Dólar o no dólar, esa es la cuestión
El Ecuador tiene un trauma grave respecto de la crisis financiera y el cambio hacia la dolarización que ocurrió entre 1999 y 2000, lo que generó un caos social general.

"Cuando la economía va mal, la política va peor", decía Enrique Fuentes Quintana, célebre economista español que se encargó de modernizar el modelo tributario y económico de su país tras superar la era franquista. Y pese a que las cosas en el Ecuador no van muy bien, el tomar las decisiones erróneas podría provocar que se pongan mucho peor. 

En las últimas semanas se habló con profusión, y con toda razón, del destino de la dolarización en el Ecuador. La tensión general, crispada por el caldeado ambiente social, nos llevó a hacernos preguntas pertinentes sobre el esquema monetario que nos ha brindado estabilidad en medio del caos político de estas dos décadas y media. Y es que el problema no está en que se declare al dólar como la moneda oficial del país. Eso no es un blindaje de nada. El meollo del asunto está en que se declare al dólar como la ÚNICA moneda de circulación nacional. De esta forma sí se podría cerrar la posibilidad de cualquier iniciativa trasnochada de establecer una moneda paralela, amenaza que, al parecer, ha quedado atrás luego de la elección del 13 de abril pasado.

Los comicios presidenciales que acabamos de superar fueron una lección a aprender para la clase política ecuatoriana. El pueblo dijo claramente que NO está dispuesto a poner en riesgo la dolarización bajo ningún concepto y mucho menos a aceptar eufemismos ridículos como eso de la 'dolarización a la ecuatoriana'. Esto porque, en el momento histórico menos pensado, las tentaciones y las circunstancias pueden llegar a ser más fuertes que el interés de la sociedad. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si en un gobierno posterior al que hemos elegido escasean los ingresos necesarios para sostener la operatividad del Estado y, a la par, se incrementa el aparato burocrático y se restringe el flujo comercial con socios clave como Estado Unidos? 

Esa falta de recursos podría inducir a usar la reserva internacional, que no es del Gobierno sino de todos los ecuatorianos, para reactivar temporalmente la economía, algo que no es sostenible a largo plazo, dando lugar al catastrófico escenario de que el Ministerio de Finanzas deba emitir bonos que el Banco Central tendrá que comprar obligatoriamente para meterlos nuevamente en las cuentas de ese mismo ministerio y así pagar 'fantasiosamente' a la misma burocracia, proveedores y gastos de capital. Eso sí que mataría la dolarización.

El Ecuador tiene un trauma grave respecto de la crisis financiera y el cambio hacia la dolarización que ocurrió entre 1999 y 2000, lo que generó un caos social general. Este recuerdo colectivo nos marcó para siempre como nación, y la elección última demostró que aún nos sigue marcando. Jamás podemos darnos el lujo de permitir el colapso del sistema monetario que constituye el último reducto de estabilidad en medio del vaivén político e institucional que padecemos todos los días. Justamente en función de aquello es que debemos llegar a acuerdos permanentes. (O)