En Ecuador, el 50% de las personas declaró sentir estrés todos los días, según el estudio Gallup Global Emotions en 2024. En Quito, según la Primera Encuesta Distrital de Salud Mental en 2024, el 92,6% de las personas percibe niveles de estrés en su vida. Entendido, sin embargo, ¿esto es normal o es común? ¿es necesario vivir en ese estrés? Pues somos seres diseñados para sobrevivir, y, por lo tanto, para poder manejar el estrés. Justamente la respuesta de nuestro cuerpo y mente frente a factores estresantes, está diseñada para regresarnos al balance, a la homeostasis, al equilibrio, ojo, para regresarnos. Ahora, ¿qué pasa cuando hemos llegado al punto en el que vivir apurados, sin respiro todo el día, se ha convertido en la norma?
¿A cuántos de nosotros nos enseñaron realmente a reconocer lo que sentimos? ¿es el mismo estrés el que experimentamos en el tráfico versus el que sentimos en casa cuando la pantufla está en la mitad del camino, o cuando debemos resolver un conflicto grande en el trabajo? Por supuesto que no, y con otro no más rotundo, porque cada persona es distinta y reacciona de distinta manera frente a las circunstancias. Miremos el factor común de todo esto, la gran mayoría de nosotros, no aprendimos a reconocer si lo que sentimos es: impaciencia o apresuramiento en el tráfico (no es lo mismo), frustración o ira porque es la centésima vez que está la pantufla en la mitad del camino, ansiedad o miedo por lo que traerá el conflicto que debo resolver, y así una lista muy amplia de emociones que no hemos aprendido a reconocer y las encasillamos como estrés, o ni siquiera eso, nos hemos contagiado con el colectivo social, en el que normalizamos vivir de esta manera, incluso hasta parece que nos ha hecho más importantes el vivir con estrés, ocupadísimos todo el día.
Existen numerosos estudios que demuestran que el vivir en esos estados crónicos de emociones negativas, tarde o temprano tienen un impacto en nuestra salud, por ejemplo: debilitación del sistema inmune, insomnio, úlceras estomacales, incremento en inflamación, depresión, ansiedad, enfermedades cardiovasculares, entre otras. En mi caso, hace nueve años, viví episodios de ansiedad y arritmias cardiacas.
Dicho esto, vamos respondiendo: ¿Quién maneja ese piloto automático de tu semana? Aquí entra un punto importante, y es que la evidencia en neurociencia, sugiere que los adultos actuamos basados en programas que operan en nuestra mente subconsciente el 95% del tiempo, y es programada de tres formas: experiencias impactantes con alta carga emocional, hábitos incorporados (que muchas veces ni siquiera elegimos conscientemente), y el más poderoso, durante la infancia (2 - 10 años), ya que nuestro cerebro está funcionando en unas ondas cerebrales (frecuencia que genera la velocidad de comunicación entre neuronas) que permite que esas experiencias e información aprendida se graben directamente, sin filtros conscientes. Desde la neurociencia sabemos que nuestra personalidad se forma por la manera en que pensamos, sentimos y actuamos; y, si el 95% de ese tiempo estamos viviendo bajo esos programas inconscientes, en piloto automático, por ende, estamos en gran medida, viviendo según programaciones que ni siquiera sabemos que las tenemos. Esto explica por qué a veces ni siquiera entendemos por qué pensamos, actuamos o sentimos de cierta manera: no es algo que decidimos conscientemente, sino que está guardado muy profundamente. Y así, reaccionamos de forma automática ante esas situaciones cotidianas: nos irritamos en el tráfico, enviamos impulsivamente un mensaje que luego lamentamos, o decimos algo a un ser querido que nos arrepentimos al bajar la alteración.
Entonces, ¿esto es culpa de alguien? ¿de las personas con las que crecimos y no nos enseñaron, de los padres de nuestros padres que tampoco les enseñaron, del colegio en el que estuvimos? Aquí no existen culpables, lo que existe es el no conocernos, es decir, no aprendimos a reconocer lo que sentimos; y, por otro lado, existe la conciencia, cuando comenzamos a darnos cuenta, y, en consecuencia, pasamos esa línea invisible en la cual ya lo sabemos, por ende, ya está en nuestras manos. La buena noticia es que la autoconciencia es la llave para reescribir esos programas. La clave está en que mientras experimentas esa emoción desagradable, ya le pones una etiqueta, y si es que tú decides, aprendes a escucharte, reconocerlo y manejarlo. Al hacernos conscientes de nuestras emociones y pensamientos, damos pasos hacia reprogramar nuestra mente y cambiar esos estados negativos, para dejar de vivir de vivir en automático y empezamos a tomar el control del timón de nuestras vidas.
El único objetivo de todo esto es el dar ese empujón con bases científicas, que yo no tuve y pudo llegar a un infarto, y por lo tanto dar pasos hacia vivir bien, ¿qué es bien? Pues lo que tú decidas que te traiga bienestar: sensación constante de libertad, abundante paz, momentos que traigan alegría, experiencias en trabajo que generen satisfacción u orgullo, y entre miles más.
¿Cuál situación de tu vida puedes elegir reconocerla para comenzar hoy? (O)