El Paro Nacional, en realidad sectorial (indígenas) y regional (5 provincias), entra en nueva fase aunque la violencia y la represión no han cesado. Hay señales de diálogo en el horizonte. Ojalá. Pero nada está asegurado. Con la suma de aliados, las exigencias han crecido: de la baja del diésel a la salida del Presidente... Esperemos que los tiempos de paz estén próximos...
El 16 de noviembre, tendremos nueva elección. En doble vía: referéndum y consulta popular. El referéndum abordará tres preguntas peliagudas. Posibilidad de instalación de bases militares en el país. Supresión de financiamiento a partidos políticos. Y reducción del número de asambleístas. Por ahora, enfrentamos el tema de la consulta.
La pregunta de la Consulta Popular es la que más temblores produce. Su texto dice: ¿Está usted de acuerdo en que se convoque e instale una Asamblea Constituyente, cuyos representantes sean elegidos por el pueblo ecuatoriano, de acuerdo con las reglas electorales previstas en el Estatuto Constituyente adjunto, para elaborar una nueva Constitución de la República, la cual entrará en vigencia únicamente si es aprobada posteriormente por las y los ecuatorianos en referendo?
La pregunta es tan espinosa y con tanto efecto futuro, que los indígenas y sus nuevos adherentes al Paro, la han sumado a sus reclamos. Y han adelantado su opción por el NO. Están en su derecho y para ello solo precisan votar negativo. El correísmo posicionó esta postura en las semanas pasadas... entendible porque es autor de la Carta que hoy pretende reformularse.
El tema, sin embargo, no se agota con un SÍ o un NO en la papeleta. Incluye complementos relevantes: número de asambleístas, representatividad, y requisitos para ser nombrado. Serán 80 cerebros que en 180 días darán cuerpo a la Constitución 21. La que sigue a la Carta de Montecristi del 2008.
El número 80 no dice mucho. Ciertamente, es un número no excesivo pero sabemos que el número no garantiza la calidad. Tenemos ejemplos de Asambleas pequeñas inútiles y Asambleas numerosas inoperantes. Podremos tener 80 fieras sacándose los dientes y de espaldas al país. U 80 representantes solventes alineados con el país como unidad.
La representación es asunto complejo. Tendremos asambleístas nacionales (24), provinciales (50), del extranjero (6). Tres desequilibrios a resaltar. Uno, los elegidos en el extranjero será más numerosos que los de la mayoría de provincias. Dos, 14 provincias estarán representados por un asambleísta, es decir por un solo partido político. Tres, la asignación se hará por el método de D'Hondt que favorece al partido más votado.
Requisitos, la clave
Lo esencial refiere a los requisitos. Todos los analistas y periodistas concuerdan que mantener el nivel de exigencia actual (ecuatoriano, 18 años, en goce de derechos políticos) sería un error mortal. La Asamblea Constituyente, por su rango y trascendencia, merece mucho más. Más en formación (tercero o cuarto nivel), experiencia (8-10 años), integridad ética.
Añadimos dos planteamientos adicionales muy sensatos de Felipe Rodríguez (Primicias). "Certificación en conocimientos cívicos y constitucionales" que implicaría aprobar un examen sobre temas como: derecho constitucional, derechos fundamentales, políticas públicas....
Y proceso de "Capacitación obligatoria" para los asambleístas electos. Incluiría al menos: "ética, derechos comparado, innovación legislativa, economía sustentable". Nada impide -salvo la ceguera- que esto sea posible. Costos bajos y altos resultados. Propuestas y no lamentos.
Lo peor que puede suceder al paisito, es que los constituyentes repitan la pobreza y ruindad de las últimas asambleas. Ignorancia e improvisación, cero aportes en materia de derecho, circo y disputas estériles, bloqueos permanentes, apetitos personales o grupales, resentimiento como prioridad, lejanía de temas trascendentes del país.
Lo mejor que nos puede pasar es que logremos elegir (proponer es el primer paso) personas solventes (conocimientos y experiencia), hombres y mujeres notables (aportes notorios) y con una sola obsesión: el bienestar del Ecuador como un todo (no se sus pedazos), la modernización del país y su modelo de desarrollo, la disminución de brechas sociales, la soberanía y el pragmatismo en sus relaciones internacionales... Nada fácil con la fragmentación actual.
No hay tiempo para la ligereza e improvisación. Demanda un análisis integral de la Carta 2008 para identificar avances y vacíos. Destierra todo intento de desquite, dedicatorias, parches. Juguemos en serio. Ni lo mismo ni peor. Sabemos que ninguna Constitución lo arregla todo. Pero también que la identificación de destinos y lineamientos renovados puede provocar saltos hacia adelante. (O)