Nadie se ha atrevido con el Mujica viejo, el presidente, el veterano sabio, humilde, alabado o cuestionado, criticado o elogiado, tan reverenciado como detestado. No se han atrevido con el poderoso e influyente. Se han animado solo con el Mujica adulto, víctima, preso, torturado e impotente. Nadie se ha animado a representar a su versión del siglo XXI en una ficción cinematográfica. Sobre esta etapa de su vida, que es la que más conoce el mundo, hay varios documentales. Del Mujica adulto y preso hay una sola ficción: La noche de los 12 años.
Tal vez no sea una cuestión de poder ni de influencias. Porque es cierto que Mujica ha sido más que desprendido con sus derechos de imagen e incluso con los de sus palabras; nunca cobró por estos conceptos (excepto por un libro, cuyas ganancias donó a una escuela).
Tal vez, la falta del Mujica viejo en las ficciones sea por la cercanía y el respeto que impone a muchos. Y tal vez sea por eso que si alguien se pregunta ¿por dónde empezar para conocer su historia?, responderle sería complicado.
Mujica: personaje o personalidad
En Netflix se puede ver todavía El Pepe, una vida suprema, el documental que filmó Emir Kusturica en Uruguay. En Filmin, plataforma española menos usada, pero con un buen catálogo, se encuentra el documental En el mismo barco. Allí también se puede ver otro documental, llamado Los sueños de Pepe, cuya premisa lo hará dolorosamente cercano para quienes más lo admiran: "Pepe Mujica tiene un sueño, dejar un mundo mejor para las nuevas generaciones. Sin embargo, el tiempo se acaba y no se puede recuperar".
En la plataforma +Cinemateca está disponible una rareza, el documental Tupamaros. Con producción alemana y filmado en 1997, cuando Mujica era un diputado bastante conocido dentro de fronteras, retrata al movimiento guerrillero a través de imágenes de archivo y reflexiones de fines de los años `90.
Y, finalmente, en YouTube está disponible Human, la película, que tiene un episodio enfocado en el presidente uruguayo. Por supuesto, en esa plataforma hay incontables videos con él de todo tipo y color. Pero Human está pensada como una película documental.

No parece casualidad que las cuatro visiones más nobles sobre Mujica provengan de Europa. Él mismo comentó que esa imagen que se construyó sobre su figura desde Europa se explicaba por las carencias humanas que tiene el primer mundo en medio de toda su abundancia material. Desde su punto de vista, lo habrían tomado como un símbolo de aquello que les haría falta, también lo habrían hecho por un móvil humano muy básico, que es la búsqueda de ídolos y figuras o instituciones de referencias.
Los sueños de Pepe, de producción española, combina sus palabras con imágenes, en una suerte de intento de reflexión acerca del colapso ambiental provocado por la hiperproducción y el consumo desmedido. En el mismo barco nace en el mismo país y se enfoca en el tema de los avances tecnológicos, sus peligros y posibilidades, a través de las reflexiones de Mujica y otras figuras de distintos ámbitos como el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman.
Human es un proyecto mayor, que dura tres horas e incluye decenas de entrevistas a personas y personalidades de todo el mundo. Su meta es responder ¿qué constituye al ser humano? En el canal de YouTube donde está publicada, se puede ver la película completa en un solo video o decenas de sus capítulos. El tercero más visto es el de la entrevista con Mujica, titulada "Jose`s interview", tal como se titulan los demás episodios.
Con excepción de Tupamaros, todos los documentales corresponden al Mujica pospresidencia, el que fue descubierto para todo el mundo con su discurso en Naciones Unidas (el mismo discurso que se convirtió en un libro infantil utilizado en escuelas de Japón). Se corresponden, entonces, con el veterano sabio, el guerrero (o guerrillero) que dejó las armas y eligió el diálogo, la escucha y la reflexión. Sin embargo, no tratan sobre el animal político que hemos podido ver y entender en Uruguay a la par que otras figuras ineludibles de los demás partidos. Lo que al mundo le ha interesado es el veterano que reflexiona sin escribir.
Y sobre ese Mujica nadie se ha atrevido a hacer una recreación ficticia como hizo Clint Eastwood con Nelson Mandela. Su película se llamaba Invictus y se realizó cinco años antes de la muerte del sudafricano.
Algo más atrevido fue Emir Kusturica en Una vida suprema, en la que se lo ensalza con notoria admiración, pero se intenta humanizarlo en escenas (tal vez innecesarias) en las que muestra cómo escupe el mate o se levanta al amanecer en calzoncillos y se rasca las nalgas.

