El legado de Luis Noboa Naranjo en la voz de su hija
El empresario Luis Noboa Naranjo redefinió el emprendimiento en Ecuador. Desde una infancia marcada por la escasez, construyó un imperio que llegó a representar el 5 % del PIB nacional. Su hija, Isabel Noboa Pontón, comparte con Forbes Ecuador las claves de su liderazgo: ética, visión y una perseverancia que trasciende generaciones.

Mónica Mendoza Saltos Editora General

Luis Noboa Naranjo no solo fue uno de los empresarios más influyentes del Ecuador: fue un hombre que convirtió la escasez en oportunidad, la palabra dada en forma de contrato, la perseverancia en un legado y la visión en una cadena de valor alrededor del banano. Fue un ejemplo de superación, sin estudios universitarios ni capital, llegó a producir el 5 % del Producto Interno Bruto (PIB) del país y a emplear a más de 100.000 personas.

Su historia, contada por su hija Isabel Noboa Pontón, revela mucho más que cifras y empresas. Comparte su filosofía de vida que debe ser conocida por las nuevas generaciones de los que están y de los que vienen. Lamenta que muchos jóvenes se desanimen ante el primer fracaso. Cree que la perseverancia fue clave en el éxito de su padre y que pueden existir empresarios que, partiendo de cero, han logrado mucho. 

"El principal legado de mi padre, y que puede transformar la idea estudiantil de nuevos emprendedores, es que no necesitas tener estudios universidades ni dinero para empezar. Todo lo puedes lograr con fe, perseverancia y principios", dice Isabel Noboa Pontón en una entrevista con Forbes Ecuador. 

La empresaria ecuatoriana tuvo en su padre el ejemplo de crear empresa. Hace 28 años ella fundó Nobis Holding de Inversiones, que tiene un portafolio de proyectos en sectores como, agroindustria, inmobiliario, consumo masivo, salud, centros comerciales, hoteles, alimentos, puertos marítimos y minería. 

La vida de Luis Noboa Naranjo es una lección de años para todos los que emprenden: el éxito nace de la convicción, no de los privilegios. El 1 de febrero de 1916 nació en Ambato, en una familia sin muchos recursos. Luego de perder a su padre, se trasladó a Guayaquil junto con su madre y sus tres hermanos. 

Ayudaba a la familia lustrando zapatos, vendiendo en la calle paños de limpieza, estampillas y revistas. Dormía sobre ellas para que nadie se las robara. Su determinación lo llevó a convertirse en el mayor vendedor del país. La historia comenzó a conocerse en el Puerto Principal y hasta "lo pusieron en portada de una revista de la época a los 12 años", recuerda su hija. Ella conoció de sus audacias cuando se lo contó el empresario Juan X. Marcos, amigo y socio de su padre.

Vestido de blanco, impecable, llegó al Banco Sociedad General de Crédito a venderle un producto para limpiar jarrones de bronce. "Mire qué lindo quedaría su jarrón si me compra este producto", le dijo, luego de haber limpiado la mitad del objeto para mostrar la diferencia. Juan X. Marcos quedó tan impresionado que le ofreció trabajo. El niño dudó, porque ganaría menos de lo que se vendía en la calle. Pero su madre, estricta y frontal, le ordenó aceptar. "No me importa que vayas a ganar menos. No quiero verte más en la calle", lo recriminó. Y así comenzó su carrera formal, en su primer cargo como conserje. 

Juan X. Marcos le dijo: "Tu papá era tan extraordinario que al mes ya podía reemplazar a cualquiera en el banco. Se sabía todos los puestos. Y seguía vendiendo sus productos a los clientes"recuerda su hija mientras sonríe por la audacia de aquel pequeño. 

Formación, ejemplo y maestro

"Mi padre fue una persona fabulosa. Lo admiré muchísimo, mi maestro. Primero por su lado humano. Fue un hombre que no solamente amó a su gente, sino que quiso a su país, a su familia. Su humildad rebasaba límites porque jamás quería hablar sobre él. Luchó mucho en su vida, estuvo adelantado a su tiempo, porque con su visión pudo ver lo que eran las cadenas de valor". 

Destaca su honestidad, sus principios, su perseverancia, su humildad y su visión, que fue una cualidad extraordinaria que lo llevó a convertirse en el empresario exitoso, pionero y ejemplo para generaciones de emprendedores. "Me hubiera encantado heredar todo su talento. Pero definitivamente él fue mi maestro. Muchas cosas que he hecho en mi vida las hice pensando en cómo él lo haría ".

