El 24 de mayo marca un punto de inflexión para el Ecuador. No solo porque se renueva un gobierno, sino porque el tablero geopolítico energético ha cambiado con una fuerza tan determinante que exige una respuesta clara, ambiciosa y estratégica. Mientras el mundo avanza hacia un nuevo orden de energía barata basada en combustibles fósiles, Ecuador no puede seguir atrapado en la parálisis ni en narrativas energéticas divorciadas de su realidad productiva.
Arabia Saudita, el actor más poderoso dentro de la OPEP, ha liderado una jugada que está revolucionando el mercado petrolero: impulsar la producción, castigar a los miembros incumplidores del cartel y presionar el precio del crudo a la baja. Lo hace no desde el cortoplacismo, sino desde una visión geopolítica pragmática: ganar cuota de mercado, marcarle el paso a los Estados Unidos en su agenda energética global, y fortalecer su capacidad de negociación futura. En otras palabras, los árabes se anticipan a un mundo donde el petróleo seguirá fluyendo, pero será más competitivo, más estratégico, y sobre todo, más barato.
Estados Unidos celebra. Trump, con un periodo de Gobieno recién iniciado, observa cómo el barril se acerca a su objetivo de los $50 por barril, lo que favorece su narrativa de combustible accesible y crecimiento sin inflación. China, por su parte, agradece el respiro en sus costos energéticos, impulsando su industria. ¿Y Ecuador? Ecuador observa. Pero no basta con observar.
El país enfrenta una tormenta perfecta: caída de ingresos petroleros, castigos de hasta $13 por barril frente al WTI, una producción en declive y una infraestructura energética que urge modernización. El presupuesto general del Estado proyecta ingresos con un crudo a $64, pero hoy el precio real que recibe Ecuador , en ese escenario, estaría por debajo de $40. Esta realidad no se cambia con discursos, sino con decisión y acción.
Señor Presidente, ha llegado la hora de una verdadera independencia energética. No una independencia ideológica ni simbólica, sino una que se construye con delegación eficiente de la producción, construcción de refinerías, inversión y empleo. Ecuador tiene petróleo. Lo que le falta es voluntad política para aprovecharlo con inteligencia y soberanía.
El país debe cerrar procesos pendientes como la delegación del campo Sacha, un activo estratégico que no puede quedar abandonado por falta de decisión. Tiene que lanzar nuevas rondas exploratorias, acelerar los contratos con privados y estatales, y entender que en este nuevo contexto geopolítico, cada barril que no producimos es una oportunidad perdida que alguien más aprovechará.
La construcción de una nueva refinería no es un lujo, es una necesidad. Importar combustibles refinados nos cuesta demasiado, no solo en divisas, sino en pérdida de autonomía. Una refinería bien estructurada, con participación público-privada, puede reducir el costo de los combustibles, generar empleo, y darle valor agregado a nuestro crudo. No se trata de reemplazar las renovables —que seguirán siendo parte del mix energético—, sino de reconocer que hoy no son ni baratas ni suficientes. La transición energética debe ser justa, ordenada y adaptada a nuestras capacidades. No podemos subsidiar energías caras con un Estado quebrado.
La apuesta por los combustibles fósiles no es una traición al futuro, es una estrategia para construirlo con estabilidad. En un mundo donde las potencias están retomando el control sobre sus recursos naturales, Ecuador debe hacer lo mismo. Ya no hay espacio para titubeos ni para decisiones técnicas bloqueadas por ideologías.
Necesitamos un plan nacional de independencia energética que trace metas claras: aumento sostenido de producción, atracción de capital privado sin perder control soberano, infraestructura de refinación moderna y mecanismos de comercialización más eficientes. Un plan que conecte cada decisión energética con resultados sociales: empleo, obras, educación y salud. Porque la energía no es solo una línea del presupuesto, es la columna vertebral de la dolarización y de nuestra estabilidad macroeconómica.
La historia juzgará a quienes comprendan el momento y actúen en consecuencia. El 24 de mayo puede ser solo otra ceremonia o el inicio de una transformación. El mundo se está moviendo rápido, y los que no corren con él, quedan atrás.(O)