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Las naciones que carecen de líderes son pueblos sin futuro. Estimamos que el criterio generalizado en el sentido que los líderes “nacen, no se hacen”, es cuestionable.

25 Enero de 2023 16.03

En 2005 redactamos un ensayo con el título de hoy. Tomemos algunas ideas de éste. “Líder” es la persona a quien otros individuos siguen, reconociéndolo como su orientador. La definición no abona en la identificación de las características que debe poseer quien se precie de ostentar liderazgo, menos todavía si – como lo demuestra la historia – no todo líder merece ser secundado por su pueblo. Líderes pueden ser muchos mas la importancia radica en que la ordenación transmitida por ellos sea positiva y se proyecte hacia el mañana en efectivo beneficio de los dirigidos. 

J. Ortega y Gasset en La Rebelión de las Masas se pregunta ¿quién manda en el mundo? Responde que en éste predomina el “hombre-masa”, cuyo principal distintivo es que, sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad, que para nosotros es su rusticidad intelectual así como la carencia de valores.

En el campo político, es propio del líder mediocre, corriente, anodino confundir autoridad con fuerza. La autoridad no radica en la imposición de fuerza sino en el debido equilibrio que transmita carácter y fortaleza, y a la vez genere respeto. Respeto en doble vía: hacia el pueblo gobernado, y de éste hacia el gobernante, que son facetas de una misma realidad. El gobernante que irrespeta a “su” gente y permite que ésta haga lo propio para con él, está sentenciado a ser mero titular teórico de poder sin legitimidad alguna. Se está frente a un hombre-masa ramplón que dejará de trascender en la historia como líder auténtico, y por tanto válido. 

Los pueblos, en especial aquellos cuya trayectoria histórica ha estado marcada por incertidumbre en los distintos espectros de su quehacer (inestabilidad política, económica, social, etc.), demandan de un gobernante seguro de sí mismo, que no vacile en la toma de decisiones. La actitud dubitativa es defecto de que el líder no puede padecer. En ética al líder le está hasta permitido fingir, en tanto el fingimiento es menos dañino que reflejar inseguridad.

Todo mensaje de solvencia debe estar ligado a una “visión”. Será la sensibilidad ética y estética del líder, en conjunto con el profundo conocimiento que tenga de su pueblo, necesidades y angustias, lo que lleve al adalid a definir tal visión, la cual necesariamente tendrá una representación que rebase lo inmediato. Ésta es la esencia de un liderazgo exitoso. 

Quien llega a cualquier instancia de influencia sin un enfoque claro y definido de su rol jamás podrá titularse de orientador. Aquí radica la diferencia natural entre el líder convertido en político, y el político germinado en populismo insustancial. El “líder” populista – al margen de su ideología – es aquel cuya escasa autoestima, complejos y cinismo los proyecta en menosprecio a la inteligencia del pueblo, al asumir que éste es incapaz de identificar su puerilidad… la de quien funge de líder estando muy lejos de tal “cualidad”.

Los Secretos del Liderazgo: “En política, declarar a qué se opone uno es mucho más fácil – y a menudo mucho más efectivo – que manifestar a favor de qué se está”. Buena parte de las desventuras de los estados pueden entenderse a la luz de esta verdad. El astuto privado de las virtudes de un líder siempre encontrará, en la medianía de otros, justificaciones a su propia ordinariez, abstrayéndose así de sus responsabilidades.

Las naciones que carecen de líderes son pueblos sin futuro. Estimamos que el criterio generalizado en el sentido que los líderes “nacen, no se hacen”, es cuestionable. Un régimen educativo que transmita a los educandos valores ético-morales, en un marco de sólida estructura académica que les permita desarrollar sus habilidades innatas, y desemparejar el bien del mal, será la base de gestación de hombres que se conviertan en los futuros conductores legítimos de los destinos de su comunidad.

Un país en el cual los niños reciban de sus maestros, gobernantes y mayores mensajes de irrespeto, corrupción y pequeñez púdica, crecerán asumiendo tales pautas de comportamiento como correctas, o lo que es peor como las únicas eficaces para enfrentar el futuro. Es un círculo vicioso que debe ser roto de manera inmediata. No hacerlo es condenar a la nación toda a días obscuros. (O)

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