Cuatro son las encíclicas publicadas por el papa Francisco (1936-2025). La primera data del 29 de junio de 2013, titulada Lumen fidei (Sobre la fe). El 24 de mayo de 2015 emite la Laudato si´ (Sobre el cuidado de la casa común). La tercera es la Fratelli tutti (Sobre la fraternidad y la amistad social), fechada 3 de octubre de 2020. La última la hace pública el 24 de octubre de 2024 con la denominación Dilexit nos (Sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo). Encíclicas son las cartas de un papa a los miembros de la Iglesia universal en asuntos propios o en temas de la doctrina católica. Su nombre está dado por las primeras palabras del texto en latín. A modo anecdótico, la primera fue formulada por Benedicto XIV (1675-1758). León XIII (1810-1903) alcanzó a redactar 86 encíclicas. En el otro extremo tenemos a Juan Pablo I (1912-1978), quien no emitió alguna.
Con ocasión de la muerte de Francisco, hemos releído la Fratelli tutti. Lo hicimos dada su importancia sociopolítica, sin perjuicio de connotaciones religiosas. Dejamos estas para escrutinio de los interesados en cuestiones etéreas; para nosotros, tienen menor relevancia. Con base en su división temática, la encíclica conforma un emplazamiento a reflexionar en las sombras de un mundo cerrado, y en la necesidad de pensar y gestar un universo abierto. Refiere también al imperativo de cavar en el corazón del mundo entero, y bregar por la mejor política, por el diálogo y por la amistad social, así como emprender en caminos de reencuentro. Por último, convoca a "las religiones" a ponerse al servicio de la fraternidad en el orbe; mensaje a ser ponderado por quienes consideran a la católica como la "única" religión válida y verdadera, que ciertamente no lo es.
El documento fue circulado en plena pandemia del Covid-19. Es decir, en medio de situaciones en que afloraron los más bajos despreciables instintos de sectores socioeconómicos y sociopolíticos impávidos ante los infortunios de grandes masas poblacionales. Los insanos apetitos de ciertos empresarios y de gobiernos indolentes originaron la adopción de medidas y expedición de leyes que lejos de aliviar el dolor de los desafortunados, ahondaron sus desgracias privándoseles de recursos para su subsistencia. La carta es un llamado de atención -por parte de un hombre profundo en ética... integridad que no nace de la religión, pero de elementales principios humanísticos- a quienes justifican sus actuaciones con pueriles argumentos financieros.
El papa cuestiona el hecho de que "abrirse al mundo" sea una expresión cooptada por la economía y las finanzas. Sostiene la globalización ser creadora de un modelo cultural único, unificador del mundo, pero que divide a las personas... "la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos". Aquí interviene la "solidaridad", que para Francisco es una lucha contra la pobreza y la desigualdad, así como contra la negación de derechos sociales y laborales. Es un llamado a los promotores de ideologías que propugnan el desarrollo meramente económico como objetivo prioritario ("desarrollismo", según el Diccionario de la lengua española, RAE) a mirar más allá de frías cifras y estadísticas, para centrar el análisis y el actuar en la dignidad del ser humano y brindarle oportunidades de desarrollo integral. Todo lo demás es verbosidad insustancial.
Si el comunismo -para bien ya superado- es una ideología política que la historia y los hechos demostraron ser "intrínsecamente perversa" (encíclica Divini redemptoris, Pío XI, 1937), el capitalismo cuando deshumanizado y deshumanizante es igual de maligno. Corresponde bregar por un capitalismo en que prime la justicia. Entendida, conforme lo expone el Código de las Partidas, como "una de las cosas por que mejor y más enderezadamente se mantiene el mundo y que es como fuente de donde manan todos los derechos". En tal sentido, la Fratelli tutti brinda "lecciones" de cómo compaginar la libertad, la macroeconomía y el consiguiente progreso material... con decoro y decencia.
En un apartado de su encíclica, Francisco advierte el fin de la conciencia histórica. Insiste en que palabras como "democracia, libertad, justicia y unidad" han sido "manoseadas y desfiguradas". Ello, dice, a efectos de usarlas cuales meros instrumentos de dominación, similares a títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción. En nuestra opinión, es el caso del populismo y de la ultraderecha política... aproximaciones doctrinarias disímiles en forma, pero similares en propósitos malsanos, perseguidoras de nada distinto a aprovecharse de las circunstancias, sin importar cuáles sean.
Lo expuesto conduce a la necesidad de jamás dejar de lado al hombre. Este, como sujeto de atención en políticas, conductas, acciones u omisiones que, al margen de los beneficios económicos que generen para la sociedad global, puedan afectarlo negativamente en su individualidad. (O)