Tengo que reconocerlo: para un mandatario de la edad del presidente Noboa, el temple, la rigidez y la solvencia estratégica son virtudes que rara vez se observan. Muchos lo acusan de inmadurez o autoritarismo, pero en los últimos días ha demostrado exactamente lo contrario. Fueron 31 días de paro que, con brillantez, no sé si por iniciativa propia o por consejo de su equipo de estrategas, incluso extranjeros, logró sofocar las fuerzas inestables, irracionales y poco preparadas de un sector del indigenismo.
Decidir resguardarse en Latacunga, en pleno corazón de la Sierra ecuatoriana, y continuar movilizándose por el país es una muestra clara de coraje: no le teme a nada ni a nadie. Hoy es el momento de actuar. La eliminación de un subsidio absurdo que solo beneficiaba al narcotráfico y a las mafias del combustible es una decisión histórica. ¡Bravo, presidente! Nadie se atrevió en décadas. Su determinación confirma que la fuerza y el ahínco son claves para resolver los problemas de fondo. De allí el título de este artículo: un presidente pragmático y con visión, justo lo que el Ecuador necesita ahora.
Sin embargo, preocupa que, aunque "se haya arreglado la mesa", aún persistan los desórdenes heredados de años de correísmo que siguen pendientes de atención. Es hora de enfocarse en las raíces estructurales de los problemas. Si no se construye verdadera política pública, esta euforia será pasajera. Rodearse de funcionarios sin experiencia o sin solvencia técnica puede traer las mismas consecuencias que sufrió el presidente Lasso. El momento exige acción y agilidad: obras públicas, alianzas estratégicas y asociaciones público-privadas que generen resultados tangibles. El país clama por hospitales dignos, carreteras seguras, un sistema de seguridad social funcional y un entorno estable para invertir.
Presidente, no permita que su equipo se duerma en los laureles. Presione a aquellos que, desde sus cómodos cargos de nombramiento eterno, que tanto daño le han hecho al país, no todos, pero un segmento importante. Este es un momento cumbre, con la Asamblea Constituyente en el horizonte, para corregir errores del pasado y proyectar un Ecuador del futuro.
En el ínterin, siga "arreglando la mesa", pero sobre todo construyendo el país. Si se necesita apoyo extranjero o local, que así sea: necesitamos bases aéreas que fortalezcan la lucha contra el narcotráfico, puertos más seguros y eficientes, y, por qué no, una red ferroviaria moderna que conecte nuestras principales ciudades y potencie el comercio.
En cuanto a los GADs, aunque no sea una competencia directa, es necesario exigir resultados. Si los fondos presupuestados no se ejecutan, no debe haber segundas advertencias. Hay que presionar por obras locales, articular esfuerzos con las agencias de desarrollo, la AME y el CONAGOPARE, y asegurar que los recursos lleguen a donde deben.
Es momento, presidente, de marcar una diferencia y dejar un legado de desarrollo y transparencia. Que nadie tema al órgano auditor; que la corrupción sea sancionada con severidad. Pero también que sus funcionarios sean inteligentes, preparados y valientes, que entiendan que servir al país implica "mojarse el poncho", generar obra pública y ofrecer servicios de calidad.
¡Presidente, nos merecemos ese país! Ya se ha completado la Fase 1: la de ordenar y estabilizar. Déjenos como legado una Fase 2, aquella que todos los ecuatorianos anhelamos: seguridad, salud, infraestructura, empleo y oportunidades reales para prosperar. (O)