¿Menos inteligentes? ¿Más brutos?
El Coeficiente Intelectual de los seres humanos se mueve. En los últimos años, extrañamente desciende. Causas y efectos en discusión.

Se han levantado alarmas debido al descenso del Coeficiente Intelectual, CI, en el mundo en las últimas décadas. El hallazgo de Christophe Clavé, de Lausana, Suiza, ha abierto el debate. Unos, los que sacralizan el CI, hablan de una baja de la inteligencia con efectos peligrosos. Otros advierten la conclusión apresurada: el CI no es equiparable a la inteligencia, ella es más rica y compleja. 

El CI es una cifra que expresa el nivel de habilidades cognitivas de una persona. Procesos mentales que nos permiten adquirir, procesar, almacenar, memorizar y recuperar y utilizar información. Pensar, razonar, recordar, tomar decisiones, comprender y usar el lenguaje. Son claves para el aprendizaje, la interacción social, la adaptación... para la vida diaria desde tareas simples hasta complejas.

Sin embargo, el CI no mide toda la inteligencia sino principalmente razonamiento lógico y abstracto, comprensión verbal, memoria de trabajo, procesamiento, resolución de problemas. Las mide de manera aproximada. Y no aborda por ejemplo: creatividad, intuición, habilidades emocionales y sociales. 

La medición del CI se realiza por medio de pruebas de expertos validadas estadísticamente. Las más conocidas son: escalas de Wechsler, test de Stanford-Binet, matrices de Raven. Se calcula comparando el desempeño de la persona con el promedio del grupo normativo de su edad. La media de la población se fija en 100 puntos. Eso significa: 70-84, debajo del promedio; más de 130, superdotado. Los puntajes varían por cambios culturales, educativos o de motivación.

El efecto Flynn y su reversión

Hablamos primero del aumento sostenido del CI en el tiempo (siglo XX y comienzos del XXI). El neozelandés James R. Flynn analizó estadísticas de distintos países y comprobó que las generaciones recientes, en promedio, mostraban cifras más altas que las anteriores en las pruebas estándar. Estimó un aumento de 3 puntos en cada década. Las áreas de mayor crecimiento habían sido razonamiento abstracto, lógico y espacial. 

Las explicaciones abundan. Mejor nutrición y salud, mayor escolarización y calidad educativa, entornos más complejos y estimulantes, mayor exposición a la información, reducción de plomo en el ambiente, cambios en estructuras familiares, entrenamiento en habilidades analíticas, práctica cultural del pensamiento abstracto y lógico en la vida cotidiana.   

La tendencia Flynn muestra en los últimos años desaceleración. Se la llama efecto Flynn inverso. Los puntajes tienden a la baja, a diferencia de años anteriores. Los estudios en varios países (EU, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Reino Unido), especialmente desarrollados, lo demuestran.  La investigación estuvo a cargo de la Universidad de Northwestern de EU.

La reversión se explica por factores educativos (menos razonamiento abstracto), cambios culturales (menor lectura, información fragmentada), factores ambientales (estrés, dietas, contaminación), migración y diversidad, uso excesivo de redes sociales, desmotivación hacia las pruebas, formas de medición. 

Los datos -admitiendo que el CI es un indicador relativo y parcial y no mide toda la inteligencia- son valiosos por sus consecuencias. Subrayamos, el empobrecimiento del lenguaje. Menos palabras reflejan menos capacidad para expresar emociones, para construir pensamiento. 

Hay más consecuencias. Mayor dificultad en el aprendizaje escolar y aumento de desigualdades. Menor capacidad de resolver problemas. Sociedad con menos capacidades críticas y posible simplificación del discurso político. Probable ralentización del progreso científico, tecnológico y cultural. Felizmente no son efectos irreversibles. La propia tecnología y la educación pueden compensar las limitaciones. 

En Ecuador no existen fuentes confiables sobre la evolución del CI . Hay datos dispersos, estimaciones, artículos puntuales.

Para terminar. No se trata de que la humanidad se esté volviendo "más tonta o más bruta" sino que las condiciones de hoy no favorecen las mismas mejoras del CI que durante el siglo XX. Usar el indicador CI sin cuidado no refleja la complejidad y riqueza de la inteligencia, desestima el contexto social (test diseñados en países occidentales), genera  riesgos éticos y sociales (estigmatización por ejemplo), muestra correlación limitada con la vida real.

Aunque no se acepta que la humanidad se ha vuelto más tonta, no se puede negar que la estupidez humana sigue presente. Solo es cuestión de mirar el genocidio en Gaza o la guerra en Ucrania. Entre nosotros, no faltan tampoco ejemplos de estupidez y tontera. Para muestra, nuestra cultura burocrática o la pobreza de las grescas en la Asamblea. (O)