Las remesas volverán a marcar un máximo histórico para América Latina y el Caribe en 2025. En su reciente informe, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que los flujos hacia la región rondarán los US$ 174.400 millones, lo que supone un crecimiento de 7,2 % frente a 2024.

Con datos observados hasta el tercer trimestre y proyecciones para el cierre del año, el informe también permite ordenar a los principales receptores por monto y leer, en paralelo, qué tan determinantes son esas transferencias en relación con el tamaño de cada economía (remesas como proporción del PIB).

En el puesto 1 aparece México, con US$ 61.810 millones. El BID proyecta para ese país una contracción de 4,5 % en 2025, asociada al llamado “efecto base”, es decir, que la comparación se hace contra un 2024 inusualmente alto por factores cambiarios, lo que hace que el crecimiento del año siguiente se vea artificialmente menor o incluso negativo.

En cuanto al origen, Estados Unidos concentra 96 % de las remesas que llegan a suelo mexicano.

Le sigue Guatemala, con US$ 25.857 millones. Su caso combina escala y alta exposición macroeconómica: el informe sitúa a este país entre los países donde las remesas pesan más en el ingreso nacional y donde el flujo se explica mayoritariamente por envíos desde Estados Unidos, que aporta 92,9 % del total.

En el frente social, el BID advierte un patrón relevante para interpretar el impacto debido a que una porción grande de las remesas termina en hogares no pobres, es decir, familias que, según las líneas oficiales, están por encima del umbral de pobreza. En Guatemala, el 80 % del monto total se concentra en hogares no pobres.

El tercer lugar le corresponde a Colombia, con US$ 13.379 millones, el mayor receptor sudamericano dentro del top 10. Según el BID, en este país pasa algo concreto: más del 90 % del dinero de remesas no llega a las familias más pobres, sino a hogares que están por encima de la línea de pobreza. Es decir, la mayor parte de ese dinero se queda en familias que no son consideradas pobres, aunque igual pueden necesitarlo para sostener su presupuesto.

Ese dato explica que, aunque en algunos países las remesas no se vean tan grandes en la economía total, para muchas familias son parte del dinero con el que pagan la casa, la comida y otras cosas del día a día. Si ese envío se detuviera, el golpe más fuerte lo sentirían las familias que lo reciben seguido y dependen de él para llegar a fin de mes.

En cuarto puesto figura Honduras, con US$ 11.983 millones, y con una de las señales más claras de dependencia relativa en la región. El BID la coloca entre los países que registraron los mayores incrementos de remesas en 2025 y subraya que, en Centroamérica, los mayores aumentos se explican por migrantes radicados principalmente en Estados Unidos.

En el origen, el mercado estadounidense representa 90,1% de los envíos hacia Honduras.

A continuación, está República Dominicana, con US$ 11.973 millones, líder del Caribe por volumen. Para 2025, el BID estima que el Caribe cerrará con ingresos por remesas del orden de US$ 20.883 millones, un incremento de 9,2 % interanual, apoyado en buena medida por el dinamismo hacia los dominicanos. En el corredor de origen, Estados Unidos es la principal fuente y aporta 84,5 % de las remesas.

El sexto puesto lo ocupa El Salvador, con US$ 10.001 millones. El BID lo ubica entre los países con mayores incrementos de remesas en 2025 dentro de Centroamérica, en el mismo grupo donde también están Honduras, Guatemala y Nicaragua. Estados Unidos también concentra 95,8 % de los envíos a este país.

En el análisis social del informe, esta nación también está en el grupo donde más del 90 % del total termina en hogares no pobres.

En séptimo lugar aparece Ecuador, con US$ 7.916 millones. En Sudamérica, el BID señala que Ecuador y Colombia mostraron incrementos significativos en 2025, comparables con los de Centroamérica, especialmente en los flujos provenientes del mercado estadounidense. Ese país se mantiene como el principal emisor, con 67,8 % del total de remesas. 

El informe, sin embargo, no detalla el segundo país de origen para Ecuador; lo que sí ofrece como marco es que, para Suramérica en conjunto, después de Estados Unidos aparece Europa como un origen de peso, con España destacando dentro de esa participación.

En Ecuador, el BID calcula que gracias a las remesas entre 0,3% y 1,6% de la gente podría mejorar su situación y salir de la pobreza o estar menos cerca de caer en ella. Pero también dice que la mayor parte de ese dinero llega a hogares que no son considerados pobres, aunque igual usan esas remesas para sostener sus gastos.

En octavo lugar se ubica Nicaragua, con US$ 6.199 millones, con origen en Estados Unidos que aporta 75,3 %. El BID cita reportes nacionales y da un dato clave para entender el aumento, en 2025 hubo 16% más envíos de remesas y, además, cada envío fue en promedio 8,8 % más alto el monto. Es decir, no solo llegaron más giros, sino que también llegaron con más dinero.

En noveno puesto está Perú, con US$ 5.400 millones, dentro de una Sudamérica que, según el BID, cerraría 2025 con un crecimiento moderado en remesas. En el mapa regional, el país se mantiene dentro del bloque sudamericano que aparece en el top 10 junto con Colombia y Ecuador, en un año en el que el informe describe un avance más moderado de las remesas en Sudamérica que el repunte observado en Centroamérica.

Cierra el top 10 Haití, con US$ 4.904 millones, uno de los casos donde las remesas tienen mayor peso relativo en el Caribe. Estados Unidos es la principal fuente con 62,8%, y Canadá aparece como segundo actor relevante en la subregión.

El BID también anota que en Haití sobresale una fracción clasificada como proveniente de “otros países”, ligada en parte al vínculo con República Dominicana.

El ranking confirma una doble realidad. Por volumen, México sigue marcando el pulso del total regional. Por dependencia, varios países centroamericanos y caribeños muestran que las remesas funcionan como una pieza estructural del ingreso nacional y del presupuesto familiar. Esa combinación vuelve más sensible cualquier cambio en empleo, migración o condiciones de envío en los principales países de acogida, especialmente Estados Unidos. (I)