Con el aprendió de la austeridad, de la responsabilidad y de la disciplina. Isabel cuenta que cuando quiso comprar un equipo de audio para enseñar idiomas, le prestó el dinero, pero le exigió un plan de pagos. "Todo eran lecciones", afirma. Incluso cuando le regaló una casa, después de casarse, le puso condiciones: "No la puedes vender, ni alquilar, ni hacer nada sin permiso de tu mamá y mío".

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El valor de la palabra

En muchas decisiones empresariales que le ha tocado tomar recuerda una de las frases de Luis Noboa Naranjo. Por ejemplo, un caso fue cuando compró La Universal, la industria chocolatera centenaria, que había cerrado y quedó en manos de 800 trabajadores. Las negociaciones eran complejas, reunió a todos y les pidió que firmaran un compromiso, aunque no tuviera validez legal, según sus asesores. "Mi padre decía: 'Más vale la palabra empeñada que un contrato firmado'. Finalmente aceptaron" y posteriormente se concretó la compra. 

Esa frase no era retórica. Su padre encargó barcos a Noruega sin firmar contrato. Los noruegos confiaban en su palabra. "Si lo decía Noboa, así era". Para él, la ética no era negociable. También recuerda lo que le contaba su estrategia cuando alguna de sus empresas estaba en problemas. 

Y si su padre viviera, ¿qué consejo le pediría? "Le preguntaría cómo hiciste si algunas empresas no estaban bien, cómo hiciste para sanearlas completamente. Cuando supe que no le había ido bien en dos o tres empresas me dijo con firmeza: 'Yo nunca quebré. Yo liquidé. Porque pagué todas mis deudas'.

Liderazgo humano y familiar

Su liderazgo era profundamente humano. Nunca despedía sin antes intentar enseñar. Cuando su asistente cometía errores, lo corregía con afecto. "Peñita, ¿qué has hecho? Anda a corregirlo", le decía. Pero nunca lo excluyó. 

Otro de los consejos que quisiera preguntarle al empresario es esa capacidad para tomar decisiones sobre el personal.  "¿Cómo harías hoy si en alguna de tus empresas no te funcionan ciertos empleados? Porque nunca forzaba a sus colaboradores". 

Su hija, al asumir las empresas como mujer, enfrentó desafíos. En Harvard aprendió que si un colaborador no comprende los objetivos, no puede continuar. Aun así, despedir a alguien sigue siendo difícil para ella. "Nos decían, si alguien no te funciona, primero hay que ver si está comprometido realmente con los objetivos de la empresa o lo que tú esperas de ella o de él. Y si te está comprometido, le puedes dar la oportunidad. Pero no puedes seguir con una persona que no te está funcionando". 

En lo familiar, era cercano y presente. Almorzaba en casa todos los días, despertaba a sus hijas con humor, les daba consejos nocturnos y organizaba viajes intensos llenos de aprendizaje. "En la mañana era graciosísimo, yo tenía entonces entre seis y siete años y él entraba en mi cuarto a despertarme y se me sentaba encima. Ya mijita te toca ir al colegio. Me traía revistas, se preocupaba mucho por mí y mis hermanos. Siempre tuvo un espacio para nosotros".

En un viaje a India, luego de jornadas agotadoras, les exigía seguir explorando: "No hemos venido tan lejos para dormir". Descansaba dos horas porque pasaba la madrugada llamando a Ecuador para estar al tanto de los negocios, y a las ocho de la mañana ya estaba listo para visitar museos.

En su primer matrimonio con Isabel Pontón tuvo seis hijos: Luis, Isabel, María Elena, Diana, Álvaro y María Leonor. En su segundo casamiento con Mercedes Santistevan no dejó descendencia. 

En sus oficinas en Guayaquil, la empresaria Isabel Noboa Pontón durante la sesión de fotos para Forbes Ecuador.

Un visionario y adelantado a su era

Su calidad humana era tan profunda como su visión empresarial. Desde niño, recibió ayuda de un vendedor de pastelitos, al salir de la escuela, años después apoyó al señor hasta su muerte. En otra ocasión, León Febres Cordero, quien trabajó en sus empresas, contó que su padre, al negociar con alguien que necesitaba recursos para su hija con cáncer, bajó el precio sin saberlo. Cuando se enteró, dijo: "Dile que no se preocupe, yo pagaré todo: viaje, hospitales, medicinas, todos los gastos". 

Luis Noboa Naranjo fue un empresario visionario. Identificó oportunidades en momentos de crisis. En 1935, ante la escasez, comenzó a exportar arroz a Venezuela, y en 1941 envió un barco con más de 100.000 quintales de la gramínea y ganó su primer millón de sucres. Luego incursionó en el banano, fundó Bananera Noboa junto a Juan X. Marcos, y comenzó a construir un imperio empresarial. 

