Nostalgia del presente
El tiempo no es una línea continua, sino una sucesión de instantes que se desvanecen. El presente es todo lo que tenemos, pero es también lo que más se nos escapa. En un mundo saturado de distracciones, deberíamos detenernos a mirar, a sentir.

A veces no me gusta la vida que me tocó vivir. Angustias que no terminan, separaciones que son rompimientos dolorosos, problemas que siempre hay que solucionar. Muchas veces quiero llorar más de lo que lloro "y a veces lloro sin querer", como en el poema de Rubén Darío. Me encantaría vivir en la misma ciudad que mis hijos, poder controlar más el tiempo que me queda, abrazar a la gente que aprecio, compartir una mesa con "chelitas" y amigos y disfrutar de esas cosas que no tienen precio. A veces, el que cuida también necesita que lo cuiden. El que da sorpresas también necesita recibirlas. El que piensa en todo el mundo también necesita que piensen en él. 

Sin embargo, muchas veces no somos conscientes de lo alucinante que tenemos en el hoy, porque estamos más pendientes de lo malo que tenemos en el hoy, de lo que no anda bien. 

Hay un poema precioso de Jorge Luis Borges, de donde tomo el título de este artículo, que expresa con mucha claridad esta idea:

"En aquel preciso momento el hombre se dijo:

Qué no daría yo por la dicha

de estar a tu lado en Islandia

bajo el gran día inmóvil

y de compartir el ahora

como se comparte la música

o el sabor de la fruta.

En aquel preciso momento

el hombre estaba junto a ella en Islandia".

A veces, también a veces, no nos damos cuenta de lo que estamos viviendo. Eso nos genera nostalgia del presente, de querer algo que tenemos sin darnos cuenta de que lo tenemos. El presente se nos escurre y mientras lo vivimos ya lo estamos extrañando.

Hagamos este ejercicio: imaginémonos a los 83 años. A mí, ahora con mis 47 me duele un poco la pata. Y me doy cuenta de que me estoy haciendo viejo, que veo raro, en definitiva, voy viendo la debacle. Pero si me voy a mis 83 y digo, cuando era joven me fui a la oficina en la mañana, me reuní con clientes, estaba vigente, me llamaron para dar clases. Por la tarde, me senté a escribir este artículo y por la noche hablé con mis hijos con la ilusión que solo un padre siente. Vistos desde mis 83, ¡qué lindo! Es un gran momento este hoy. 

Eso es la nostalgia del presente. Atender un poco a ese futuro probable en donde ya no disfrutamos de cosas que nos parecen naturales tener y que, en realidad, no son en absoluto naturales tener. Estamos en un momento espectacular porque todo lo que viene después es peor. Es como decir cuánto me gustaría que me pase eso, mientras me está pasando eso.

El tiempo y la vida es un misterio que nos jode a todos por igual y se nos escapa con cada parpadeo. Entonces, quedarnos atrapados en la nostalgia del impostor hace que no disfrutemos el presente. Es como si el cerebro nos boicoteara la felicidad. Por eso, la nostalgia del presente es quejarse menos de lo que nos sucede, aunque nos suceda, porque con el paso del tiempo todo lo que viene va a ser peor. Hoy estamos bien, aunque creamos que no estamos bien. 

Por eso, el cómo te gustaría que te esté pasando algo, mientras te está pasando algo, es una gran idea. Es algo que te compromete a no pasar distraído por el hoy. En un mundo moderno caracterizado por la prisa y la distracción, darse cuenta de las cosas que pasan puede ser un momento muy importante, luego puede ser muy tarde. Por eso, más Borges, menos Bad Bunny (menos cuando nos vamos de fiesta).

El tiempo no es una línea continua, sino una sucesión de instantes que se desvanecen. El presente es todo lo que tenemos, pero es también lo que más se nos escapa. En un mundo saturado de distracciones, deberíamos detenernos a mirar, a sentir. Aunque no podamos detener el tiempo, podemos aprender a habitar cada instante con plenitud, sabiendo que en su fugacidad reside lo único que nos queda.

La vida es difícil, pero también puede ser maravillosa. No somos lo que todos exactamente ven. Somo lo que unos pocos encuentran, pero también lo que pocos, muy pocos, entienden. Y a pesar de todo, duelos, tristezas, dificultades, siempre hay motivos para encontrar paz, alegrías, sonrisas, sueños, ojos azules. Es como dice Borges, pensar en estar en Islandia con la mujer que amo, estando en Islandia con la mujer que amo. ¿No hacemos todos lo mismo? ¿No estamos todo el tiempo sacando fotos mentales de los instantes que nos hacen felices, como si ya estuviéramos preparándonos para llorarlos? La nostalgia del presente es hacer consciencia de lo que nos pasa hoy. Es un buen ejercicio que deberíamos hacer todos los días. (O)