La ilusión de conversar
Después de la consulta negada se abren y exigen espacios de conversación. Lastimosamente, la voluntad y el desprendimiento son escasos, nulos casi. Predominan intereses inconfesables.

El NO de la Consulta cerró una fase. Con lecturas muy disímiles. Desde la infalibilidad del pueblo y su voto sabio, hasta el voto desinformado, el voto-castigo y manipulado por el miedo. Lo innegable está resumido en el mensaje a Noboa: "Por ahí, no". Un freno potente pero no mortal. El país tiene que seguir buscando otro futuro. Aunque, para algunos, hundir a Noboa sea el único sentido de su existencia. La pequeñez, tiene cultores.

El escenario es otro. Sin la Constituyente en el horizonte, bajan las presiones, los apuros, las candidaturas, los gastos. Y eso puede ser auspicioso. Pero no significa quietud. Los ciudadanos exigen al Presidente escuchar. Escuchar para rectificar. La tarea compete a todos, pero es el Ejecutivo quien debe dar el puntapié inicial. Conversar para acordar. Acordar 2 o 3 prioridades para que el país no se descascare más. 

La Asamblea vuelve al estrellato porque las reformas necesarias no tienen otro camino... Primer error: hablar de negociación. El término ha perdido su sentido. Hoy evoca enjuague turbio, chantaje, compra de conciencias, tronchas. A no ser que se busque un buen negocio para todos, para el país. 

Las intentonas pro-diálogo con el Correísmo abortaron antes de comenzar, en medio de acusaciones y desplantes... Segundo error: circunscribir el diálogo a las dos fuerzas, ADN y RC, como si viviéramos un bipartidismo. Hay que destrabar el proceso ampliando la mesa con otras fuerzas del Congreso. No importa si son grandes o pequeñas. Nadie a votar. Ni a cobrar.

Conversar implica enriquecer ideas, ceder posiciones, persuadirse mutuamente... Tercer error: acudir a un diálogo blindados, con listados de peticiones intransigentes, con condiciones. Si los Correas ponen por delante la impunidad, se revienta el diálogo. Si el Gobierno insiste en la represión dura como única vía de seguridad, explota... Luego, no es por ahí.

Resulta imprescindible valorar las demandas más sentidas de la población;  expresada múltiples veces por múltiples medios. No son extrañas ni misteriosas. Son tres muy claras: seguridad, empleo, servicios (salud en primer lugar). No son todas, por supuesto, pero son suficientes para empezar. 

Hay otras demandas relevantes. Reforma estructural al IESS (un cambio de administración no soluciona nada). Supresión del Consejo de Participación y límites a la Corte Constitucional. Actualización del Código del Trabajo. Viraje profundo a la educación. Minería legal e ilegal y protección del ambiente... en fin, todas trascendentes, pero podrían esperar un poco hasta contar con propuestas de fondo. Solo un poco.

Los puntos convergentes

Cualquier diálogo alcanza mejores resultados si se parte de propuestas argumentadas, pero abiertas. Acudir "armados" de ideas, de soluciones, de estrategias. Caso contrario, saltarán las consignas, y se pasará pronto a los reclamos, las descalificaciones. Tenemos en el país expertos en el asunto... En este sentido, la seguridad precisa una visión integral que integre la línea punitiva y la preventiva y social estructural. Las medidas puntuales y dispersas no alcanzan. Le corresponde al Ejecutivo sistematizar su visión. Para conversarla. Para enriquecerla. Para contar con apoyos suficientes.

Quedan dos temas vitales que podrían afrontarse con menos ardores. El empleo, que incluye el incremento del trabajo formal, la disminución del informal y la desocupación. No es fácil y seguro deben actualizarse las leyes del trabajo que no responden al presente. Y aclararse el rol del estado como empleador. Y lo más importante: inversión nacional y extranjera.... estímulos, reglas claras, roles precisos del estado y empresas, desburocratización, derechos de todos.

El tema de servicios de salud ofrece un escenario inmenso para la conversación, las alternativas, la colaboración. El desabastecimiento es uno de ellos. Resulta imperdonable pero no es el único. La falta de personal calificado. La postergación indefinida de citas, cirugías, tratamientos. El trato deshumanizante al usuario. Trasladar el hogar del Ministerio de Salud a otra entidad, no soluciona mayor cosa.

El país -si a alguien le importa todavía- puede perder mucho sin acuerdos mínimos. Seguiremos al garete, sobreviviendo de engaños y escándalos, pero no progresando. O contentándonos con medidas epidérmicas, clientelistas, populacheras. 

Si el país y sus actores (Asamblea y más: gobiernos locales, organizaciones sociales, empresas, academia, profesionales... ) no convergen en 3 o 4 ejes, el diálogo se volverá otra vez ilusión. Nueva espera desgastante, nuevas apuestas por un clase política amorfa, mentirosa e inepta. Clase política inservible. Que no sabe servir.  (O)