La historia de un atelier de alta sastrería
Mónica Mendoza Saltos Editora General
Mónica Mendoza Saltos Editora General
En el norte de Guayaquil, entre telas italianas, moldes personalizados, maniquíes, grandes tijeras y una atmósfera que evoca elegancia clásica, nos recibe Julio César Medina, maestro de la alta sastrería ecuatoriana. Su atelier —palabra francesa que significa taller— es mucho más que un espacio de confección: es un refugio para quienes entienden que vestir bien es una forma de liderazgo.
Hay una música suave de fondo, un tocadiscos de vinil, una colección de música clásica, jazz, son cubano, bolero, mambo, big band, rock and roll, swing y mucho más. Es un ambiente encantador para los visitantes, donde se pueden pasar horas conociendo los secretos de la alta sastrería y los códigos de la elegancia. La extensa charla en su atelier puede estar acompañada de una copa de vino.
"Somos una sastrería a la forma antigua como se hacían los trajes hace 100 años, a mano. Atendemos las necesidades particulares de cada cliente, con soluciones exclusivas. Y recordemos que los cuerpos humanos no son perfectos. Entonces, por eso nos buscan para hacer una prenda para que quede a la anatomía del cuerpo y a su gusto".
La atención al detalle es parte del sello de Medina. Ojales hechos a mano con hilo de seda, botones de tagua o cuero de búfalo, forros satinados importados de Chile, algunos con diseños personalizados como cómics o discos. "El forro es como la firma, la pluma, la tarjeta. Es interno, pero muy personal". Nos muestra un terno que tiene un forro tan elegante que podría usarse para un traje de gala.
En un mercado saturado de moda rápida y trajes prefabricados, decidió ir a contracorriente. Fundador de Alta Sastrería Julio Medina, este ecuatoriano con alma de artesano y visión de empresario ha tejido, puntada a puntada, una marca que no solo viste a ejecutivos exigentes, sino que reivindica el oficio como símbolo de elegancia y propósito.
Su público objetivo son personas mayores de 30 años que ya tienen otra forma de percibir la vida, darse más gustos y quieren usar una prenda a la medida. "Algunos tienen cuerpos corpulentos o muy altos, otras personas toda su vida han vivido a la medida y saben lo que quieren. Y a otro grupo les gusta ser diferente, no ser como todo el mundo".
El maestro Medina es cultor de lo que se denomina Arte Sartorial un método que se realiza totalmente a mano para la confección de los trajes. "Significa arte de las manos, somos artesanos. El Arte Sartorial le llamamos a la forma de construir una prenda enalteciendo las partes más agradables del cuerpo y ocultando las partes deficientes. Por eso se llama arte".
Es decir que en tiempos de inteligencia artificial, modernidad, de ropa rápida y desechable, todavía hay quienes aprecian esta forma de vestir. Medina luce con estilo y elegancia un traje a la medida para la sesión de fotos de Forbes Ecuador, como los que confecciona para sus clientes a quienes los hace sentir como "un lord europeo".
Su historia comenzó en casa, entre costuras familiares y telas heredadas. "Desde pequeño, mi abuela materna (Elvira), mi mamá (Cecilia) y mi tía (Lourdes), me llevaban donde los sastres para vestirme a la medida. Al principio no me gustaba mucho, pero tenía que hacer caso a los mayores".
Su abuela, su madre y su tía también cosían. Dice que creció "viendo cómo una prenda podía transformar a una persona". Aunque estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Católica de Guayaquil, siempre tuvo en su memoria su infancia rodeada de telas.
Su vida está marcada por decisiones estratégicas que lo convirtieron en un referente de la alta sastrería en Ecuador. En época de colegio un amigo traía mercadería como licuadoras, bicicletas, vajillas, etc. desde Panamá, y recuerda que le pedía productos a consignación para vender. Pero tuvo mejores resultados con la venta de ropa masculina.
En la universidad, un comentario casual lo llevó a explorar el diseño de moda. "Un compañero me dijo: Julio, ¿por qué no te pones a fabricar o confeccionar ropa de hombres? Me quedó el bichito en la cabeza. Empecé a buscar dónde estudiar, pero me di cuenta de que todo estaba relacionado con la línea de ropa femenina, con la cual no me sentía identificado".
Su búsqueda lo llevó a Argentina, donde estudió en la Universidad de Palermo y luego en la Asociación Argentina de la Moda. Allí conoció al 'Tano' Mario Barletta, su mentor. "Me decía: 'Esto es como ser médico. Tomas una especialidad y mueres con ella". "Pibe, para ser buen sastre tenés que coser con dedal".
En ese entorno, Medina descubrió el valor de la atención al cliente, el asesoramiento personalizado y la cultura sartorial. "Esto no existía en Ecuador. Yo dije: hay que hacer la versión guayaquileña".
Julio César Medina empezó en la casa de su madre, atendiendo en la sala. Su primer cliente fue el abogado Juan Carlos Freire, quien sigue siendo cliente hasta hoy. Luego vino el boca a boca que atrajo clientes con un perfil más exigente. "Fue entonces cuando dije: es momento de dar el salto", recuerda.
