Rethinking Success
"Deja ir, trabaja en tu gratitud. Cuando cambias tu enfoque hacia aquello por lo que estás agradecido, la vida se mira como un regalo". "Integra todos los ámbitos de tu vida —trabajo, relaciones, vocación— de manera armónica". "El verdadero éxito se logra cuando tus acciones se alinean con tus principios y pasiones."

Estas citas no pertenecen a un monje budista que vive en los Himalayas, ni a un renunciante que abandonó sus bienes materiales y camina por la India. Son recomendaciones de J. Douglas Holladay, graduado de Princeton y Oxford; asesor de varios presidentes en la Casa Blanca; Embajador de Estados Unidos en Sudáfrica durante la liberación de Nelson Mandela; Senior Officer de Goldman Sachs; fundador de Park Avenue Equity Partners y Elgin Capital; y profesor de Georgetown University, Williams College, entre otras instituciones.

Este prolífico político, empresario y catedrático realiza un profundo razonamiento sobre lo que es el éxito en el libro Rethinking Success, luego de haber superado diversas etapas en su vida pública y privada. Su análisis contrasta poderosamente con lo que supondríamos diría un personaje como él en un ensayo de este tipo.

Holladay, después de una larga vida dedicada primero a la política y luego a los negocios, concluye que el éxito no se define únicamente por las posesiones materiales, los títulos, los reconocimientos, los logros académicos o profesionales, o el poder adquirido, sino también por una serie de acciones que permiten integrarnos con nuestros valores personales, nuestras relaciones, el equilibrio, el servicio y nuestra propia evolución como seres humanos. No se trata de abandonar el esfuerzo profesional ni la excelencia, sino de incluir esa parte con otra que es menos tangible, afirma.

Cuando pensaba en los razonamientos de este autor, recordé algunas cosas que no se pueden monetizar pero que, en mi caso, me han llenado de dicha y me han generado una cálida sensación de éxito. Entre ellas, los momentos de conexión con los seres queridos. Esos instantes acogedores en los que he podido poner o sentir una mano en el hombro con solidaridad. Por otra parte, las ocasiones en las que fue posible dar un sentido al trabajo diario, intentando que ese esfuerzo beneficie a todos los que en él participan y, en algunos casos, a la sociedad. La capacidad de haber estado profundamente presente en esas vivencias me ha colmado de una incomparable satisfacción y paz.

El balance perfecto entre los distintos aspectos de nuestra vida no es fácil de lograr, por lo que el concepto más adecuado puede ser "integrar". Y en este intento, puede ser útil auto-observarnos. Primero, desde el punto de vista personal, preguntándonos: ¿Dónde pongo mi atención hoy? ¿Qué valoro de lo que hago? ¿Estoy siendo coherente entre lo que siento, pienso y hago? Y responder a esas interrogantes con absoluta honestidad. Luego, mirar con objetividad cómo va nuestro mundo relacional. Dar tiempo de calidad a quienes queremos; mirar a los ojos a quienes nos rodean; tomarnos un momento para escuchar a los demás; y corregir nuestro accionar cuando no hemos actuado con bondad.

Finalmente, conviene encauzar nuestra atención hacia lo que hacemos cada día. Observar si en aquello que realizamos para generar nuestro sustento hay algo que modificar. Revisar si los objetivos son los correctos, si las razones son congruentes, si en el camino propagamos luz u oscuridad. Y, sin dilación, ajustar la brújula para cumplir nuestras metas y superar los desafíos, pero sin perdernos en el ruido del ego o en las obsesiones de la absurda insaciabilidad.

Tal vez el concepto del éxito esté vinculado directamente con la claridad sobre aquello que podemos controlar y lo que es necesario aceptar. Ejercer nuestra capacidad de soltar lo que ya no debemos cargar, agradecer por lo que la vida nos da y observar las alegrías y las penas con consciencia y humildad. Porque, al final, todo pasará.

En realidad, repensar el concepto de éxito constituye una necesidad, ya que este va cambiando con nuestro camino, con los ciclos, con nuestras circunstancias y, quizá, con la edad. Los sueños se transforman, los legados planificados se modifican conforme avanza nuestra vida, y el balance se vuelve una prioridad.

Nuestros logros profesionales, la poca o mucha sabiduría adquirida, la posibilidad de cumplir nuestros anhelos económicos, la capacidad de ser proveedores de nuestras familias y el crecimiento de nuestros talentos son, sin duda, una parte de nuestro éxito, pero definitivamente hay mucho más. Y así, seguramente, podrán atestiguarlo quienes se acercan al ocaso de su historia, cuando agradecen haber creado una actividad paralela al trabajo que puedan disfrutar, una conexión con sus creencias o espiritualidad y la satisfacción por lo que se ha recibido y lo que se ha podido dar. (O)