Cuando el terreno es minado, la mayoría se detiene. Algunos retroceden. Otros calculan o huyen. Pero hay quienes, aun sabiendo los riesgos, avanzan. Con cautela, con estrategia, pero con determinación, guiando a los suyos hacia adelante, poniendo ellos el ejemplo. Ese fue el caso del equipo económico que asumió la conducción del Ministerio de Economía y Finanzas en febrero de 2024, en medio de una de las etapas más volátiles y de mayor riesgo de los últimos años.
El país enfrentaba una tormenta perfecta: quedaban poco más de 60 días para las elecciones y se había ganado la primera vuelta por un margen mucho menor al esperado. Había mucho nerviosismo, cálculos personales, negativas a seguir por el campo minado. En lo económico: atrasos con proveedores, déficit, parálisis de la inversión, amenazas al acuerdo con el FMI, y una opción de inversión privada —el bloque 60— que hizo que más de uno claudicara. Había que actuar, con convicción histórica, democrática y técnica. El correísmo estaba confiado en su ventaja, y el país estaba en juego. Incluso dentro del gobierno, algunos actores consideraban que lo más prudente era esperar a que otro tomara el timón, no arriesgar demasiado. Pero la prudencia no gana elecciones. La técnica audaz, sí.
El equipo económico mezcló pragmatismo, valentía y experiencia en el sector privado, en la gestión pública y en mercados internacionales y organismos multilaterales. Los cálculos personales quedaron de lado. Este equipo tomó una decisión que parecía suicida políticamente: entrar en la arena cuando el sistema financiero no respondía, los multilaterales dudaban, y el presidente enfrentaba una reelección cuesta arriba. Lo hizo con un equipo reducido, sin cámaras ni promesas. Solo con la convicción de que el país merecía el riesgo incurrido.
En apenas dos meses se reencauzaron los desembolsos del FMI, se adelantaron pagos de apoyo presupuestario de multilaterales, se saldaron deudas con proveedores, se diseñaron mecanismos de alivio arancelario para los sectores productivos y se protegió a los más vulnerables sin ceder a la tentación populista, pero con programas eficientes. Se gestionó cada centavo como si fuera el último, mientras se mantenía la confianza en los mercados.
Mientras las cifras electorales semana a semana se veían más reñidas, el Ministerio de Economía y Finanzas trabajaba para hacer lo necesario: cerrar acuerdos, agilizar procesos, transparentar cifras, ejecutar y ordenar el gasto hacia lo social. Noches interminables y semanas sin fin, un equipo comprometido que sabía su rol histórico y que no dudaba en tomar decisiones.
El resultado fue contundente: la reelección del presidente Daniel Noboa, con un margen que nadie se atrevía a prever. La victoria no fue casual. Fue técnica. Y fue también ética. Porque en política, como en la vida, hay momentos en que uno debe decidir si se es espectador o protagonista. El equipo económico decidió actuar. Y actuó con criterio, con coraje y con consecuencia.
Hoy, mientras muchos se aprestan a colgarse la medalla, la mayoría de ellos merecedores de aplausos, es necesario recordar que hubo quienes entraron cuando nadie más quería. Que hubo quienes no negociaron con el miedo. Que avanzaron sobre un terreno minado y llegaron a su destino, liderando el ejército hacia tierra firme. Equipo: ha sido un honor servir junto a ustedes. (O)