Cuando la crisis económica en Venezuela apagó sus proyectos Constanza Rivas tomó la decisión que cambiaría su vida: migrar a Ecuador, donde le esperaba su novio (ahora esposo) y su suegra Consuelo Solano, con quien encontró un nicho de negocio poco explorado: la confección de pijamas.
Con formación en radiología, desde joven supo que lo suyo eran las telas y las pasarelas. Creó su primera marca de ropa casual, vistió a artistas y reinas de belleza logrando ventas de hasta US$ 8.000 mensuales. "La situación era deprimente, vendí todo y me vine a Quito con una maleta llena de ilusiones".
En 2018, con apenas US$ 2.000, dos máquinas de coser y una costurera nació Almaluna. En un rincón de su departamento armaron un plan de negocios, trazaron patrones y recorrieron toda la ciudad en busca de telas y accesorios.
El primer muestrario de 50 unidades se vendió rápidamente. Ese primer año cerraron con ventas de US$ 15.000. "Queríamos construir algo que hablara de la mujer desde la noche, la intimidad y la fuerza", recuerda con un aire de nostalgia.
El negocio crecía poco a poco, hasta que llegó la pandemia.Lo que para muchos fue una crisis, para Almaluna fue una oportunidad. Pasaron de vender 50 a 600 pijamas mensuales y la facturación superó los US$ 200.000. "Trabajamos hasta 18 horas diarias, sacamos 10 modelos e infinidad de diseños, al punto tuvimos que maquilar para cumplir con los pedidos". Entre agujas, telas e hilos entendieron que necesitaban un espacio propio
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Abrieron su primer showroom y un año después una tienda-taller con una inversión de US$ 20.000 en el norte de la ciudad.
A finales de 2022 enfrentaron su mayor golpe empresarial. Una modelo que participaba en sus campañas copió sus diseños y lanzó una marca idéntica. "Conocimos de cerca la competencia desleal. Las ventas cayeron, pero lejos de rendirnos decidimos que el camino era producir y diseñar nuestras propias telas sublimadas con el logo integrado en el textil".
Este giro estratégico se convirtió en su sello diferenciador. Detalles, colores y texturas únicas que no podían ser replicadas.
En octubre de 2023, Consuelo tuvo un quebranto fuerte de salud y falleció cuatro meses después. "Casi dejamos todo". María Fernanda Delgado, hija de Consuelo, graduada de odontóloga, quien se mudó a esta ciudad en 2019, se unió como socia. Juntas transformaron el dolor en propósito. "No podíamos dejar que la tristeza se lleve por delante a Almaluna".
María Fernanda, tiene claro que la dedicación, la pasión y el esfuerzo que vio en su madre son el motor para seguir, sin importar cuantos obstáculos tenga que superar en el camino. Cada colección rinde homenaje a Consuelo. La primera fue Origen, inspirada en sus gustos y la última Eterna, celebró su legado. En cada palabra se evidencia la pasión que sienten por lo que hacen. Comentan que en su vocabulario no hay espacio para el estancamiento y siempre están listas para reinventarse las veces que sean necesarias. "La gente no solo compra una pijamas, compra una historia bordada en cada costura", afirma María Fernanda.
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Estas emprendedoras no dudan en asegurar que volverán a Venezuela solo de vacaciones. "Aquí tejemos nuestros sueños. Cuando nos ausentamos más de dos semanas nos hace falta la altura y oxigeno de Quito" (risas).
Sus colecciones, tres grandes al año y dos cápsulas específicas por el día de la madre y navidad incluyen piezas familiares, hasta mascotas. Cuentan con una comunidad de 40.000 seguidores en Instagram. Producen más de 300 pijamas mensuales y proyectan ingresos en 2025 sobre los US$ 150.000. Con la mirada puesta en la expansión, el gran reto es entrar al retail con sus productos. (I)