¿Por qué el clima ya no baila el vals? La verdad sobre el cambio climático
El ritmo climático tradicional se ha roto y con ello se ha perdido la previsibilidad que sustentaba nuestras formas de vida. La pregunta ya no es si podremos adaptarnos, sino si seremos capaces de reinventar el futuro cuando el pasado ya no ofrece un mapa ni una brújula.

Esta madrugada, mientras reflexionaba tras una reunión donde me abordaron con preguntas sobre el cambio climático, decidí plasmar en este artículo las razones científicas que explican por qué el clima ya no es estable, y cómo esta realidad afecta a Ecuador y al mundo.

Durante los últimos cuatro años, hemos desarrollado y publicado nuestra investigación en una gran zona de manglares en el Golfo de Guayaquil, ecosistemas clave que históricamente han mostrado una notable capacidad de resiliencia frente a cambios ambientales. Sin embargo, la evidencia científica de este estudio revela que esa resiliencia está cada vez más agotada y que el cambio climático acelera su degradación, afectando no solo a este ecosistema sino también a las comunidades que dependen de el.

Esta experiencia cercana y directa me ha permitido comprender en profundidad cómo el cambio climático se manifiesta no solo como un fenómeno global abstracto, sino como una realidad concreta que afecta ecosistemas vitales y, por ende, la seguridad alimentaria y el bienestar de comunidades enteras.

La ruptura de la estabilidad climática

Por siglos, el clima de la Tierra funcionó bajo patrones relativamente predecibles, con ciclos estacionales que permitieron el desarrollo de la agricultura, las civilizaciones y el equilibrio ecológico. Estos ciclos eran comparables a una danza bien coreografiada, en la que las variables climáticas —temperatura, humedad, precipitaciones, evapotranspiración— seguían ritmos que, aunque cambiantes, eran reconocibles y confiables.

Hoy, ese patrón se ha roto. Los ciclos naturales presentan intervalos cada vez más irregulares y prolongados, las variables se multiplican y se relacionan entre sí de formas complejas e impredecibles. Esta ruptura dificulta la capacidad de anticipar eventos climáticos y afecta directamente sectores clave para la vida humana, como la agricultura y la gestión hídrica.

Impacto en los glaciares y el ciclo hídrico

En Ecuador, el retroceso acelerado de los glaciares andinos, que funcionan como reservas naturales de agua dulce, está reduciendo la disponibilidad hídrica durante las estaciones secas. Esto afecta la producción agrícola, el consumo humano y la generación de energía hidroeléctrica.

Además, la alteración de la evapotranspiración, proceso vital que regula la humedad del suelo y la atmósfera, genera un ciclo negativo: menos humedad, menos lluvia y un aumento del calentamiento local, que impacta negativamente en la productividad agrícola y la biodiversidad.

Consecuencias para la soberanía alimentaria ecuatoriana

La seguridad y soberanía alimentaria de Ecuador dependen directamente de un clima estable y la salud de sus ecosistemas. Las variaciones climáticas erráticas provocan pérdidas significativas en cultivos esenciales como maíz, yuca, arroz y banano, y afectan la pesca artesanal, que es fuente vital de proteína para miles de familias.

La combinación de estos factores aumenta la vulnerabilidad social y económica, y puede inducir migraciones internas que agravan aún más nuestros problemas estructurales.

La evidencia científica es contundente

El consenso global, basado en décadas de datos y análisis, confirma que el cambio climático antropogénico es real, acelerado y con impactos devastadores. No es un fenómeno natural cíclico, sino la consecuencia directa de nuestras modificaciones de comportamiento y emisiones, las cuales inciden negativamente en la termo estabilidad del planeta.

Conclusión: asumir el control en un mundo de incertidumbres

El ritmo climático tradicional se ha roto y con ello se ha perdido la previsibilidad que sustentaba nuestras formas de vida. La pregunta ya no es si podremos adaptarnos, sino si seremos capaces de reinventar el futuro cuando el pasado ya no ofrece un mapa ni una brújula. La realidad nos exige dejar de ser espectadores y convertirnos en catalizadores indómitos de nuevas reglas del juego en cuidado y previsión ambiental. (O)