Equipos consultivos: aprender acompañados
El liderazgo auténtico no se mide solo por los resultados alcanzados, sino por la capacidad de aprender con humildad, escuchar sin defensiva y mantener viva la curiosidad que reactiva nuevas ideas.

El ejercicio prolongado de un rol directivo puede generar una ilusión de control basado en procesos maduros, resultados sólidos y mejores equipos. Sin embargo, el entorno evoluciona más rápido que la estructura, y la operación diaria puede convertirse en un limitante. Aun con indicadores favorables, a veces ignoramos señales críticas como riesgos de gobernanza, tensiones internas, desgaste personal o la urgencia de innovar para ser competitivos. Es decir, el éxito puede ser un sedante de nuevas visiones.

En ese contexto, hace poco tuve la oportunidad de presentar un caso ante un grupo consultivo externo. Escuchar a ejecutivos de diferentes sectores analizar mi situación, sin vínculos internos ni sesgos institucionales, me dejó ver lo que la rutina ya había normalizado. Surgieron perspectivas sobre la necesidad de fortalecer la independencia operativa, simplificar portafolios, replantear modelos de negocio más ágiles, e integrar más tendencias como la inteligencia artificial y las habilidades humanas. Entre muchas más opiniones, la diversidad de miradas generó claridad donde antes había ruido.

La retroalimentación también me llevó a reflexionar acerca de la diferencia entre cansancio y aburrimiento. El cansancio erosiona, el aburrimiento estanca. El cansancio pide pausa, límites y restauración; el aburrimiento exige renovación, desafío y creatividad. A veces creemos estar agotados cuando, en realidad, estamos poco desafiados. O confundimos la necesidad de cerrar un ciclo con la necesidad de reinventarnos. Necesitamos aprender a leer esa diferencia, porque de ella depende si paramos o evolucionamos.

Sin duda es importante reconocer el desgaste para fijar límites saludables, decidir con más valentía y menos culpa, e incluso aceptar que ciertos ciclos requieren un cierre para que nueva vida pueda respirar. Recordé que el bienestar no solo influye en la claridad mental, sino en la capacidad de anticipar, innovar y sostener con coherencia; pues la estrategia necesita a la persona tanto como la persona necesita a la estrategia. 

Estas conversaciones hicieron visible la presencia de sesgos frecuentes en posiciones en donde nos acostumbramos a hacer, decidir y delegar: el sesgo del héroe que intenta sostenerlo todo, el sesgo de continuidad que mantiene estructuras por lealtad histórica, o el sesgo emocional que confunde compromiso con sacrificio excesivo. 

Un espacio consultivo externo funciona como un antídoto: permite nombrar lo que incomoda, cuestionar supuestos y reinterpretar decisiones sin miedo a repercusiones internas. Es, en esencia, un laboratorio de pensamiento honesto donde la curiosidad y el análisis con las mejores intenciones se juntan.

La creatividad ajena puede reavivar la curiosidad propia, recordándonos que el pensamiento estratégico más que datos, necesita imaginación. Cuando voces externas aportan experiencias distintas y miradas complementarias, ocurre algo que el liderazgo suele olvidar: el pensamiento se expande.

Escuchar sin defensiva y sin interrupciones abre espacio para el asombro intelectual. Las ideas distintas pueden activar la imaginación y devolvernos la ilusión por crear y generar mayor impacto. La mente que se sabe escuchar a sí misma crece; la que aprende a escuchar a otros se renueva.

La riqueza de un grupo consultivo está en su capacidad de unir lo racional y lo humano. Además de aportar una lectura estratégica abierta a posibilidades, despierta curiosidad, renueva preguntas y devuelve la chispa creativa que la rutina apaga. Más allá de definir el camino adecuado, es clave reavivar el deseo de recorrerlo. Quizá el sueño se fortalece cuando se recupera la ilusión por impactar más, mejor y constante.

Esta experiencia reafirmó que el aprendizaje continuo no es solo un complemento sino un requerimiento para tomar buenas decisiones. Y aprender con diversidad cognitiva, criterio externo, y conversaciones necesarias y a veces incómodas, es lo que nos permite ver nuestros propios puntos ciegos. Un consejo consultivo no sustituye la experiencia, pero la amplifica hacia lo que uno mismo ya intuye, pero no siempre tiene la valentía de enfrentar.

Hay que ser valientes para ver. El liderazgo auténtico no se mide solo por los resultados alcanzados, sino por la capacidad de aprender con humildad, escuchar sin defensiva y mantener viva la curiosidad que reactiva nuevas ideas. Tal vez la pregunta esencial no es ¿Qué decisión debo tomar ahora?, sino ¿Quiénes me acompañan a tomarla? Porque no solo hay que pensar bien, sino rodearse de quienes pueden enriquecer nuestras visiones, y aprender acompañados. (O)