Fue pionero en implementar cadenas de valor completas: producción de banano, cartonera, papelera, fumigadora, barcos, incluso un banco. Su obsesión por la calidad lo llevaba a revisar personalmente los bananos en supermercados de Japón, China, India y Rusia, cada vez que viajaba. 

Su padre llegó a ser uno de los hombres más ricos del país, ¿cuánta fortuna llegó a tener y cuántas empresas? "Eso es muy difícil de calcular, para eso tendríamos que entender cuánto valía cada una de sus empresas. Sí tuvo más de 300 a 400 empresas, bastante dinero, pero sobre todo creo que amó tanto a su país, tanto que no quiso invertir fuera del Ecuador ".

Las nuevas generaciones

¿Fue difícil asumir el rol empresarial a la sombra de su padre? "Creo que esa figura de ser hija de Luis Noboa Naranjo la manejé con mi admiración siempre. Escribí su historia en un libro y le rendí el homenaje que merece".

Isabel Noboa Pontón cree que las nuevas generaciones de empresarios tienen que aprender a manejar el fracaso como una oportunidad para crecer y no como una derrota si quieren llegar lejos. 

"Hoy muchos adolescentes o empresarios se desaniman con el primer fracasoEl fracaso es la antesala del éxito, el fracaso es un aprendizaje, una lección para no repetir errores. No es una razón para rendirse. Mi padre fue perseverante. Hoy sí hay empresarios que han logrado mucho, y han partido de la nada, quizás no han logrado alcanzar su sitial, producir el 5% del PIB como él, pero tienen muchísimo mérito".

Recuerda que cuando su padre falleció, el 28 de abril de 1994, también le dejó parte de la bananera junto a una hermana. "Esto causó conflictos. Nos reunimos todos los hijos y repartimos. Yo dejé lo que me correspondía en banano", y ella encontró en otros negocios desde lo inmobiliario, como levantar una ciudad dentro de la ciudad: Puerto Santa Ana, que ha marcado un nuevo estilo de vida, arquitectura y desarrollo urbano en Guayaquil. 

Todavía busca oportunidades de inversión. Me gustaría incursionar en el área exportadora, con paneles solares, inteligencia artificial, energías renovables. Estoy atenta: caminante no hay camino, se hace camino al andar".  

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Las frases que rescata

A ella le encanta la frase del poeta Shiva Ryu, el autor más vendido de Corea del Sur: "No trates de poner una coma donde el Señor pone un punto". En todo, no solo en los negocios, si bien en lo personal tratas de resolver los problemas y cambiarlos, no siempre es posible. Hay que luchar para cambiar, pero cuando te das cuenta de que no hay forma de cambiar, hay que aceptar".

De su padre destaca cuatro frases:

"Solo con fe, principios, valores y perseverancia se logran las metas".

"Más vale la palabra dada que un contrato firmado".

"Yo nunca quebré, yo liquidé, porque pagué todas mis deudas".

"El fracaso es la antesala del éxito, el fracaso es un aprendizaje".

El musical

Este viernes 19 de septiembre de 2025, en el Teatro Sánchez Aguilar, en Samborondón, se estrena Luis Noboa Naranjo: El Musical, un homenaje que destaca la vida de este visionario ecuatoriano.

Isabel Noboa Pontón quiere que los jóvenes y empresarios se den cuenta a través del musical que no tenemos que tener todo para poder lograr triunfos. "Mi padre no tuvo universidad, no tuvo recursos, y llegó a estar en ese estándar de tener 100.000 empleados y producir el 5% del PIB del país. Es algo aleccionador". 

El musical muestra sus principios y valores. Luis Padilla creó la música inspirada en mi libro, y José Miguel Salem hizo una puesta en escena extraordinaria. La obra narra la fuerza de los sueños, la resiliencia y el espíritu emprendedor de un niño que logró convertirse en un ícono empresarial del Ecuador. 

La producción tiene 23 escenas llenas de música, color y pasión. Estará en cartelera seis fechas: del 19 al 21 y del 26 al 28 de septiembre. En escena participarán más de 26 artistas entre bailarines, cantantes y actores, quienes darán vida a esta historia. 

La puesta en marcha tiene una inversión de alrededor de US$ 200.000. La familia aportó la mitad y el resto fue financiado a través de auspicios. Lo recaudado beneficiará a la Fundación Unidos por la Educación, que busca mejorar la educación fiscal del país. Somos unos 100 empresarios comprometidos con ese proyecto. (I)