Ecuador debe prohibir las redes sociales para adolescentes
Mientras los adolescentes ecuatorianos viven atrapados en ciclos de ansiedad, odio digital y exposición permanente, el país sigue sin reaccionar. Adolescence, la serie que incomodó al mundo, mostró un presente que muchos prefieren ignorar. Australia entendió el daño y actuó, pero Ecuador sigue sin decidir si la adolescencia merece defensa o desinterés.

Adolescence ganó un Emmy por lo que expuso. Su guion refleja una realidad incómoda que se repite con demasiada precisión. Adolescentes criados en plataformas que modelan su pensamiento, sus emociones y su forma de relacionarse. El chico que empieza buscando entretenimiento y termina en canales de odio. La adolescente que observa cuerpos ajenos hasta detestar el propio. El grupo que convierte el acoso en parte del juego. Todo eso ocurre sin pausa, sin guía y sin contención.

En Ecuador, la escena no cambia. Pasa en cada colegio donde los docentes ven cómo se desvanece la atención. En cada hogar donde los celulares reemplazan conversaciones. En cada adolescente que aprende a medirse por la reacción de otros. La adolescencia dejó de vivirse en privado. Hoy se transmite, se compara, se rinde al algoritmo.

Los datos son claros. Uno de cada siete adolescentes en el mundo vive con un trastorno mental diagnosticado. La ansiedad, la depresión y los trastornos del sueño son parte del paisaje cotidiano. Más del 95 % de los jóvenes entre 13 y 17 años usa redes sociales. En Ecuador, uno de cada cuatro estuvo involucrado en situaciones de ciberacoso. Esta es una realidad consolidada.

Frente a esto, el Estado mantiene su indiferencia. En Ecuador no existe legislación que limite el acceso de menores a redes sociales. Tampoco hay un plan nacional de salud mental con foco digital. La responsabilidad recae sobre las familias, como si el diseño de estas plataformas fuera neutral o inofensivo. Como si una conversación bastara frente a una industria multimillonaria entrenada para capturar atención y modificar conducta.

Australia tomó una decisión política que marcó un precedente. Aprobó una ley que impedirá el acceso a redes sociales para menores de 16 años. La medida exige a las plataformas tecnológicas implementar sistemas de verificación de edad y bloqueos efectivos. Aunque su implementación comienza a finales de 2025, ya abrió un debate global sobre los límites de la libertad digital y la responsabilidad del Estado frente a la salud mental adolescente.

En Ecuador, seguimos discutiendo si intervenir es exagerado. Pero proteger no es retroceder, es anticipar, es reconocer que el desarrollo humano necesita marcos, que la libertad digital también exige cuidados y que las plataformas dejaron de educar para empezar a condicionar.

Adolescence pide reacción. Muestra lo que ocurre cuando los adolescentes crecen sin límites en entornos diseñados para manipularlos. El mensaje está ahí, a plena vista. Actuar es una decisión adulta y posponerla también lo es.

Regular el acceso a redes sociales para menores de 16 años es una política necesaria. No hay argumento sólido para seguir postergándola. La salud mental ya está afectada, el modelo educativo ya perdió poder frente al algoritmo y la juventud avanza en un entorno cada vez más hostil. Nuestro país tiene todos los elementos para actuar, lo que hace falta ahora es la voluntad y la convicción de que todavía podemos proteger a los ecuatorianos más vulnerables. Aquellos que no eligieron nacer en un época dominada por los imperios digitales. (O)