La historia de la filosofía describe al romano Tito Lucrecio Caro (s. c. 99 a. e. c.-55 a. e. c.) como un "poeta filósofo". Su trabajo llega a conocimiento en la era común a través del poema De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas). Recoge ideas y principios del epicureísmo desarrollados por Epicúreo de Samos (342 a. e. c.-270 a. e. c.), a su vez originados en Leucipo de Mileto (siglo V a. e. c.) y en Demócrito de Abdera (460 a. e. c.-370 a. e. c.), atomistas griegos que anticiparon en más de dos mil años la teoría atómica. Por siglos, el mundo ignoró la existencia de la obra. No fue sino en 1417 que en la Abadía alemana de Fulda, el italiano Poggio Bracciolini (1380-1459) encuentra el texto para beneficio del saber humano. Corresponde a la recopilación que hiciera Marco Tulio Cicerón (106 a. e. c.-43 a. e. c.) de la poesía lucreciana.
La filosofía tras la poesía de Lucrecio parte de la "naturaleza" como creadora de los seres, la cual al final los vuelve a disgregar en sus elementos primordiales, los átomos. Es la sustentadora del existir, y permisiva de su desarrollo. La esencia del mundo y de los hombres son los átomos... partículas infinitas originarias de, y originadas en, la vida, que al desaparecer el aliento vivencial se desintegran -nuevamente- en átomos. Venus es para Lucrecio la madre y el deleite de los entes y de los dioses. A unos y otros los iguala en tanto la naturaleza así lo exige. La denomina "Venus nutricia", gracias a la cual toda especie viviente es concebida y surge al contemplar la luz del sol.
Esta es la naturaleza, siendo que según afirma en Sobre la naturaleza de las cosas, "tú -Venus- sola gobiernas la Naturaleza y sin ti nada emerge a las divinas riberas de la luz, y no hay nada sin ti en el mundo, ni amor ni alegría". Es, entonces, una mujer-diosa confluyente de la misma naturaleza de las personas, símil en pasiones. Es una racionalización que la Iglesia católica se encargará de cuestionarla, despojando a la mujer de derechos a propósitos de concebir al varón, con fines políticos, como ser superior, que evidentemente no lo es.
El nada existir -salvo los átomos y el vacío- libera al hombre del miedo y de la nigromancia. Al quedar los fenómenos místicos excluidos de la "razón irracional" del ser humano, puede enfrentar la vida en libertad y por ende realizarse como tal. Lucrecio llega a tal razonamiento en función del "primer principio de las leyes naturales": nada nace de nada, como si fuera un milagro de los dioses. El profundo poeta filósofo es un materialista temprano. Sostiene ser la naturaleza "quien" forma la integridad, es decir ese cabal único que al final volverá a ser átomo, el cual a la vera de su intangibilidad compone todo lo existente, tanto corpóreo como incorpóreo.
Concluye en dos componentes de la naturaleza. Estos son los cuerpos y el vacío, complementarios entre sí. El "vacío" es ese constituyente natural necesario para el desplazamiento de los átomos. Al ser crítico de los misticismos o éxtasis insustanciales, Lucrecio aboga a favor de la naturaleza como algo eterno no sujeto a divinidad alguna. Para él, aquella existió siempre sin intervención de ningún Dios y así subsiste en lo tangible y en lo abstracto. Cita a los olores, a la temperatura y al sonido a título de "materiales invisibles", que si bien no los vemos sí los sentimos.
Apreciamos también un adelanto milenario al evolucionismo de Charles Darwin (1809-1882). De allí que, tal vez con atrevimiento y osadía, puede afirmarse que no en el romano pero sí en su teoría hay una ciencia que tomará cuerpo en el siglo XIX. No llama, pues, la atención que De rerum natura fuera incluida en el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum de la Iglesia católica, y en consecuencia vetada por la Inquisición. Asumamos las teorías de Lucrecio como proposiciones de un erudito. De similar valor a cualquier argumentación contraria.
Lucrecio rechaza a la religión, la reputa de causa de la "maldad humana". De hecho, considera que los cultos tienen origen en el temor humano a los fenómenos naturales, al punto que "el miedo creó los dioses en la tierra". Cita a los truenos... manifestación religiosa de potencia sobrenatural. Pero, quien castiga al hombre es la naturaleza cuando abusa de ella, no Dios alguno. Al conocer la naturaleza podemos abstraernos de supersticiones y de mitos. No se trata de reprochar la fe, pero de guiarnos por la inteligencia.
Un paréntesis de cierre: todo y cualquier fundamentalismo es negativo per-se. Fundamentalismo es intransigencia para comprender que las devociones propias no son las únicas válidas... que hay otras de igual valor. También es fanatismo y extremismo, siempre negativos, rechazar manifestaciones intelectuales expresivas de análisis distintos a los prevalecientes en el ofendido. Esto como medio de defensa sin justa causa, pues expresar doctrinas y tesis académicas es la forma correcta, tal vez la única, de llegar al saber universal. (O)