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Los procesos migratorios de enormes conglomerados sociales también coadyuvan a la concentración de la riqueza y desigualdad. Los efectos dañinos se ven agravados por la irracional reacción de parcelas poblacionales en los países receptores, que por egoísmo e ignorancia adoptan posturas contrarias al humanismo.

11 Enero de 2023 16.35

Es el fenómeno que evidencia la acumulación de ingresos, rentas, beneficios o patrimonio de cualquier orden en manos de pocos actores económicos. Esta manifestación de desigualdad, o al menos de inequidad social, ha sido una constante en la historia de la humanidad. 

Lo fue a lo largo del siglo XX y en las primeras dos décadas del XXI. No obstante, en el período inmediato siguiente a la pandemia del Covid-19, alcanzó niveles de tal dramatismo que muchos estudiosos estiman que al ritmo de la concentración observada, de hecho puede llegar a constituirse en el más serio obstáculo para el debido desarrollo social del orbe por las injusticias que trae consigo. La globalización del planeta, cuyos beneficios económicos y sociales ya pocos sectores lo cuestionan, sin embargo ha generado también la consiguiente mundialización del fenómeno, siendo que la centralización de caudales patrimoniales nacionales se proyecta internacionalmente.

La base de datos del ingreso mundial (World Income Database – 2021) ofrece información relevante a los propósitos que nos ocupan. La riqueza total en manos del 1% más opulento de su población, en Chile equivale al 49,40% – la concentración más alta del mundo occidental; en Brasil, al 48,70%; en México, al 47,10%; en Perú, al 44,70%; y en Estados Unidos, al 34,90%. Estas cifras pueden ayudar a entender el porqué de la reacción social de los referidos países latinoamericanos en los últimos procesos electorales cumplidos por esas naciones. De allí el gravísimo error, que raya en la negligencia, en que incurren ciertos analistas económicos que se dejan llevar por espejismos, incapaces de comprender que la prosperidad chilena, por ejemplo, es relativa… o al menos no se refleja en ecuanimidad social.

Hemos accedido al informe “Las desigualdades matan” de 2022 del OXFAM, Comité de Oxford de Ayuda contra la Hambruna (Oxford Committee for Famine Relief, Inglaterra, 1942). De este documento constan datos dignos de mención, al tiempo que reflejan el peligro de las disparidades. Citémoslos. Como consecuencia del Covid-19, la fortuna de los 10 hombres más ricos se ha duplicado… los ingresos del 99% de la humanidad han sufrido deterioro. Las desigualdades contribuyen a la muerte de una persona cada cuatro segundos. En África, Latinoamérica y el Caribe, 252 hombres – conjuntamente – poseen más riqueza que los mil millones de sus mujeres y niñas. 

El proceso de concentración de la riqueza se origina en una serie de factores ligados unos a otros, que pueden resumirse en la carencia de sensibilidad y solidaridad de los agentes económicos más pudientes de la sociedad. A ellos se suman apetencias impresentables de lucro, tales como estrategias de reducción de tarifas de tributación directa sobre la renta, que benefician a los ricos a costa del bienestar de los más pobres; menor inversión social bajo argumentos de equilibrio fiscal; destrucción del medio ambiente; y por cierto la corrupción económica, política y social en general. 

Refiere el OXFAM que un impuesto sobre los ingresos extraordinarios de los 10 hombres más acaudalados del mundo, obtenidos durante y como resultado de la pandemia, serían suficientes para – entre otros – fabricar vacunas para toda la población mundial, cubrir el déficit de financiación de medidas climáticas y financiar servicios de salud en más de 80 países… y seguirían teniendo 8.000 millones de dólares más que antes de la peste. En países pobres casi seis millones de personas mueren al año por desatención a sus requerimientos de asistencia médica.

Recordemos que tan obscena como la apropiación indebida de recursos públicos y privados, es todo abuso y mal uso de prerrogativas de poder material y social en desmedro de quienes demandan apoyo y protección. 

Cabe agregar a la discriminación por género. Un estudio de ONU Mujeres resalta que 740 millones de mujeres trabajan en el sector informal de la economía, habiéndose reducido sus ingresos durante el primer mes de la pandemia en el 60%, que representa 396.000 millones de dólares. La misma organización señala que el coste de la violencia contra la mujer asciende al 2% del PIB mundial.

Los procesos migratorios de enormes conglomerados sociales también coadyuvan a la concentración de la riqueza y desigualdad. Los efectos dañinos se ven agravados por la irracional reacción de parcelas poblacionales en los países receptores, que por egoísmo e ignorancia adoptan posturas contrarias al humanismo.

Según la fuente aludida arriba, la concentración de riqueza en Ecuador es del 23,40%... una de las más bajas del continente. En buena medida ello ha evitado que en el país hagan presencia la guerrilla y el terrorismo, como se dio en nuestros vecinos fronterizos, y la vergonzosa inequidad social de Chile, Brasil, México y Perú. En tal “suerte” ecuatoriana jugaron un importante rol la Revolución Liberal de principios del siglo XX y los gobiernos de tinte progresista del mismo milenio. (O)

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