Los subsidios son formas de apoyo de los gobiernos a personas, sectores o actividades que las autoridades públicas consideran necesitan el respaldo o la ayuda estatal. La experiencia internacional en esta materia es larga, diversa y de gran variedad de formas. Todos los países aplican subsidios, los desarrollados y los subdesarrollados así como ahora los llamados emergentes. Así mismo, los subsidios no son necesariamente atributo exclusivo de gobiernos de tendencia de izquierda o de derecha lo que si difiere son las formas de aplicación. En esta perspectiva, no es correcto asignar a los subsidios calificativos favorables o desfavorables, aunque si es muy distinta, como se dijo, la forma de aplicación y, por lo tanto, los resultados. Por tal razón los subsidios no son ni malos ni buenos, son instrumentos de política pública que deben reunir ciertas características para que puedan ser calificados de buenos o malos.
En términos generales hay bastante aceptación empírica que resume las características que debe reunir un subsidio eficiente, siendo las principales si el margen de cobertura del subsidio es el adecuado, si su durabilidad es permanente en el tiempo, si la evidencia sobre su aplicación es neutra, favorable o desfavorable en otras actividades, si la difusión de la subvención está debidamente presupuestada y difundida o si su costo está escondido de las cuentas públicas. El caso del bono de desarrollo humano que ya tiene aproximadamente 25 años de aplicación puede calificarse como un buen subsidio, pues está debidamente focalizado sin que esto implique que no tenga errores, está adecuadamente registrado en el presupuesto del estado y su focalización en sectores o personas es bastante preciso. El caso de las gasolinas o el diésel, en cambio, puede calificarse de un mal subsidio, pues produce distorsiones de mercado, es decir, no discrimina personas o sectores que deben recibir la subvención, genera externalidades negativas, es decir, irradia incentivos como es el contrabando a otros países y es un apoyo estatal abierto donde muchas personas que no merecen el subsidio se benefician del mismo.
El Ecuador ha estado subsidiando el precio de las gasolinas y el diésel durante más de 5 décadas habiéndole generado un costo al estado superior a los USD 70 mil millones sin ningún beneficio real a la población. En la actualidad el único país de la región que mantiene un subsidio abierto y generalizado a los derivados del petróleo es Venezuela. Por lo tanto, el Ecuador inició un esquema de bandas de precios para las gasolinas y el diésel en abril 2020 que se debe perseverar y mantener, pues además de generarle un ahorro al estado superior a los USD 1.000 millones anuales ha reducido el problema del contrabando de combustibles de una manera significativa.
Lo que podría analizarse son formas de compensación a personas o sectores que pueden eventualmente estar perjudicándose con el aumento del precio del diésel, pero de ninguna manera dejar de aplicar el esquema de la banda. Los subsidios de precios son normalmente abiertos e indiscriminados, lo que sería un precio de las gasolinas o el diésel menor al del mercado internacional. Lo correcto es un esquema que vincule el precio de los derivados al mercado internacional y diseñar un esquema de focalización para algún sector o personas que requieran el apoyo estatal. Un esquema que se venía aplicando meses atrás es la importación de partes y piezas así como de llantas para transporte de carga y de pasajeros sin aranceles. El otro podría ser un esquema de subsidio al transporte público.
Lo importante de la política de subsidios es que su aplicación reúna ciertas condiciones como las anotadas y no destruya una línea de conducción económica o un programa de gobierno, peor aún que responda a presiones electorales o políticas y abandone el respaldo técnico de mantener subsidios eficientes. (O)