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Ni siquiera ha sido necesario aplicar el “divide et impera”. Los mismos actores han elegido dividirse, velando por intereses personales, aumentando así las posibilidades de triunfo de propuestas contradictorias al interés común, y beneficiando a las candidaturas más débiles.

07 Septiembre de 2022 11.01

Para muchos resultará novedoso conocer que la teoría de juegos aplica también a la política. Entiéndase por teoría de juegos al área de la  matemática aplicada que utiliza modelos para estudiar interacciones y llevar a cabo procesos de decisión. Las grandes campañas políticas, las negociaciones entre estados, y las negociaciones privadas utilizan este método para proyectar el posible alcance de acciones, maniobras y/o para la resolución de conflictos. Las tácticas a utilizarse suelen ser analizadas a través de árboles de decisión que calculan la probabilidad de ciertos resultados, utilizando para ello predicciones basadas en hechos pasados o experiencias similares.

Los problemas ocurren cuando por intereses particulares, los actores desvían el curso del accionar planificado y echan abajo el trabajo de los responsables de la planificación. El famoso fenómeno del “dilema del prisionero” es un ejemplo de la falta de colaboración entre actores. En este caso, cuando la cooperación puede ser del interés de las partes, la misma es inexistente debido a intereses personales y falta de análisis.  

En las últimas semanas, hemos sido testigos de las negociaciones entre el gobierno y los lideres indígenas para solventar las diferencias a raíz de las protestas. El resultado aún está por verse, pero es correcto asumir que no habrá un triunfo de ninguno de los dos lados, y sí existirá una afectación a la ciudadanía y posiblemente a la economía. Esta última se ha visto perjudicada por la falta de dinamismo, el miedo a realizar nuevas inversiones, y la imagen del país ante los inversionistas. 

Con el inicio de la campaña política, hemos podido apreciar la falta de consensos por parte de los partidos y movimientos. Una vez más, vemos que existe un gran número de candidatos, muchas veces de la misma línea política, que no han logrado consensos para presentar candidaturas conjuntas y más fuertes. El hecho de que los partidos tradicionales se hayan debilitado y en casos extinguido, no solo habla de la mala gestión de sus líderes (o la inexistencia de los mismos) sino también de la falta de visión y planificación de sus partidarios. No sorprendería que la oposición al actual gobierno arrase en las próximas elecciones, no solo por el apoyo de las masas, la coyuntura social y económica, sino también por la falta de estrategia y consensos de los aspirantes a las plazas. 

Independientemente del favoritismo político que el lector tenga, es necesario realizar un llamado de atención para que todos los políticos y lideres indígenas realicen una evaluación de su accionar. El realizar cálculos, es necesario. El negociar y/o actuar sin una estrategia a largo plazo, es una formula peligrosa. 

La historia nos cuenta que cuando no existe una debida planificación, los resultados de las negociaciones tienden a ser catastróficos, pudiendo por ende tener graves consecuencias. Extrapolando a la política ecuatoriana a lo expuesto, los resultados de la próxima campaña electoral pueden llevar a que accedan al poder candidatos con muy escasa aceptación popular, lo cual generará mínima legitimidad de las autoridades que lleguen a ejercer funciones.

En esta ocasión, ni siquiera ha sido necesario aplicar el “divide et impera”. Los mismos actores han elegido dividirse, velando por intereses personales, aumentando así las posibilidades de triunfo de propuestas contradictorias al interés común, y beneficiando a las candidaturas más débiles.   (O)

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