¿Por dónde empezar si se quiere conocer su historia desde lo audiovisual? ¿O al menos un corte? Tal vez por esta última, en Netflix, aunque es claramente un retrato acrítico sobre él. Un complemento, aunque con bemoles, sería el documental Tupamaros, en +Cinemateca.
Al ser una figura compleja, cuya historia atraviesa décadas terriblemente agitadas, discutidas y no laudadas, un retrato documental sobre él sería casi siempre incompleto, salvo que sea muy extenso y originado en algo distinto a la admiración. Nada muy diferente a lo que pasa con Mandela y el retrato cinematográfico que hizo Clint Eastwood en Invictus.
Actuado y personificado
En cuanto a la representación ficticia de Mujica, los ejemplos son escasos. De hecho, hay uno que es discutible.
El caso más conocido es el de La noche de 12 años, del uruguayo Álvaro Brechner (2018), que hasta no hace mucho se podía ver en Netflix y que aparentemente no parece estar disponible siquiera en VOD. En ella, Mujica era muy bien interpretado por el español Antonio de la Torre y se contaba los años de encierro y el viaje a la locura que vivió con sus colegas Mauricio Rosencoff y Eleuterio Fernández Huidobro.
Intensa y potente, fue realizada por uno de los directores más destacados del cine nacional con un buen despliegue de producción. Se concentraba en ese período y tenía el visto bueno de los protagonistas. Aportaba buen cine e impacto emocional, pero no un ángulo distinto sobre los protagonistas.

No se podía esperar otra cosa. Después de todo, son muy escasos los ejemplos de ficciones que cuestionan a las figuras reales de las que hablan (The apprentice es un ejemplo, sobre Donald Trump). En este caso, lo interesante y novedoso era el retrato de la deshumanización tanto de los prisioneros como de los carceleros.
El otro caso de un Mujica ficticio, por llamarle de algún modo, también es inaccesible. Es una pena. Se trata de Misión no oficial, un falso documental realizado en 2013, que mostraba a un supuesto farmacéutico que, junto a su madre viajaba a Estados Unidos con la intención de traer a Uruguay cincuenta toneladas de marihuana como contrabando. Mujica aparecía haciendo de sí mismo y se prestaba para la ficción de este supuesto documental y el delirante plan de sus protagonistas.
Por algún motivo, en el cine con o sobre Mujica nadie ha querido alejarse demasiado de los hechos reales, salvo los directores de este último ejemplo. En La noche de los 12 años esos hechos son el racconto de los tormentos que atravesó. En los demás documentales, son sus palabras y, más reales todavía, son los gestos de admiración por parte de sus realizadores hacia el Mujica del siglo XXI.
Su actitud, además, su tono, los tiempos de su oratoria, son todo. Él solo se convirtió en una presencia inevitable desde una naturalidad aparente. Tal vez no necesite de un actor porque él mismo cumple el doble rol de figura real y de personaje. Ese es el Mujica del siglo XXI.
¿Hubo un Mujica del siglo XX distinto a ese? Es siempre el mismo, una persona en evolución, un político de raza que nació y se forjó en un mundo radicalmente distinto al actual, pero que tuvo la virtud o la suerte de hablarle a muchas generaciones. Y que, a su modo, abrazó su fama mundial. El Mujica del siglo XXI es el hombre que aprendió en muchos sentidos, tanto de los golpes como de las alabanzas, y que lanza sus reflexiones con la suficiente simplicidad como para ser accesible a toda persona. A encumbrados académicos como Bauman y Noam Chomsky o a cualquiera de los millones de usuarios de plataformas de streaming.