores jamás imaginaron, a tal extremo que sus personajes pasaron a convertirse en eternos íconos navideños.
Asoman otros clásicos
La producción literaria navideña sucedida en el llamado período victoriano marcó la continuidad de una serie de escritos, cuyo entorno tenía como telón de fondo al mes de diciembre: sus personajes, sus costumbres, sus celebraciones, su clima y hasta su gastronomía. Ricos y pobres, ancianos y niños, hombres y mujeres, elegantes salones y miserables viviendas, ficciones y realidades fueron descritos, denunciados y tratados por las plumas inmortales de escritores rusos como Antón Chejov ( Vanka) , Nikolai Gógol (Nochebuena)y Fedor Dostoyeski (Un árbol de Navidad y una boda).
En los Estados Unidos- cuna de grandes escritores- un notable autor no solo por figurar simplemente como O. Henry sino por dominar como ninguno el “cuento corto” publica en 1905 su imperdible texto El regalo de los reyes magos. La llamada “Reina del Suspenso” la prolífica inglesa Agatha Christie en diciembre de 1938 incursiona con la novela policíaca Navidades Trágicas. Para 1956, haciendo una añoranza de su desgraciada niñez, el genial Truman Capote escribe Un recuerdo navideño, del que el argentino Julio Cortázar dijo que “era una de sus creaciones literarias favoritas un cuento inolvidable”.En el año 2001, el escritor colombiano Jorge Franco Ramos publica El traído de navidad, conmovedora historia de profundas revelaciones en una ciudad atravesada por la violencia.
El listado de autores consagrados y nóveles que reaccionaron y reaccionan al influjo de la Navidad es infinito, como infinito es el “espíritu navideño” del que nos habla Dickens, que de una u otra forma lo conocimos, disfrutamos o sufrimos cuando niños, o quizás en la infancia de los hijos o de los nietos que nos regaló la vida. Diciembre es un mes que NUNCA pasa desapercibido, es un mes distinto, diferente, que envuelve con un misterioso encanto a todas las personas, en especial aquellos sensibles seres que, haciendo uso de las palabras logran interpretar ese sugestivo portento y lo plasman en cuentos, relatos y composiciones literarias, que, a modo de singular aguinaldo, SIEMPRE están esperando que los lean. (O)