Forbes Ecuador
Sandra Reed
Liderazgo
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Sandra Reed Serrano construyó su carrera con disciplina y determinación. Hoy lidera uno de los estudios jurídicos más grandes del país, donde impulsa proyectos legales, sociales y humanos convencida que la ley se hizo para servir.

3 Noviembre de 2025 22.00

Desde pequeña, a Sandra Reed le gustaba discutir. En el colegio, defendía a las compañeras a las que hacían bullying y cuando los profesores le llamaban la atención, tenía argumentos a su favor. "Nunca acepté las cosas porque sí. Siempre fui peleona. Digo que nací abogada".

Bisnieta de un pastor protestante estadounidense y nieta de una mujer profundamente católica, creció entre rezos, solidaridad y disciplina. "Mi abuela, rezaba el rosario todas las tardes y los fines de semana le acompañábamos al asilo.  Aprendí a ser empática y eso marcó mi vida". 

Sus primeros años los vivió en Guayaquil. Estudió hasta cuarto curso en el Liceo Internacional y cuando su familia se mudó a Quito, terminó el colegio en el Cardenal Spellman. Nunca dudó en ser abogada. Se graduó en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. "Empecé a trabajar antes de terminar el pre universitario con mi tío Armando. Me hizo leer todos los archivos de sus casos y luego me tomaba la lección. Fui mensajera, archivista y asistente. Fue una gran escuela". 

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En 1987 se convirtió en socia del estudio de Fabián Ponce. Recuerda que se endeudó en más de US$ 100.000. En 2000, la firma se fusionó con Pérez Bustamante, y nació Pérez Bustamante & Ponce (PBP), donde Reed ha pasado más de tres décadas. "Ya soy casi un pasivo del estudio", dice entre risas.

Su trayectoria se ha centrado en el derecho corporativo y tributario. Participó en proyectos de infraestructura junto a empresas como Techint, Sumitomo y Chiyoda. Pero el que marcó su carrera, fue la construcción del nuevo aeropuerto de Quito en Tababela. 

"El aeropuerto era un sueño, pero también un campo de batalla. Había mucha resistencia. En 2008, cuando la construcción se paralizó por la pérdida de la caracterización del ingreso, el proyecto parecía condenado. Nos decían que lo hagamos sin plata, y eso no existe". 

Reed formó parte del equipo que negoció con multilaterales y bancos para reestructurar el esquema financiero. "Logramos que los fondos públicos recuperaran su carácter privado. Creamos un fideicomiso como garantía y destrabamos la obra. El contrato fue de casi US$ 1.000 millones y el honorario de éxito fue de unos US$ 500.000".

Se define como workholic, trabaja un promedio de diez a doce horas al día y duerme poco. "Podríamos decir que un abogado factura entre US$ 300 o US$ 400 por hora, según el caso. También manejamos porcentajes u honorario fijos, si eres a tiempo completo".

Hoy, Pérez Bustamante & Ponce factura más de US$ 20 millones al año, cuenta con 390 colaboradores, 32 socios y 96 abogados. En septiembre de 2024, Reed fue nombrada presidenta de la firma. "Varios proyectos nuevos de generación eléctrica están con nosotros. Nuestros clientes principalmente se concentran en bienes raíces e infraestructura. Actualmente hay más confianza para la inversión extranjera, aunque la seguridad jurídica sigue siendo un desafío. A veces amanecemos con una norma y al mediodía aparece otra que la cambia".

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Reed lidera las iniciativas de responsabilidad social del estudio, enfocadas en brindar asistencia legal gratuita a comunidades vulnerables, apoyar la formación de jóvenes abogados y promover la igualdad de oportunidades dentro del sector.  Comenta que utilizan la inteligencia artificial como referente. "Verificamos todo, porque la información jurídica todavía no es siempre confiable".

En su carrera ha vivido momentos que no olvida. Uno de ellos, durante una gestión de cobro en Petroecuador. "Estaba embarazada de ocho meses. Tenía que reunir cinco mil facturas en una bodega, lo hice en seis horas. Cuando entregué los papeles, el funcionario me dijo que ya no los necesitaba y los botó a la basura. Me quebré, lloré, pero conseguí el cheque para el cliente".

Detrás de esa disciplina y rigurosidad, hay también una historia de resiliencia. Tiene tres hijas, una de ellas con discapacidad, a quien considera su mayor reto. "Uno nunca sabe si lo está haciendo bien. Aprendes a fuerza de amor, tiene terapias desde los seis meses. Mi mayor objetivo es que cuando yo me vaya, ella esté bien y sepa valerse por sí misma. En este camino mi madre fue una bendición, siempre estuvo conmigo". 

Fuera del trabajo, se refugia en la fotografía, la pintura y las manualidades. "No sé meditar, pero bordar me relaja". Tiene once nietos y disfruta organizar sus fiestas. Ninguna de sus hijas siguió sus pasos. "Dicen que trabajo demasiado. Tal vez tengan razón". (I)

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