Inteligencia Artificial en la Educación: una oportunidad que Latinoamérica no puede dejar pasar
La educación del futuro será cada vez más híbrida, más personalizada y digital. La IA será un componente central de esa transformación. La pregunta es si nuestros sistemas educativos serán espectadores o protagonistas.

La inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa distante; es una realidad que está transformando industrias, profesiones y, cada vez más, el ámbito educativo. Lo que antes parecía un recurso futurista ahora es parte del día a día en muchas instituciones de educación a nivel mundial. El reciente informe AI in Education 2025 de Microsoft lo confirma con datos contundentes: el 86 % de las organizaciones educativas ya utilizan IA generativa, siendo el sector con mayor adopción tecnológica entre todas las industrias analizadas.

Este escenario plantea preguntas inevitables para quienes trabajamos en educación, especialmente en Latinoamérica: ¿Estamos listos para aprovechar esta ola tecnológica? ¿Podemos integrar la IA en nuestros sistemas educativos sin profundizar desigualdades? ¿Qué lecciones podemos extraer de las experiencias globales para aplicarlas a nuestra realidad?

El informe de Microsoft muestra una aceleración notable en el uso de IA. En Estados Unidos, el porcentaje de estudiantes que afirman usar IA "a menudo" para tareas académicas subió 26 puntos porcentuales respecto al año anterior. En paralelo, el número de docentes que emplean IA para preparar clases, diseñar recursos y apoyar evaluaciones aumentó 21 puntos porcentuales.

Más allá de la los números, el impacto es visible en los resultados. Un estudio en la Universidad Macquarie en Australia reporta mejoras cercanas al 10 % en las calificaciones de estudiantes que utilizaron chatbots de IA para estudiar. Casos como Fulton County Schools, en Georgia, muestran cómo la IA se integra en el currículo, fomentando la creatividad y colaboración, mientras que universidades como Manchester emplean Microsoft Copilot para reducir tiempos de diseño de programas y acelerar la investigación.

Pero quizás el aprendizaje más relevante es cultural: la IA se concibe como un socio creativo, no un sustituto. Educadores y estudiantes están descubriendo que, cuando se usa para ampliar capacidades y no para reemplazar procesos, la IA promueve la curiosidad y trabajo en equipo.

La otra cara: Latinoamérica en construcción

En nuestra región, la IA en entornos educativos todavía está "en obra gris". El informe The arrival of AI in education in Latin America: under construction de la OEI y ProFuturo mapeó más de 200 iniciativas tecnológicas educativas, muchas de ellas incipientes y con alcances limitados. Las experiencias son prometedoras, pero pocas han logrado escalar o demostrar impactos sostenidos.

El Banco Mundial es claro al advertir que la IA debe "amplificar las capacidades educativas, no sustituirlas". Un piloto en Ecuador, por ejemplo, usó tutorías asistidas por IA para reforzar matemáticas, con buenos resultados. Sin embargo, el mayor desafío es estructural: uno de cada diez estudiantes en la región no tiene acceso a una computadora, y dos de cada diez carecen de internet en sus escuelas. Sin una base tecnológica sólida, la IA corre el riesgo de convertirse en una herramienta exclusiva para los más privilegiados.

En el plano regulatorio, algunos países avanzan con paso firme. Colombia publicó en 2025 el CONPES 4144, una hoja de ruta nacional para el desarrollo de IA, y Perú discute leyes para regular usos sensibles, como la manipulación electoral o la discriminación algorítmica. A nivel regional, destaca el anuncio de Latam-GPT, un modelo de lenguaje abierto que se lanzará en septiembre de 2025, diseñado para reflejar la diversidad cultural y lingüística de América Latina, incluyendo traducción automática de idiomas indígenas.

El sector privado también se mueve. La EdTech Ignite Copilot recaudó fondos para expandir soluciones basadas en IA en Colombia, México, Chile y Perú, enfocadas en reducir tareas administrativas y mejorar la enseñanza basada en competencias. Estos casos muestran que existe talento y visión, pero la brecha de escala y acceso sigue siendo crítica.

Tanto en el norte como en el sur, el mayor reto no es tecnológico, sino humano. El mismo informe de Microsoft advierte que menos de la mitad de los estudiantes y docentes ha recibido capacitación formal en IA. Esto significa que, aunque las herramientas estén disponibles, no siempre se usan con criterio pedagógico ni ético.

En Latinoamérica, esta brecha es aún más marcada. Muchos docentes carecen de formación digital básica, y la oferta de capacitación suele ser puntual, no estructural. El Banco Interamericano de Desarrollo y Fundación Telefónica insisten en que toda implementación de IA debe partir de una teoría del cambio: preguntarse para qué se usa, qué resultados se esperan y cómo se medirá el impacto. Sin estas respuestas, la IA puede convertirse en un "gadget" costoso que no transforma aprendizajes ni reduce inequidades.

La ética también constituye un desafío central por resolverse. Educadores temen el plagio y la dependencia, mientras líderes educativos se preocupan por la privacidad y la desinformación. En un contexto donde la IA puede automatizar tareas y crear contenidos indistinguibles de los humanos, es urgente establecer marcos de uso responsable que protejan tanto la integridad académica como los derechos de los estudiantes.

A pesar de los desafíos, la IA abre oportunidades únicas para Latinoamérica. Herramientas adaptadas culturalmente, como Latam-GPT, podrían atender necesidades lingüísticas diversas. La IA puede ser clave para ampliar cobertura educativa en zonas rurales, personalizar contenidos para estudiantes con diferentes ritmos y necesidades, y aliviar cargas administrativas para que los docentes se concentren en enseñar.

Pero esto no sucederá por inercia. Requiere inversión en infraestructura, capacitación continua y políticas claras. Se necesita crear ecosistemas donde universidades, gobiernos, empresas y comunidades trabajen juntos. Las lecciones globales son claras: la IA funciona mejor cuando se diseña para acompañar, no reemplazar; cuando se integra al currículo y no se impone; cuando la conversación ética va de la mano de la innovación.

El mensaje es claro: Latinoamérica no puede darse el lujo de observar desde la ventana. Si bien las cifras del informe de Microsoft muestran que otras regiones avanzan rápido, la región ya tiene los primeros ladrillos colocados: pilotos exitosos, políticas emergentes, startups innovadoras y un modelo regional en camino. Ahora se trata de articularlos, de pasar del entusiasmo al diseño, de la promesa a la práctica.

La educación del futuro será cada vez más híbrida, más personalizada y digital. La IA será un componente central de esa transformación. La pregunta es si nuestros sistemas educativos serán espectadores o protagonistas.

Como académicos, líderes y ciudadanos, debemos elegir la segunda opción. Integrar la IA con visión, equidad y ética puede marcar la diferencia entre una región que profundiza brechas y una que forma a sus jóvenes para liderar en un mundo donde lo humano y lo artificial conviven. (O)