IA: jugando a ser dioses
Voto por la terrenal imperfección, por aquello que nos hace sentir emoción, disgusto, sufrimiento o placer, lejos del frío rigor aritmético, lejos de la homogeneidad que nos transforma en rebaño, me inclino por la improvisación del arte en medio de las más raras circunstancias

La inteligencia artificial es la capacidad para realizar actividades y tareas que normalmente requerirían inteligencia humana, tales como el aprendizaje, el razonamiento y la resolución de los más simples, complicados y diversos problemas, siempre sobre la base de modelos matemáticos, así lo define uno de los tantos nuevos glosarios de la modernidad. 

La irrupción de la IA en el planeta, tiene consecuencias inimaginables, por un lado, las pingües ganancias derivadas de los programas y aplicaciones como el ChatGPT que suma cantidades astronómicas de dinero en los bolsillos de su creador Bill Gates, por otra parte, están las implicaciones sociológicas que supone la incidencia de algoritmos que sugieren, concluyen y deciden, más allá de la voluntad humana.

Los nuevos tiempos exigen mentalidad abierta para comprender los cambios que contribuyen al progreso de la humanidad, lo cual en otras palabras significa más y mejor interacción social y tecnológica, pero al mismo tiempo para muchos, estamos transitando al filo de la navaja con la espada de Damocles sobre la cabeza. 

Cuando las máquinas superen a las mentes, circunstancia que parecería estar muy cerca, nos estaríamos enfrentando a una inminente extinción de la raza humana, así lo han vaticinado personalidades de la ciencia como Stephen Hawking (+) cuya visión de futuro no fue nada halagüeña.

Los robots ya forman parte de nuestra cotidianidad, llegaron y conviven con nosotros sin que nos hayamos dado cuenta, los tenemos en los hogares, la escuela, las universidades, bancos y hasta en los restaurantes, se ha normalizado la conversación con las máquinas, el chatbot, Alexa o Sarah son una muestra de ello. 

En la antigüedad, cualquier tipo de fenómenos naturales o de cierta complejidad, se atribuían a los dioses y sus designios, hoy se los analiza, investiga y descifra, hoy pretendemos dominarlo todo y estar en todas partes, sin considerar que la ubicuidad tiene un superior dueño.

En la actualidad, quien tiene la información tiene el poder, eso es sabido y no tiene mucho misterio, los datos que matan relatos son numerosos y variados, pues en el mundo empresarial, el uso de la IA marca la diferencia a la hora de explotar las ventajas de su aprovechamiento, no obstante, existen desventajas que se desprenden de su mala implementación y abuso.

Si bien es cierto, la automatización de procesos, ahorra tiempo, reduce los errores humanos y en determinado momento agilizan la toma de decisiones, el desplazamiento laboral de personas de carne y hueso es evidente, tanto como la falta de creatividad y la preocupante dependencia de las máquinas. El impacto de las nuevas formas tecnológicas es constante y profundo, llegaron para quedarse y transformarlo todo. Ahí quedan para el consumo masivo, la robótica, el blockchain, el big data, etc.

Por mucho que nos esforcemos en perfeccionar hasta lo más simple, nunca podremos suplantar la sensación que se siente cuando se aspira aire puro en el campo y la playa o la tranquilidad de espíritu que implica perdonar o ser perdonado, sin contar con la satisfacción luego de terminar una buena lectura o faena…o talvez si, nunca se sabe, ahora que vamos descubriendo, día a día, que lo imposible es probable. 

A lo largo de los tiempos, encontramos avances que enaltecen, hay otros que embrutecen y algunos hasta envilecen, la imprenta por ejemplo sirvió para cambiar la vida de muchos, para bien y para mal, porque hay lecturas que iluminan y otras que intoxican, lo propio pasó con el internet, cuyo uso es positivo y su abuso perjudicial y negativo.   

Frente a este escenario, voto por la terrenal imperfección, por aquello que nos hace sentir emoción, disgusto, sufrimiento o placer, lejos del frío rigor aritmético, lejos de la homogeneidad que nos transforma en rebaño, me inclino por la improvisación del arte en medio de las más raras circunstancias, es eso a mi juicio, lo que nos hace sentir aquellas ansiadas ráfagas de felicidad que son parte de la vida y la muerte.  (O)