En 2015 abrió su primer local a la calle, en La Garzota, en el norte de Guayaquil. Una vitrina amplia, un maniquí bien vestido y una zona con alto tránsito —gimnasios, restaurantes, canchas— fueron el escenario de su expansión. "La gente estacionaba, miraba, y yo les decía: 'Pase'. Les explicaba. Ahí crecí." Empezó a colocar sus redes sociales en la vitrina, ganó seguidores y consolidó una comunidad que valoraba el oficio.
Pero en 2020, la pandemia paralizó el mundo. Ocho meses sin eventos sociales, sin clientes, sin ingresos. "Me sentía mal, hasta se me cayó el cabello", confiesa. Fue entonces cuando su tía le ofreció su casa como nuevo taller. Aunque al principio dudó por la distancia, decidió enfocarse en lo esencial: salud, familia y propósito.
Con ayuda de su hermana desde España, acondicionó el espacio. Cada feriado de 2020 se convertía en una jornada de mejora. "No podíamos parar". Junto a su hijo David, comenzó a hacer transmisiones en vivo: planchando camisas, explicando cómo se confecciona un pantalón, mostrando detalles de chaquetas. La audiencia se enganchó. "No había nada más que hacer, y la gente buscaba lugares tranquilos, seguros. Ahí se me abrió el mundo".
Ese nuevo capítulo vino acompañado de una evolución en su propuesta: el ingreso al universo de las telas italianas. Carnet, Reda, Fratelli Delfino, Drago. El atelier está lleno de catálogos. "No digo que las represento oficialmente, pero sí las ofrezco. Y hasta ahora, soy el único que trabaja con estas telas en Ecuador".
Acceder a ellas fue un proceso de perseverancia. Las conocía desde su formación en Argentina, pero al regresar a Ecuador, los proveedores italianos no lo tomaban en cuenta. La pandemia cambió las reglas del juego. "Es como entrar al Club de La Unión. Cada muestrario tiene un costo. Algunos los compro, otros me los envían. Empecé con Reda, pagando 300 euros por muestrarios. Luego llegaron Drago, Fratelli Delfino y Carnet."
El proceso es meticuloso: cada tela se solicita con su código, algunas con QR que muestran cómo luce en una prenda terminada. En 15 días, llegan a Ecuador. Los precios oscilan entre US$ 96 y US$ 300 por metro, dependiendo de la composición —lana pura, mezclas con seda, lino o algodón— y la exclusividad. "Es como comprar un reloj de lujo: se entrega con etiqueta, certificado de autenticidad y garantía".
La empresa es familiar: su esposa Teresa, sus hijos David y Emmanuel, y su prima Karina forman parte del engranaje. Pero más allá del negocio, Julio César proyecta un legado. "Quiero que mis hijos continúen este oficio, que lo entiendan como una forma de servir con excelencia."
Con una facturación anual superior a los US$ 48.000 y márgenes de ganancia entre el 30% y el 40%, Alta Sastrería Julio Medina se sostiene sobre la fidelización: ocho de cada 10 clientes regresan. Las proyecciones apuntan a ampliar el atelier, formar nuevos sastres y representar más casas textiles internacionales.
Medina no solo confecciona prendas: construye personajes. "Hay que saber con quién hablas. Si viene un cirujano, no le hablas de chismes. Si viene un banquero, háblale de economía. El sastre asesora, conversa, interpreta".
Su clientela incluye asambleístas, exportadores, abogados, auditores y periodistas. "El empresario no presume. Por eso muchas de mis publicaciones son con maniquí". Aunque aún no ha confeccionado prendas para el presidente Daniel Noboa, lo considera uno de los hombres mejor vestidos del país. "Le recomendaría más color: lila, rosado, pastel. Tiene juventud, tiene estilo".
Al ser miembro de la Asociación Internacional de Consultores de Imagen (AICI-Ecuador), le ha ayudado a poder asesorar a clientes de una forma acertada y adecuada para el evento y el estilo que proyecta.
La clave del oficio está en las telas, los materiales y la mano de obra, afirma. En Ecuador, formar equipo fue difícil. "Aquí están acostumbrados a fabricar en serie. Yo empecé con pasantes de colegios técnicos. A los mejores les decía: 'Quédense aquí".
El Arte Sartorial está en los detalles invisibles. "El pespunte, los botones, la caída del pantalón, todo habla del carácter de quien lo lleva".
"La alta sastrería es observar, entender y construir con respeto. No es solo vestir. Es proyectar quién eres".
Sobre las tendencias actuales, Julio César Medina es enfático: la sastrería cambia cada década. El slim fit (ropa ajustada al cuerpo) murió con la pandemia. Ahora, entre 2020 al 2030, se imponen solapas anchas, chaquetas más relajadas, pantalones holgados y con tiro más alto.
"Las chaquetas cruzadas están de vuelta, y sí, siempre deben ir abrochadas".
"El chaleco está de moda. Y cuando lo usas con la chaqueta abierta, estás diciendo: 'Tengo plata para comprar más tela".
Medina también aclara los términos: traje es chaqueta y pantalón; terno incluye chaleco; blazer es azul marino con botones dorados; la leva llega a la rodilla. El saco, asegura, es un error histórico. "El saco viene de la época en que la gente pobre usaba sacos de harina como tela. Lo correcto es chaqueta".
Mientras el mundo cambia, el taller del maestro Medina sigue siendo un espacio donde cada prenda cuenta una historia de estilo, oficio y visión. (I)