Cinco cosas que aprendí viajando un mes por Japón
Si hacemos nuestro trabajo de forma excepcional, ya somos excepcionales

Son las cinco de la mañana y Suzuki Takahashi, el propietario de la cafetería más popular de la zona financiera, se encuentra abriendo el local desde donde prepara el mejor café de esta parte de la ciudad. Le da la bienvenida a su única empleada, quién le ayudará a receptar y despachar los pedidos que iniciarán en unos momentos más y a preparar los exquisitos sándwiches que sus clientes añoran saborear.

Cuando llegan los primeros comensales les saluda con una sonrisa y les dice que pueden sentarse donde gusten. No existe mesa igual ni en estilo ni en tamaño. Pero todas tienen sillas o sillones cómodos y vista a una pared blanca donde se proyectan imágenes de dibujos estilo manga que serían completamente estáticos de no ser por las flores que vuelan gracias al viento que sopla desde las montañas o la lluvia que cae del cielo como parte de la animación realizada por el artista. Un espectáculo que acompañado de la música de fondo de un piano clásico convierten al lugar en un oasis de paz en medio del caos de Osaka.

Suzuki es un ejemplo de cómo hacen su trabajo los japoneses: con dedicación, atención al detalle, cariño, y enfoque en el cliente más que en lo que requieren ellos del negocio.

Ofrecerles propina es un insulto, no requieren ser motivados para ser excepcionales. Ser la mejor versión de ellos mismos no requiere sobornos.

El respeto es un valor fundamental

Los japoneses comprenden al respeto desde varias dimensiones y no desde aspectos limitados como ser aseado y saludar al entrar a algún lugar. Para los japoneses el respeto incluye el tiempo, la propiedad, el honor y las emociones de las personas. No se basa únicamente en normas sociales, como sucede  en sociedades como la nuestra donde el respeto muchas veces se usa para quedar bien con el resto, sino que es parte de quienes son.

Lo interesante de incorporar este valor es que la cantidad de control necesario disminuye y los ciudadanos pueden ocupar sus facultades mentales de forma creativa o para producir más eficientemente en vez de pasar sus días cuidándose no ser aprovechadas por alguien más. Algo que sí sucede en países donde la cultura predominante ve al respeto como una señal de sumisión y por lo tanto un desvalor.

El sistema refuerza la cultura

El costo del transporte en Japón está en función de la cantidad de uso que se le de, es decir, en función de la distancia recorrida por el pasajero. Esto no es único a este país. En Alemania sucede algo similar. La diferencia es que en el segundo el control de la distancia recorrida, y por lo tanto de si el usuario pagó la tarifa correcta, se da mediante inspectores de forma aleatoria. En el primero cuentan con un sistema que requiere el ingreso del ticket al ingresar a la estación y al salir de ella. Las máquinas se encargan de validar que el usuario haya pagado lo que corresponde y en el caso de que no lo haya hecho, impide que salga de la estación. Junto a las salidas existe un cajero denominado "Ajuste de Tarifa" que permite pagar por la diferencia de forma rápida de ser el caso que sea necesario.

Esta forma de proceder no solo aplica a los trenes sino en general a toda la economía japonesa, tanto en el sector privado como público, y es una forma inteligente y elegante de asegurar que los usuarios se comporten conforme a lo que se desea de ellos, en este caso, a mostrar respeto por la propiedad ajena.

Trabajar es esencial en la vida, pero no lo es todo

Me llamaba la atención como algunos negocios, sobre todo los operados por sus propios dueños, cerraban a horas extrañas para un occidental o cuando se vendían los productos que habían definido debían venderse para ese día.

Me quiero atrever a pensar que este comportamiento se da debido a que es una cultura milenaria que ha comprendido a lo largo de los siglos que acumular por acumular nunca produce una buena cosecha, que lo único que logra una conducta así es congestionar la vida de cosas a la par de destruir el medio ambiente.

Antes de ejecutar una idea se la debe validar

Uno de los atractivos turísticos de Tokyo es el puente Nihonbashi que une dos secciones económicamente importantes de la ciudad desde el año 1603 (la versión actual del puente de hierro tiene más de 100 años de antigüedad). Por sobre éste se construyó una enorme autopista que afecta el ornato de este insignia histórica y que contamina inevitablemente el paisaje. Algo que los takiotas han notado y que les ha llevado a la decisión de cambiar la ubicación de esta sección de la autopista.

El proyecto tomará 20 años en llevarse a cabo. De éstos, los primeros cinco serán dedicados a la planificación y los siguientes 15 a su construcción.

Es un gran ejemplo de la necesidad de primero pensar las acciones que se deben tomar y apenas luego de haber sido pensadas, hacerlas realidad con una estricta ejecución.

Para contrastar la capacidad de planificación de los japoneses les contaré que afuera de mi casa levantaron medio carril de la calle e hicieron una zanja que la recorría longitudinalmente por al menos 100 metros. Cuando me acerque al que parecía ser el capataz que lideraba al grupo y le pregunte "¿qué están haciendo?" me respondió con un "no sé".

Me sacó una sonrisa su respuesta por la inocencia con la que la expresó. Me recordó que ya había regresado a mi amado país, él que aún no es una nación cohesionada por no ser milenaria, que siendo adolescente tiene toda su vida por delante y por lo tanto un potencial infinito de convertirse en Japón. O un país inclusive mejor. (O)