Estafas en la cancha
El fútbol es la magia mayor de las diversiones del mundo. Aficionados disfrutan con pasión las jugadas y los goles. Son víctimas, en ocasiones, de engaños y estafas.

"Quemar tiempo", es una expresión muy futbolera, aunque puede aplicarse a otras esferas. Tiene que ver con dramas falsetes y múltiples mañas para dejar que corra el tiempo sin alteraciones y sin que se modifiquen resultados... Los lectores seguro estarán pensando en sabrosos ejemplos aplicables a la política... Pero, por hoy, será el fútbol nuestro objeto de reflexión. 

El fútbol ha dejado de ser un juego ingenuo y desinteresado. Es una práctica sociocultural -con gran peso económico- extendida en todo el mundo. No distingue edades, género, colores, lugares. Ha generado como producto al "hincha", ser extraño, a veces fanático, capaz de dejarlo todo por su bandera. Asisten a estadios, escuchan la radio, se pegan a la tele, revisan las redes y los celulares, siguen a periodistas bochincheros, discuten con medio mundo. Una magia que solo viviendo se la puede saborear.

La afición-pasión es tal, que en ocasiones se pasan por alto engaños y trampas. La más visible en estas semanas ha sido la reducción del tiempo efectivo de juego, la quema de tiempo. La practican todos los clubes, pero últimamente han desbordado el sentido común, el aguante y la ética. 

Insólito: partidos que deberían durar 90 minutos, no llegan a 50... Le roban al aficionado 40 minutos de su amado deporte. Los jugadores de un equipo exageran los golpes, se botan al suelo, prolongan los reclamos, dilatan los cambios, demoran los saques de gol... Un show, muchas veces ridículo, para engañar al árbitro (que se hace el gil) y hurtar al aficionado que ha pagado por partidos completos. 

A veces no se reflexiona hasta que un equipo es víctima y lo pone en evidencia. Es el caso de la Liga de Quito, pero ocurre también con otros equipos, Independiente o Barcelona, Emelec o Deportivo Cuenca. Sobre todo, cuando un "equipo chico" quiere asegurar una ventaja que le parece histórica. (Esto, por supuesto, no justifica la inoperancia del equipo perjudicado).

Si de culpables se trata, figuran en primera línea los jugadores, que jamás reciben sanción por sus sapadas. Pero detrás están los directores técnicos que sin conciencia mandan a sus guerreros a no perder, a engatuzar, distorsionando la competición y con ella el espectáculo y el embrujo del fútbol.  Como si los resultados fueran la única recompensa.

El árbitro no se libra de culpas. La mayoría, jueces sin autoridad ni carácter, que minimizan las irregularidades, que tratan de contentar a todos y terminar pronto. Pocos se arriesgan a ser justos. En la quema, son reactivos, esperan, permiten, soportan. Y al final añaden 5 minutos como para que nadie se queje. 

El aficionado tiene su responsabilidad. Pues acepta, aplaude y no denuncia las trampas. Y continúa asistiendo a los estadios y pegándose al televisor.

Un peligro mortal

La quema de tiempo se queda corta ante la amenaza del "amaño" de partidos. Es decir, la compra de jugadores o directores técnicos, de árbitros o dirigentes para lograr un resultado. Por ahora se trata de primeras señales, denuncias al margen, escándalos consumados a medias. Pero ojo, ya están entre nosotros, especialmente en la serie B.

Los intereses en juego son enormes. Existen pequeñas fortunas que se mueven tras bambalinas. Hoy, los apetitos se incrementan por la penetración de las empresas apostadoras. Algunos dirigentes han iniciado investigaciones y anunciado sanciones drásticas. Ojalá no se duerman en los laureles. Imagínense la frustración de los amantes de a pie del fútbol. La calidad y el arte de los futbolistas se harían humo.

Una trampa adicional. Advertimos sobre otra maniobra sucia en la TV: la invasión de las pantallas, más de una cuarta parte, con mensajes publicitarios sobre cualquier cosa, bancos o alcaldes, cosméticos o seguridad, medicinas o casas de juego. Suprimen o dificultan parte de la visión de momentos estelares de un partido. El fondo es el mismo: el aficionado paga por juegos completos, no por pedazos de propaganda, a veces aberrante.

Para terminar con mejor sabor, vale la pena destacar la campaña de la CONMEBOL contra el racismo, la violencia y la discriminación. Al inicio de cada partido, los jugadores se alinean en forma alternada y se presenta la consigna a favor del juego limpio y el respeto a todos.  Un mensaje sugerente, comprometedor. Si así llueve que no escampe.

Como siempre, hay gente que afirma que es fútbol "nomás" y que no se debe exagerar ni meterse en él ningún tema extraño. Pero no hay tal, no hay esfera -ni bienes ni servicios- en la que no tenga sentido defender los derechos y el respeto, en este caso, a miles y miles de aficionados.  El abuso debe denunciarse en cualquier circunstancia. (O)