Voces que florecen: nutriendo el lenguaje infantil en la era digital
El desarrollo del lenguaje en gran medida depende de la interacción de los adultos que conviven con los niños. En esta era digital, es fácil perderse entre pantallas, pero no podemos olvidar que nuestras palabras, nuestras conversaciones, nuestras historias compartidas, son semillas que florecen en forma de comprensión, empatía y aprendizaje.

En medio del ajetreo cotidiano, donde el trabajo y las pantallas parecen devorarlo todo, hay algo que muchas veces se pierde en esta dinámica: la voz de los niños pequeños. Y no se trata solo de escucharlos hablar, sino de ayudarlos a descubrir el poder de las palabras, especialmente entre los 3 y 6 años, cuando empiezan a descubrir la magia del lenguaje y la utilidad de la comunicación. Esta etapa no solo les permite nombrar objetos, sino también comprender su entorno, aprender a regular sus emociones, su conducta y relacionarse con otros. El lenguaje es, en esencia, la puerta de entrada al mundo.

Pero en un contexto en el que los cuentos son desplazados por videos y las conversaciones por pantallas, se abre una grieta que puede afectar profundamente el desarrollo de los más pequeños. Ya en 19995, Hart y Risley, evidenció cómo la cantidad y calidad de las palabras que escuchan los niños en sus primeros años impacta de forma directa en su vocabulario, pensamiento y éxito escolar. Los niños expuestos a un entorno lingüístico rico tienen una enorme ventaja: entienden mejor, se expresan con claridad y, en consecuencia, aprenden con mayor facilidad.

Sin embargo, la realidad actual dista mucho de este ideal. Padres absorbidos por múltiples responsabilidades terminan relegando el tiempo de juego y conversación. Las pantallas, aunque prácticas, reemplazan la interacción humana, con consecuencias importantes. La falta de diálogo afecta no solo la adquisición del lenguaje, sino también la capacidad de los niños para nombrar sus emociones. Si un niño no puede decir "me siento frustrado", un buen desarrollo lingüístico va de la mano con una mejor regulación emocional.

La interacción con las pantallas, además, no se compara con el contacto humano. Carece de gestos, expresiones, entonaciones, interés por las emociones del otro, en este caso del niño, cómo las entiende y procesa; y todo ese lenguaje no verbal que enriquece la comunicación. Así lo confirma un metaanálisis publicado en JAMA Pediatrics (Madigan et al., 2019), que asocia el uso excesivo de pantallas en la primera infancia con retrasos en el lenguaje, vocabulario limitado y dificultades para expresarse.

El desarrollo del lenguaje es también la base del aprendizaje escolar. Un niño que sabe expresarse entiende mejor las explicaciones, participa en clase, hace preguntas y construye pensamiento crítico. Y esto no es una suposición: el estudio longitudinal del NICHD (2005) reveló que las habilidades lingüísticas tempranas son uno de los mejores predictores del rendimiento académico, incluso por encima del nivel socioeconómico familiar.

La buena noticia es que tenemos el poder para cambiar esta situación. No se trata de demonizar las pantallas, sino de dar prioridad a las interacciones humanas significativas. Con acciones simples, podemos marcar la diferencia: hablar más con los niños, escuchar sus historias, cantar, jugar, leer juntos. La lectura compartida, por ejemplo, es una herramienta poderosísima para estimular el lenguaje, y no requiere más que un poco de tiempo y atención. Contamos para esto con una herramienta poderosísima... el cuento.

En definitiva, el desarrollo del lenguaje en gran medida depende de la interacción de los adultos que conviven con los niños. En esta era digital, es fácil perderse entre pantallas, pero no podemos olvidar que nuestras palabras, nuestras conversaciones, nuestras historias compartidas, son semillas que florecen en forma de comprensión, empatía y aprendizaje. Darles voz a nuestros hijos es, quizá, uno de los actos más poderosos de amor y responsabilidad que podemos ejercer. Porque cuando florecen sus voces, florece también nuestro futuro. Entonces tal vez es tiempo de pensar en: Había un vez... (O)