Las mujeres poderosas
Relato y dato pueden ir de la mano. Así lo demuestran las historias y las estadísticas de las mujeres power que tiene el Ecuador. Ellas encarnan olfato para los negocios, resiliencia para seguir adelante, empatía para conectar con equipos y liderazgo para que otras y otros se inspiren en ellas.

Durante años, las cifras sobre la participación femenina en la economía y en los negocios se leían con tono de deuda pendiente, de asunto postergado. Hoy, el mundo es el escenario de una nueva historia que merece contarse con fuerza: la de las mujeres que no solo emprenden, sino que lideran empresas, participan en directorios, generan empleo y transforman el entorno con una visión consciente, sostenible y valiente.

En Ecuador —y en buena parte del mundo— el rostro de las empresas tiene nuevas facciones. Cada vez más mujeres están detrás compañías y startups. Y están redefiniendo qué significa liderar. Según el Global Entrepreneurship Monitor, la tasa de actividad emprendedora femenina subió de 6 % a 11 % en los últimos 20 años.

Además, 1 de cada 3 empresas pequeñas, medianas y grandes tienen al menos una mujer como propietaria principal, según datos del Banco Mundial. Las cifras pueden abrir debates, pero también muestran que la visión femenina, con todas las características que encierra, gana peso en empresas y directorios. Y el resultado es sencillo: el éxito ya no se mide solo por utilidades, sino por impacto, propósito y bienestar colectivo.

Estas mujeres poderosas, power o como se las quiera llamar están demostrando que los negocios pueden ser motores de cambio social. Son líderes que construyen desde la empatía, que entienden que una empresa es también una comunidad, y que cada decisión empresarial tiene repercusiones en la sociedad. Su liderazgo no es de imposición, sino de inspiración. Y esa diferencia lo cambia todo.

En este punto vale mencionar que cuando una mujer emprende, rara vez lo hace sola. A su alrededor se activan redes de apoyo, oportunidades para otras mujeres, y espacios donde el talento femenino se hace visible. El emprendimiento femenino tiene un efecto multiplicador: genera empleo, dinamiza economías locales y fomenta innovación. Además, promueve una cultura de equidad y resiliencia que es indispensable para el desarrollo económico del país.

En el mundo del periodismo enfocado en los negocios y las empresas, resulta más que gratificante hablar con ellas. Entender sus motivaciones, conocer sus temores, aprender de sus experiencias.  Cada charla, cada foro, cada entrevista deja lecciones. Tengo el privilegio de conversar con frecuencia con emprendedoras top y ejecutivas de lujo que mantienen los pies en la tierra, mientras dejan que la mente y las ideas vuelen.

Ellas confirman que no es casualidad que, en estudios recientes, las empresas con mayor diversidad de género en cargos directivos registren mejores resultados financieros y niveles superiores de innovación. Hace unos años, por ejemplo, el Foro de Davos destacó que las empresas con mayor representación femenina consiguen resultados financieros un 34 % mejores que el resto de compañías.

Hay hechos que celebrar, pero los desafíos persisten. Continúan las brechas de acceso a financiamiento, los sesgos en la inversión, la doble carga entre lo laboral y lo familiar, y la falta de políticas que impulsen de forma decidida el liderazgo femenino. El talento existe; lo que falta es un entorno de confianza. Parece, entonces, que en el futuro de los negocios la voz femenina sonará alto, no por cuota, sino por convicción. 

Relato y dato pueden ir de la mano. Así lo demuestran las historias y las estadísticas de las mujeres power que tiene el Ecuador. Ellas encarnan olfato para los negocios, resiliencia para seguir adelante, empatía para conectar con equipos y liderazgo para que otras y otros se inspiren en ellas. (O)